Jumpineando descuidos historiográficos posadeños

viernes 25 de septiembre de 2020 | 5:00hs.

En el mes de abril del año 1810, el espacio geográfico que actualmente ocupa la ciudad de Posadas era parte de la “estancia del pueblo de Itapúa” ubicado en la “otra orilla” del río Paraná y estaba bajo las órdenes de Tomás de Rocamora, quien desde Yapeyú, gobernaba el departamento homónimo y los de Candelaria y Concepción.

Rocamora, nacido en Nicaragua, llegó a Buenos Aires poco después de la creación del Virreinato del Río de la Plata, tuvo cargos en la Tenencia de Gobierno de Santa Fe y fue el fundador de tres villas, origen de las actuales ciudades de Gualeguay, Gualeguaychú y Concepción del Uruguay, en Entre Ríos, antes de venir a la Misiones de entonces.

El 25 de mayo del mismo año, en la ciudad de Buenos Aires -capital del Virreinato- se formó la Primera Junta o Junta Provisional de Gobierno, bajo control criollo, pero en manifiesta fidelidad al rey español Fernando VII, por entonces prisionero de las tropas napoleónicas.

Estos avatares políticos se dieron solamente entre los porteños, sin embargo, pocos días después de consagrarse, los miembros de la Primera Junta enviaron una nota con las novedades acontecidas e invitando a las ciudades del resto del Virreinato a incorporarse a la causa, enviando diputados para conformar un futuro Congreso.

Rocamora recibió el escrito el 16 de junio y lo contestó dos días después, adhiriendo al “gobierno revolucionario” de Buenos Aires; actitud similar tomaron los subdelegados de los departamentos de Candelaria, Concepción y Yapeyú.

Se convocó a un Cabildo Abierto en el pueblo de Candelaria a posteriori de la decisión tomada por Rocamora, avalada por los subdelegados de los tres departamentos, y no hay dudas que en él se legitimó, el 8 de julio de 1810, la adhesión a la Causa de Mayo en Buenos Aires, con la presencia de corregidores, cabildantes y caciques de los pueblos que integraban este Departamento; el acta redactada fue leída, en la plaza del pueblo, a los vecinos allí congregados, en español y en guaraní.

Por su parte, el gobernador de Paraguay, Bernardo de Velazco, no adhirió a Buenos Aires -similar decisión se tomó en la Banda Oriental y el Alto Perú- y se mantuvo fiel al Consejo de Regencia de Cádiz, formado como parte de la invasión de Napoleón a España. Así Rocamora y los pueblos a su cargo se encontraron en una situación preocupante y comprometida, en el centro de tres focos hostiles: el Imperio de Portugal (actual Brasil), aprovechando que “a río revuelto, ganancia de…”, movilizó tropas ante la posibilidad de obtener algún beneficio territorial de la confusión de poder reinante en las ahora Provincias Unidas del Río de la Plata y la presencia realista en Asunción y Montevideo.

Bernardo Luis de Velazco y Huidobro era español; designado gobernador de los Treinta Pueblos en 1803, llegó a Candelaria en octubre del año siguiente, donde reemplazó a Santiago de Liniers.

Desde la reunión en Candelaria, Pablo Thompson, subdelegado por Concepción, se había mostrado ambiguo y renuente a cumplir las órdenes, hasta que, abiertamente, se sumó a Bernardo de Velazco; de inmediato Rocamora apresó al teniente José de Láriz -que cumplía igual función que Thompson en Yapeyú- y a varios “simpatizantes” los remitió sin demora a Buenos Aires; también tomó conocimiento que Francisco Martínez Lobato -par de los anteriores en Candelaria- seguiría la misma línea, así que lo destituyó.

La situación era tal que escribió a la Junta de Buenos Aires solicitando la urgente separación de Misiones de la dependencia paraguaya porque “(...) mientras dure esta relación, están estos departamentos comprometidos y azorados entre dos mandos opuestos (…)”, argumentó, y pidió refuerzos militares para mantener la plaza a salvo.

Velazco rápidamente organizó un ejército de 600 hombres y cruzó el río Tebicuary, decidido a avanzar sobre los pueblos misioneros que no estaban a su cargo y convencerlos por la fuerza de unirse a él. En agosto se instaló en San José y poco después en Apóstoles; desde allí ordenó el “desarme” o rescate de todo el armamento disponible en los pueblos.

En el mes de setiembre, la Junta separó definitivamente a Misiones y Paraguay; en octubre, y pese a estar la situación a su favor, Velazco y sus tropas regresaron a tierras paraguayas. La tarea estaba cumplida por el momento, tenía la lealtad de los pueblos de los departamentos de Candelaria y de Concepción y las armas para enfrentar a “los porteños” eventualmente.

En este contexto geográfico y político estaba Misiones en 1810.

El área que después será llamada Posadas no tuvo protagonismo en estos hechos, al menos comprobado protagonismo.

La denominada Revolución de Mayo dio lugar a un proceso de resignificación territorial contextualizado por la emergencia de fuertes poderes regionales en pugna -Paraguay, el Imperio de Portugal, las Provincias Unidas del Río de la Plata, la Banda Oriental y la provincia de Corrientes-; en tanto se visibilizó más el desconocimiento espacial y social existente de la zona, que llevó a señalarla -discursivamente- como desierta y despoblada.

Esta etapa es otro ejemplo de los “saltos” (jumping) en el relato de nuestra historia local. Al intentar encolumnar los hechos particulares y regionales en la matriz de la “historia oficial argentina”, se pecó de nacionalista y hasta de provincialista, al copiar el formato centro-periferia.

Un siglo y medio más tarde, tal vez, podríamos repensarnos, revisarnos como sujetos históricos y asumirnos por fin; somos quienes somos y por eso somos… misioneros, posadeños; ni europeos, ni porteños, ni blancos, ni negros, ni indios; somos el mestizaje de todos los que estuvieron antes, con sus culturas, sus convicciones, sus luchas, sus errores y sus logros.

Somos nosotros.

Más o menos así fue el año de 1810 en Misiones; casi me olvido, otra decisión de la Primera Junta estaba en preparación, la Expedición al Paraguay, al mando de Manuel Belgrano.

Hasta el próximo viernes.