Septiembre, mes del maestro, del docente y del bibliotecario

miércoles 16 de septiembre de 2020 | 5:00hs.

Por Rubén Emilio Tito García rubengarcia1976@live.com.ar

Se impuso el 11 de septiembre el Día del Maestro en Argentina, recordando a Domingo Faustino Sarmiento, fallecido en Asunción Paraguay en 1888.  Conocido como “el padre del aula”, quien fuera presidente entre 1868-1874, fue el gran impulsor de crear una ley educativa cuyas ideas expuso en el texto ‘Educación Popular’. Idea que recién se concretó en 1884 cuando se aprobó la Ley 1420 de educación universal, obligatoria, gratuita y laica.

Ya antes, en la primera conferencia de Ministros y Directores de Educación de las Repúblicas Americanas celebrada en Panamá, propuso esa fecha como Día del Maestro para todo el continente. Hubo una excepción, la República del Perú: escogieron el 6 de julio debido a que el general San Martín fundó la primera Escuela Normal de Varones en 1822. En sentido educativo, el gran Libertador fue un adelantado.

Hubo otra segunda excepción posterior, Colombia, pues el 15 de mayo de 1950 Pío Xll proclamó a San Juan Bautista de La Salle patrono de los educadores.  En simultáneo, la República colombiana declaró Día del Maestro.

Por su parte la Unesco fijó el 5 de octubre Día Mundial de los Docentes. Fecha que conmemora la firma entre esta institución y la Organización Internacional del Trabajo, cuando dio a conocer la Recomendación Conjunta del mejoramiento del personal docente. Antes, declaró el 8 de septiembre Día de la Alfabetización.

Días más, el 13 de septiembre, se celebra el día del bibliotecario. Acontecimiento que se origina en la incipiente Argentina del primer gobierno patrio, debido a una resolución de la Primera Junta de 1810.  Resulta, que la juventud de aquel momento exacerbada por el acontecimiento revolucionario descuida su educación por las prácticas de las armas, preparándose para la lucha que sobrevendría. Advertidos nuestros pro hombres, y en afán de que no baje la calidad intelectual de los muchachos, crean la Biblioteca Pública de Buenos aires con la finalidad de inculcar la lectura, no solo a los jóvenes, a la población. A su vez, Mariano Moreno, el pensante de la Revolución de Mayo junto a los primos Belgrano y Castelli, crea la Gazeta de Buenos Aires, el órgano publicitario de la Junta cuya primera traducción fue el Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau. Contrato que los argentinos del presente la utilizamos según conveniencias.

Más acá en la historia, la fecha del Día del Bibliotecario fue establecido por el Congreso de Bibliotecarios reunidos en Santiago del Estero en el año 1942, en homenaje a los protectores del libro y en recordación a los dos primeros bibliotecarios de la república naciente: Saturnino Segurola y Fray Cayetano Rodríguez. En Posadas, hubo hombres y mujeres que se destacaron y destacan en tan noble oficio. Camucha Acuña de Núñez, del Instituto Superior del Profesorado Ruiz de Montoya, supo ser por años de dedicación al cuidado de los libros, ejemplo de bibliotecaria. En su recordación, extensivo a la excelencia de sus colegas.

Retrocediendo en el tiempo, en los albores del Renacimiento, Francis Bacon publicó el manifiesto científico titulado Novum organun. En él razonaba que “saber es poder”. La prueba real del saber no es si es cierto, sino si nos confiere poder. Antes de Bacon la ciencia y la tecnología eran campos completamente separados, y cuando Francis las relacionó fue una idea revolucionaria. Pues bien, Sarmiento la tomó para sí y expresó que un país sin lectura y sin educación no puede prosperar. Lo decía cuando se verificaba un alto índice de analfabetismo y en el campo no había escuelas. Predicaba: “Para que haya paz en la República Argentina, para que los montoneros no se levanten, para que no haya vagos, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo, para que todos sean iguales...para eso necesitamos que toda la república sea una escuela. De él dijo Vargas Llosas: “La idea de la educación como causa superior del progreso de los países es modernísima y hoy está consagrada por el mundo entero. Vivimos en la era del conocimiento y Sarmiento fue precursor de este tiempo. Por su obra, millones de hijos de inmigrantes que venían hambreados de Europa y Asia conocieron la ciudadanía y la lectura”. Asimismo, Sarmiento, fue un gran bocón, porque decía lo que pensaba cuando otros callaban. Por ejemplo: “Nuestros hacendados no entienden ni jota y prefieren hacerse un palacio en la Avenida Alvear antes que meterse en negocios que los llenarían de preocupaciones. Quieren que el gobierno y que nosotros, que no tenemos una sola vaca, contribuyamos a duplicarles o triplicarles su fortuna. En este estado está la cuestión, y como el Congreso también está formadas por ganaderos…”

“¡Roca ha descubierto que en la Patagonia no hay indios!”.  Y sobre los gauchos “...no trate de economizar su sangre. Es un abono útil al país”.

Dijo un conocido escritor y periodista: “Pasa que Sarmiento vivió en el ciclo de la Argentina bárbara iniciada en 1806 con las Invasiones Inglesas, y culmina en 1880 con la Conquista del Desierto. Período de violencia donde la Junta de mayo fusiló a Alzaga y Liniers, héroes de la Reconquista; Lavalle fusiló a Dorrego; Rosas a Camila O’Gorman; los Reynafé a Quiroga, Urquiza a Madariaga, los vencedores de Caseros incautaron toda la fortuna de Rosas construida a fuerza de trabajo desde los 17 años, y no se la devolvieron nunca”.

“En este contexto revulsivo no sólo se dijeron, sino que se hicieron cosas tremendas. Entonces, ¿qué pueden importar las ideas racistas, incorrectas, éptantes de un escritor audaz y genial apodado ‘el loco’, que como presidente dio un impulso descomunal a la educación pública y convirtió a la Argentina en un país ejemplar? Comparémoslo, por un instante, con otros políticos que han dicho cosas superrazonables, pero nunca sirvieron ni para tocar un timbre”. A estos políticos, hoy, les toca recomponer nuestra dividida y quebrantada Argentina tras la pandemia.