De algunos de los principales ríos, de los puertos y de los peces

domingo 04 de octubre de 2020 | 1:30hs.
De algunos de los principales ríos, de los puertos y de los peces
De algunos de los principales ríos, de los puertos y de los peces

Félix de Azara

El río Paraná tiene su nacimiento en las montañas donde los portugueses tienen sus minas de Goyaces, entre los 17º 30” y los 18ª 30” de latitud austral, y está formado por la reunión de muchos arroyos o corrientes de agua. Estas corrientes se dirigen desde el este luego hacia el Sur, y se inclinan después mucho al Oeste hasta los 20º, donde toman otra dirección, que puede verse en mi carta, así como el resto del curso de este río y de los que a él conducen sus aguas. Estos son en gran número, y los hay entre ellos más considerables que los mayores de Europa. De esta clase son el Iguazú, el Paraguay y el Uruguay. Aunque yo no he hecho ninguna experiencia para conocer la cantidad de sus aguas, no creo exagerar diciendo que en el punto de su unión con el Paraguay, cuya magnitud hemos visto, el Paraná es ya diez veces más considerable y que iguala él solo a los cien ríos mayores de Europa. En fin, cuando recibe al Uruguay forma lo que se llama ordinariamente el Río de la Plata, que se considera como uno de los mayores del mundo y que es acaso tan grande como todos los ríos de Europa reunidos.

El Paraná es mucho más rápido y más violento en su curso que el Paraguay, porque viene del Brasil o del lado del Este, donde se sabe que el terreno tiene más inclinación. Desde Candelaria, donde no alcanza más que 400 toesas de ancho, aumenta considerablemente y en Corrientes tiene ya 1.500. Contiene una cantidad innumerable de islas, de las que algunas son muy grandes. Sus mayores crecidas son en diciembre, de preferencia a toda otra estación y son más numerosas y más prontas que las del Paraguay porque no dependen de un lago como el de los Xarayes. (3) Las aguas de este río pasan por ser excelentes, aunque se encuentran frecuentemente troncos de árboles y huesos petrificados (…)

Volvamos al Paraná. Hay un arrecife, que se llama salto o cascada, situado a los 27º 27 20” de latitud observada y a los 59 de longitud, pero el paso está siempre libre para los buques pequeños, y aún para las goletas, cuando las aguas están altas; de suerte que el Paraná es navegable desde la confluencia del Iguazú hasta el mar.

Cerca de este arrecife se encuentra el lago de Iberá. Tiene 30 leguas de ancho al Norte, paralelamente al Paraná, del que está muy cerca, sin tener comunicación visible con el río. Se prolonga 30 leguas al Sur, donde forma lo que se llama garganta de Yuquicuá y ensanchándose después a medida que se avanza hacia el Sur, acaba por formar el río Miriñay, que es considerable y vierte en el Uruguay. Desde Yuquicuá, las orillas del Iberá siguen al Oeste durante 30 leguas. De él salen tres ríos, a saber: el de Santa Lucía, el de Corrientes y el de los Bateles, que nunca se pueden vadear, y que vierten en el Paraná.

El lago Iberá no recibe ni río, ni arroyo ni fuente; subsiste casi todo el año sin variación, y están en gran parte lleno de plantas acuáticas y aún de algunos árboles. Pero está sostenido por la simple filtración del Paraná, que no tiene ejemplo en el mundo. Esta filtración suministra no sólo el agua de los cuatro grandes ríos de que acabamos de hablar, sino la que se marcha por evaporación en una superficie de al menos 1.000 millas marinas cuadradas, y que no se puede estimar por debajo de 70.000 toneladas por día según las experiencias de Halley. Aún se debe considerar mucho mayor, porque el país es más cálido que Inglaterra.

He leído algunas historias manuscritas, de los jesuitas, que en el interior del lago Iberá vivía una tribu de indios pigmeos, y dan de ello una descripción muy detallada. Pero todo esto es falso, y no tiene más realidad que el imperio que se supone existir en medio del lago de los Xarayes. El Iberá es una gran extensión de agua que en algunos parajes forma un verdadero lago, pero la mayor parte está llena de plantas; de manera que es imposible reconocer el interior, ni a pie, ni a caballo, ni embarcado. Su situación y la disposición total del país indican que en otro tiempo el río Paraná atravesaba este lago y que se dividía después en los cuatro ríos que de él salen; yo no dudo de que el Paraná tome de nuevo más adelante su antiguo lecho (…)

Yo no tengo instrucción necesaria para estar en estado de describir todos los peces de estos ríos y todas las masas de agua que se encuentran en el país, y me limitaré a nombrar aquellos de que me acuerdo. Hay manguruyús de más de cien libras, surubys de treinta, pacús de veinte, doradas igualmente de veinte libras, pero bien diferentes de las que se encuentran en el mar y más hermosas; rayas muy grandes, que pican cuando se las pisa y que causan una fuerte inflamación y violentos dolores; patys, bogas, alosas y palometas que tienen los dientes tan cortantes que arrancan en un instante el pedazo donde muerden: así que hay que estar con precaución para bañarse. Si se está tranquilo la palometa muerde cruelmente; esta desgracia ha ocurrido a muchas personas, y entre ellas a un fraile, que perdió las marcas distintivas de su sexo. Hay también cazones o armados, lenguados, bagres, tarariras, pexes-reyes, peces mayores que en ninguna otra parte; pirapitás, viejas, dentales, mojarritas, anguilas, tortugas diferentes a las del mar y muchos otros peces.

En cuanto a las tortugas no debo omitir que cogí dos en un día pescando en el río Santa María hacia los 30º 15 de latitud. Como hacían grandes esfuerzos por esconder la cabeza en el caparazón y esto me dificultaba para quitarles el anzuelo de la garganta, se las corté enteramente, y aún una parte del cuello, y sin embargo, observé, con admiración, que se escaparon y se lanzaron al río, sin reaparecer en la superficie, con tanta velocidad, regularidad y destreza como si no hubieran perdido la cabeza. Este hecho podrá dar materia a las reflexiones de los sabios y alguno querrán acaso explicarlo por el galvanismo; pero es necesario observar que el proceder de estas tortugas no se reducía a mover los músculos de las patas, como hacen las ranas y otros animales sometidos a experiencias, sino que obraban con método y aún con razonamiento, porque observé igualmente que se volvieron para dirigirse del lado del agua, como si, privadas de la cabeza, hubieran conservado la facultad de razonar.

Se habla mucho en el Paraguay de un pez llamado el yaguarón, y sin embargo no existe. Se supone que excava con increíble ligereza huecos en las orillas de los ríos para hacerlas desmoronarse y caer.

Texto: “Viajes por la América Meridional”.
Félix de Azara en 1781 fue enviado al Río de la  Plata para determinar los límites de las posesiones españolas en litigio con Portugal.
En Asunción, aprovechó para recorrer el río Pilcomayo realizando observaciones .Y en la laguna del Iberá tomó apuntes sobre los pájaros y otros animales.
En 1793, a pedido del cabildo de Asunción,  realizó el mapa del Paraguay y Misiones.