Ramona Bogarín y el sanador hábito de dar amor

domingo 18 de octubre de 2020 | 6:00hs.
Ramona Bogarín y el sanador hábito de dar amor
Ramona Bogarín y el sanador hábito de dar amor

Ramona Bogarín (51) tiene un corazón que desborda amor y fortaleza. Siendo madre de nueve hijos, la vida la puso a prueba más de una vez, golpeándola duramente en algunos momentos y, en otras ocasiones, devolviéndole la oportunidad de disfrutar del rol de la maternidad.

Desde que comenzó su experiencia como madre, tuvo que afrontar el fallecimiento de su hijo Pablo Adrián, así como también la inexplicable desaparición de su pequeña Andrea -quien sólo tenía 8 años cuando la vieron por última vez-. Sin embargo, ella cuenta que la vida le devolvió, en parte, la posibilidad de “curar un poco su corazón” cuando adoptó a María. Así como también cuando, a sus 42 años, volvió a convertirse en madre con la llegada de Natanael, quien “llena el hogar de risas”.

Hoy, en el Día de la Madre y a casi 20 años de la desaparición de Andrea Silva, Ramona reflexionó con El Territorio respecto a su experiencia con la maternidad.

“En cada fecha especial, mi deseo es recibir noticias de mi hija Andrea”, destacó. Andrea Silva, quien hoy tendría 29 años y su familia la vio por última vez el 26 de diciembre de 2000 poco antes del mediodía, se encontraba de paseo en el campamento de obraje de su padre Ramón Silva (58), en la Biósfera Yabotí.

El trágico día, no sale un solo momento del pensamiento de la familia, que siente un enorme dolor pese al tiempo transcurrido y la incertidumbre de no tener un dato certero que pueda aclarar lo ocurrido.

“Como todos los años, íbamos a pasar la navidad con mi marido. Eran nuestras vacaciones, disfrutábamos mucho. Ese día Andrea junto a su hermana estaban jugando y ella decidió volver sola al campamento. Pero nunca volvió”, rememoró la madre respecto a la desaparición de la niña que se dio en un trecho de más o menos 500 metros.

“Ese día, por la mañana, mi papá nos dejó jugar en el agua porque a ella le encantaba estar en el arroyo. Es el recuerdo que me queda de Andrea y no dejo de pensar en ella un solo día. Sufrimos mucho su desaparición”, acotó Paola Silva (32), su hermana.

Los primeros seis meses posteriores a la desaparición fueron de incansable búsqueda. Pero no se encontró ningún tipo de indicios. Salvo unos pocos rastros hasta un punto del camino en medio de la biosfera Yabotí, en el área del Parque Moconá donde el río Uruguay limita con Itapiranga Brasil.

Fueron años de desesperante búsqueda junto a las fuerzas de seguridad y miles de personas que se sumaron a la causa. Diez años de investigación constante, en los que aparecieron incontables pistas y así también información errónea. En todo ese tiempo solo hubo un detenido, Waldir Antúnez, denunciado por un hombre oriundo de Brasil conocido como Gari, que finalmente se lo declaró inocente y una vez que recuperó la libertad amenazó de muerte a la familia, por la denuncia.

La familia destacó que realizaron una búsqueda incansable. También, “nos deshicimos de muchos bienes materiales a fin de dar continuidad a las investigaciones. Vendimos chacras, camioneta y también recibimos la ayuda de muchas personas, a quienes agradecemos de corazón por el acompañamiento y la solidaridad”, detalló Ramona.

Sin consuelo ni datos certeros la madre no dio el brazo a torcer y siguió adelante.

Cuando pasaron siete años de lo ocurrido, recibieron por parte de la Brigada de Investigación de la Policía de El Soberbio la información del hallazgo de una menor de 13 años, a quien llamaban María, en total estado de abandono. Según había trascendido, todo indicaba que se trataba de un secuestro. La adolescente estaba bajo el cautiverio de su padrastro hacía más de dos años. Entre ella y Andrea habían algunas similitudes y datos que coincidían, lo que dio inicio a una investigación, que además le devolvió esperanzas a la familia.

“Ella tenía rasgos de Andrea pero negó ser mi hija. Costó mucho trabajo para las fuerzas y nosotros poder hablar con María por temor a las represalias del padrastro, porque sufría mucho maltrato”, recordó la madre. “Hicimos las pruebas de ADN y dieron negativo. Me quedé muy conmocionada por su caso. Y después de varias gestiones pedimos su tenencia. La críe desde los 13 hasta los 18 años, cuando se casó. Fue una manera de curar un poco mi corazón”, agregó Ramona con amor profundo.

Sin embargo, explicó que “haber criado a María no significó en ningún momento que hayamos olvidado a Andrea. En 2011 retomanos la causa apuntando a una posible trata de personas pero lamentablemente fue una investigación que no dio resultados”, sostuvo.

Además del dolor que puede llegar a sentir una madre al no saber de su hija, también debieron sobrellevar las críticas y rumores que surgieron en torno a la familia, siendo la más perjudicial una acusación de que habían vendido a Andrea en Brasil: “Como padres siempre buscamos lo mejor para nuestros hijos. Por eso, el dolor más grande fue esa acusación recibida en un momento tan triste”, aseguró Ramón Silva, padre de Andrea.

Con el pasar de los años, Ramona y su familia aprendieron a convivir con el dolor. Y la vida, años más tarde, volvió a ponerla a prueba. Y, como una señal de que todo es posible para los que confían, nació Natanael. La madre tenía 42 años y su embarazo fue complicado por la edad, “pero el bebé de la casa llegó a alegrar la vida de todos”, dijo sobre el niño que posee un retraso madurativo.

“Él nació casi cuando Susana cumplió los 18 años y se casó. Parece que Dios busca una manera de llenar ese vacío. Nata es nuestra vida, nuestra alegría”, resumió Ramona.

Hoy, pese a todos los obstáculos que debió afrontar, Ramona considera que “ser madre es la mayor bendición que una mujer puede recibir”.

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