El mal capitán

domingo 01 de noviembre de 2020 | 6:00hs.

Juan Díaz de Solís fue el descubridor del Mar Dulce, que también se llamó Mar de Solís, pero esos nombres le duraron poco al Río de la Plata porque por más ancho que fuera no dejaba de ser un río. A la expedición de Solís la mandó Fernando el Católico en 1515 con el fin de buscar un paso al océano que le tocó casi completo a España en el reparto de Tordesillas; y fue su nieto, Carlos I, el que envió a Fernando de Magallanes en 1519 tras el fracaso de Solís. Una tercera expedición, comandada por un desertor de la de Magallanes, fue a buscar el paso por el norte en 1524. Y cuando ya no quedaban dudas de que el único paso posible quedaba en el traste del mundo, el emperador mandó a estudiar la posibilidad de abrir una vía para cruzar por el istmo de Panamá. El decreto está fechado el 20 de febrero de 1534. El canal se inauguró en 1914, 380 años después...

En febrero de 1516, Solís, cinco soldados y un grumete andaluz que se llamaba Francisco del Puerto bajaron a tierra en la costa uruguaya, cerca de la desembocadura del río Santa Lucía. Allí fueron muertos a flechazos, descuartizados, asados y comidos por los guaraníes, que dejaron vivo al grumete porque aquellos indígenas se comían a sus enemigos para quedarse con su fuerza y no para saciar el hambre. Del Puerto vivió doce años entre los guaraníes, hasta que en 1527 lo encuentra la expedición de Sebastián Caboto haciendo aspavientos con sus brazos desde la costa. El grumete devenido en lenguaraz no se cansó de trabajarle los tímpanos a Caboto con las historias de sobremesa de los guaraníes sobre el reino lleno de oro y plata al que se llegaba remontando el río. Dicen que Caboto llegó por lo menos a los rápidos de Apipé hasta que se convenció de que el Paraná no lo llevaba a donde querían ir, entonces volvió hasta Paso de la Patria para subir por el Paraguay. Caboto no encontró nada, pero las historias de Francisco del Puerto siguieron alimentando la ambición de una expedición tras otra. A ellas les debemos tanta plata en nuestra toponimia y hasta el nombre de nuestra patria.

Decían sus propios marineros que Juan Díaz de Solís era un excelente navegante pero un pésimo capitán y su muerte absurda no es más que la comprobación de esa realidad. Lo mismo se decía de Fernando de Magallanes, el descubridor del estrecho que llamó de Todos los Santos porque fue el 1 de noviembre de 1520 (hace hoy 500 años) el día que encontraron la conexión con el Pacífico.

Los tripulantes de los cinco barcos de la flota de Magallanes eran por lo menos de diez nacionalidades distintas. Todos aventureros que no sabían vivir de otro modo, tanto que se salvaban de un naufragio y volvían a subirse a un barco al día siguiente. En cuanto salieron de Sevilla en agosto de 1519 empezaron a cuestionar las órdenes del capitán por autoritario y caprichoso. El primer intento de motín lo conjuró Magallanes el 1 de abril de 1520 en la Patagonia, pero tuvo que ajusticiar a un par y dejar en una islita perdida a otro par. Juan Sebastián Elcano también conspiró y se salvó de milagro. Y por suerte, porque Magallanes murió por un error de mal capitán en las actuales Filipinas y sin Elcano esa expedición hubiera quedado zangoloteando por las dulzonas islas de las Especias en lugar de dar la vuelta al mundo por primera vez. Y Esteban Gómez lo traicionó aquel 1 de noviembre: cuando supieron que habían encontrado lo que buscaban, desertó con la nave más grande de la flota para adjudicarse el descubrimiento. Volvió a España, donde lo metieron preso, pero lo liberaron cuando llegó el amigo Elcano de su vuelta al mundo; fue entonces cuando el emperador le encarga buscar el paso por la costa de América del Norte, pero solo consiguió morirse de frío. Si sería testarudo que en 1535 volvió al sur, esta vez con la expedición de Pedro Mendoza y cuatro años después lo mataron los guaraníes en una playa del río Paraguay.

Ocurre en el fútbol, en la política y en cualquier empresa humana. El mejor jugador no tiene por qué ser el mejor capitán, pero le damos ese cargo como un honor... y ese día perdemos al mejor jugador y tampoco tenemos capitán.

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