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Tres renglones y un título

domingo 27 de septiembre de 2020 | 3:30hs.
Tres renglones y un título

Mano Vogler

Esta es una historia que ya fue contada mil veces y algunas más, siempre por mí, desde luego, ya que no hubo otros testigos.

Habré tenido yo doce o trece años, la dictadura había desmontado su carpa y le dejó el terreno a la democracia: Todo lo que viniera por delante iba a ser mejor.

Más por un impulso de nuestros viejos que por iniciativa nuestra, nos hicimos (mis dos hermanas y yo) socios del Club de Lectores, un local que quedaba por Sarmiento, a la vuelta de la facultad de Exactas. Allí comencé a cultivar el hábito de la lectura con Verne y con Raymond Chandler, con El Principito y con Stephen King, además de algunas biografías que abarcaban figuras entre Gandhi y el Che Guevara.

Una vez vi de reojo un libro que trajo mi hermana la mayor, lo estoy viendo ahora, duras las tapas, forradas en una cuerina azul que imita a las vetas del mármol y, en letras doradas, el nombre del autor y un título que me produce un hueco en el estómago.

Lo abro y en su primera página veo el dibujo de un árbol genealógico cuyas ramas estaban cargadas de nombres musicales y coloridos, así los imaginé en ese momento. La narración comienza, “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. No pude seguir adelante, cerré el libro con cierta clase de temor, esa emoción reverencial que se experimenta frente a una obra de arte, todavía no había oído hablar del Síndrome de Stendhal, sí de Cupido y sus flechazos.

No voy a decir que toqué con las manos el cielo de los libros, pero aquellas tres líneas primeras, leídas casi a escondidas, encendieron una mecha que hasta hoy sigue corriendo, el fuego de una pasión buscadora que ya cosechó otros frutos como, “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme” o, “Cuando Joana Carda hizo una raya en el suelo con la vara de negrillo, todos los perros de Cerbère empezaron a ladrar”.

Tengo la angustia recurrente de pensar que ni viviendo mil años se conseguiría leer todo lo bueno que se ha escrito y que se sigue escribiendo. Y al mismo tiempo la obsesión, más que justificada por la certidumbre, de que en algún lugar del mundo, bajo una capa de polvo más o menos gruesa, hay otro título y otros tres renglones que tienen la virtud portentosa de conmover.  

Relato inédito.Vogler es autor de los libros Esperanza y la muerte y la trilogía Delincuentos. Email mano38@live.com.ar
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