Paludismo, venéreas y dermatosis: los males de la Posadas de antaño

domingo 18 de octubre de 2020 | 6:00hs.
Paludismo, venéreas y dermatosis: los males de la Posadas de antaño
Paludismo, venéreas y dermatosis: los males de la Posadas de antaño

Las pestes y pandemias se han reiterado en la historia de la humanidad. El hecho es que a cada una hay que ubicarla en el contexto vivido para poder entenderla. Hoy el mundo sufre la brutalidad del Covid-19, que ya se cobró más de un millón de vidas. Sin embargo, lo que hoy parece extraño, ya sucedió en otro tiempo, en otro espacio y de otra forma. Algunos atribuyen estas catástrofes sanitarias a causas puramente económicas, pero, lejos de entrar en debates, lo que se pretende aquí es exponer las principales enfermedades y pestes que azotaron a Misiones a fines del siglo XIX y comienzos del XX.

Con el objetivo de relatar la situación y el contexto que se vivió más de cien años atrás, El Territorio acudió a diferentes historiadores, entendidos en el tema de la sanidad y a los libros “Jornadas sobre el Poblamiento, Colonización e Inmigración en Misiones” e “Historia de Posadas” (Volumen II).

La fragilidad sanitaria de Posadas desde su fundación y durante las primeras décadas de su desarrollo, se relacionaba con las condiciones sociales y económicas de un sector importante de la población, con la vulnerabilidad de los controles sanitarios y con la carencia de infraestructura adecuada para atender las epidemias que frecuentemente azotaban a toda la región, sin distinción de clases.

Frente a la carencia total de asistencia pública, la Sociedad de Beneficencia, integrada por damas posadeñas, impulsó la creación de lo que se conoció como el Hospital de Caridad.

Funcionó a partir de 1909 y estuvo ubicado en la manzana que hoy está delimitada por la avenida Mitre y las calles Buenos Aires, Rivadavia y Santiago del Estero, (actual Hogar de Niñas Santa Teresita); del que llega a la actualidad, una pequeña habitación que correspondía a la morgue (ubicada en las inmediaciones de Mitre casi Buenos Aires, dentro del predio de dicho hogar). Durante 20 años (hasta 1929) brindó las atenciones esenciales para preservar la salud de la población. En paralelo, desde 1924 ya atendía a pleno el Hospital Regional, hoy Ramón Madariaga.

“Aquel Hospital de Caridad no solo tenía que atender a la población de Posadas, sino que era el centro de atención de todo el aparato productivo del frente extractivo del Alto Paraná, los peones, yerbateros, mensúes, los obrajeros, los hacheros, las tripulaciones de los barcos que navegaban el río Paraná, que eran muchos…”, comenzó explicando el periodista e historiador obereño, Pablo Camogli.

“Toda esa gente se atendía allí cuando tenían un accidente o alguna enfermedad, lo que evidentemente saturaba el funcionamiento del hospital. Eso explica que durante toda esa década de 1910 a 1920 se insistiera mucho desde el gobierno municipal y provincial para instalar un centro más importante que va a ser el Hospital Regional”, agregó.

Entre los médicos que prestaron servicios en aquel hospital se destacaron las figuras de los doctores Juan Ramón Madariaga y Héctor Barreyro. Los periódicos de la época informaban sobre la tarea permanente de ese nosocomio, a través de la publicación de partes médicos y de algunas asistencias masivas, como es el caso de la epidemia gripal acaecida en los años 1918, 1919 y 1920.

Las enfermedades
Fueron muchas las enfermedades y epidemias que afectaron a los pobladores de Trinchera (luego Posadas) entre finales del siglo XIX y principios del XX. La asistencia sanitaria no fue tarea fácil, fueron muchas las dificultades que debieron hacer frente los Concejos Municipales: clima y territorio propicio para la propagación de enfermedades y epidemias, falta de agua potable, de recursos económicos y lejanía de los principales centros poblacionales.

Las enfermedades endémicas más comunes en la zona eran: paludismo, fiebre tifoidea, anquilostomiasis, bocio, tracoma, gripe, coqueluche, tuberculosis, enfermedades venéreo-sifilíticas, lepra, viruela, sarampión, difteria y peste bubónica.

“Los recursos sanitarios eran muy precarios. La situación se presentaba peor si tenemos en cuenta que los ranchos no contaban con letrinas, cloacas y agua potable. En la zona ribereña eran más comunes las enfermedades y mayor la mortalidad, pues las letrinas eran pozos ciegos en comunicación con el agua”, reza el libro Jornadas sobre Poblamiento, Colonización e Inmigración en Misiones.

Asimismo, indica que el agua que se bebía se obtenía de pozo o del río Paraná. La zona más baja, donde las crecientes del Paraná dejaban una zona pantanosa y criaderos de mosquitos, conocida como “La Laguna” fue célebre por sus casos de paludismo o chucho, en su forma más común conocida como terciana.

El paludismo, según consta en un informe que el doctor Salvador Madariaga elevó al gobernador Bermúdez, era la enfermedad más común y casi endémica. Por el año 1913 se usaba un medicamento llamado Paludismol. El diario “El pueblo” publicaba todas las semanas novedades referentes al uso de este medicamento, sus bondades y sobre todo informaba de casos que se curaban en diferentes hospitales del país: Jujuy, Buenos Aires y Salta. En Posadas se empleaba este remedio en el Hospital de Caridad bajo autorización del doctor Juan Parola.

Males venéreos y de piel
Otras enfermedades muy comunes en la ciudad las s venéreas. Para el año 1900, hacían estragos y un ejemplo es la afección entre el personal de La tropa del 12 Batallón de Infantería, que según consta en la nota firmada por su jefe dirigida al presidente del Honorable Concejo, José Robert de Blosset, eran varios los enfermos y otros ya estaban recuperados “pero inútiles para el servicio de las armas”. Por eso le solicitaba al intendente que se tomaran medidas para reprimir la prostitución clandestina que infectaba a la ciudad y sugería que se recluya en establecimientos de corrección a varias mujeres que sentaron sus reales en el “cuartel”.

De hecho, este oficio había ya comenzado mucho antes, incluso a fines del siglo XIX en la Bajada Vieja, barrio donde comenzó la historia de Posadas.

Horacio Belaustegui, en un trabajo de 1974, del Departamento de Investigación Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones, llamado “La situación del mensú en las primeras décadas del siglo XX, brinda una realista impresión de la Bajada Vieja al referir: “Posadas, y más exactamente, la Bajada Vieja, era en las primeras décadas del siglo XX una zona en la que imperaba la prostitución ‘las bailantas’ y ‘los quilombos’ donde vivían cientos de prostitutas que ejercían su oficio al servicio de los comerciantes, repletos de boliches y salones de billares, con casas de madera y habitaciones iluminadas a la luz del kerosén; y almacenes de ramos generales donde los mensúes gastaban en bombachas, perfumes baratos y otras baratijas, parte del dinero del ‘adelanto’; y el resto del cual dilapidaban en alcohol y mujeres en una o varias noches de placer”.

El fragmento anterior pertenece al libro Historia de Posadas (Volumen II), de Alba Celina Etorena y José Carlos Freaza. Este matutino dialogó con Alba, quien hoy tiene 79 años pero recuerda lo esencial. “En Posadas había muchas enfermedades venéreas, era terrible. Había mucha sífilis. Habían casas de señoritas que vivían de la prostitucion y entonces (los médicos) hacían visitas frecuentes para poder controlar la sífilis, porque los soldados del Regimiento iban a esas casas. Sobre todo pasaba después de la Guerra de la Triple Alianza, que muchísimas paraguayas vinieron a vivir acá”, contó.

Por otro lado, las afecciones de la piel o dermatosis también eran frecuentes, sobre todo los líquenes tropicales o urticarias, pero las más temibles eran la sarna y la lepra. La primera, según Madariaga, tenía como propagadores a las lavanderas y los colonos polacos. En 1906, este médico presentó un informe al gobernador Bermúdez, en el que se refería a las condiciones sanitarias de Misiones y en ese documento llamó la atención sobre la dermatosis que se extendía entre los nuevos colonos quienes, provenientes de tierras frías, vestían ropa gruesa en los días calurosos del verano. Esto unido a la falta de higiene, provocaba dermatosis de carácter serio.

La lepra también estaba instalada en Misiones y por eso, en 1931 bajo la dirección de Juan Parola, se inauguró “El Leprosario” de Posadas, que después se transformó en el Hospital Carrillo y más tarde en el Baliña. Allí eran “depositados” quienes contraían la enfermedad. Junto con Santa Fe, Posadas era una de las ciudades con más casos.

 

Causales de muerte

Los datos causales de defunción eran muy escasos. Según el estudio realizado por el doctor Alberto Iglesia para su tesis, las principales causas de muerte eran: tuberculosis, enfermedades del aparato circulatorio o digestivo, sarampión, sarna, tifoidea, paludismo, sífilis y peste bubónica, entre las principales.

Sin embargo, a partir del registro de entrada al cementerio “La Piedad”, correspondiente al período 1923-1930, se obtuvo un registro más claro. Cabe aclarar que anualmente la cantidad de fallecimientos promediaba las 500 personas. Acorde a las actas de entrada, las causales de muerte de mayor recurrencia eran bronconeumonía, tuberculosis, sífilis y gastroenteritis (Libro de entradas a La Piedad).

 

El suceso de la peste bubónica y otras epidemias que azotaron a la ciudad

En su tesis de medicina, el doctor Alberto Iglesia menciona la epidemia de la peste bubónica que azotó a la ciudad de Posadas en 1907. En los primeros días de noviembre de ese año, en la panadería de la familia Fernicola, situada sobre la calle Colón frente a la Plaza 9 de Julio, se inició un foco de infección, producto de la mortandad de ratas.

Al menos tres empleados murieron en los días siguientes con el diagnóstico de “fiebre fibrinosa” en los pulmones. Rápidamente, la mortandad de ratas y el contagio masivo a las personas se propagó en los alrededores y en las casas situadas en las cercanías del puerto. Se sabe que existieron varias víctimas más, y que muchos fueron trasladados a lazaretos para ser atendidos. El dato curioso es que en el 2004, durante una remodelación del Concejo Deliberante de Posadas, se encontró una lápida que puede tener relación directa con este flagelo: “Hilda V. Fernícola. Falleció el 17 de diciembre de 1907 a la tierna edad de seis años. Tu familia te lo dedica en eterna memoria”.

Entre las principales medidas tomadas en aquel entonces 1907, las escuelas de la capital fueron clausuradas en su totalidad, además de destruir con fuego dos casitas donde murieron los primeros enfermos. También se distribuyeron desinfectantes gratuitamente y se solicitó al Ministerio de Interior la suma de 5000 pesos destinados a la Municipalidad de Posadas para sufragar los gastos que demandaría la atención de su deplorable situade manera gratuita.

Fue el doctor Benítez quien después de estudiar la situación opinó que indiscutiblemente se trataba de peste bubónica. Como se temía que la epidemia se extendiera, se solicitó un médico más porque los doctores Barreiro y Madariaga, según expresó, “están agobiados del exceso de trabajo y no pueden estar en todas partes, pues debe tenerse en cuenta que está es una población de 10.000 habitantes y que ni en épocas normales bastan estos dos médicos”. Posteriormente, se aisló a toda la manzana infectada en dos establecimientos: uno para mujeres y otro para hombres.

Recién para enero de 1908 la epidemia terminó, es decir que para ese momento no funcionaba siquiera el Hospital de Caridad, por eso ya quedaba en evidencia la falta de recursos y la imperiosa necesidad de poner a disposición un establecimiento sanitario que pudiera dar respuesta a la demanda que había. Sin dudas, la creación de la Asistencia Pública ese mismo año, fue la lógica consecuencia de los estragos que produjo en la ciudad la peste bubónica. Al año siguiente comenzó a funcionar el Hospital de Caridad y lo hizo por los siguiente veinte años.

Otra epidemia fue la influenza conocida como “española”, porque el contagio vino a través de inadvertidos inmigrantes de España. Se presentó en 1918 y aún faltaba mucho en materia sanitaria en Posadas, por lo que el flagelo pasó de casa en casa a pesar de los esfuerzos de los doctores Parola, Agüero y Pomar. No había medicamentos adecuados por ser una enfermedad desconocida, casi como ocurre hoy con el Covid-19.

Varios años después, en la década del 40 llegó la Poliomielitis, enfermedad que según se sospechaba, tuvo su foco infeccioso en el subsuelo del colegio Nacional, en aquel momento ubicado en Colón y Santa Fe, hoy sede de la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip). Allí habría fallecido un joven de segundo año y al tiempo otro se contagió, pero se salvó. A raíz de estos casos, el famoso colegio Nacional se cerró y se trasladó luego a Santa Fe y Buenos Aires, donde actualmente hay un domicilio particular.

Paludismo, venéreas y dermatosis: los males de la Posadas de antaño
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