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Fuegos no tan artificiales: un fin de año a los tiros en Santo Tomé

domingo 16 de agosto de 2020 | 6:00hs.
Fuegos no tan artificiales: un fin de año  a los tiros en Santo Tomé
Alfredo Poenitz

Por Alfredo Poenitz Historiador

Uno de los hechos más relevantes en la historia regional moderna fue la toma del pueblo de Santo Tomé el último día del año 1933 por asaltantes brasileños aliados con facciones radicales argentinas que buscaban desestabilizar el gobierno de facto del Presidente Agustín Pedro Justo.

Ese hecho fue precedido de un acontecimiento que nunca se terminó de aclarar, en la guardia de Subprefectura conocida hoy como Vanguardia, ocurrido un par de meses antes, el 15 de octubre de 1933. El pueblo santotomeño se hallaba de fiesta y socialmente convulsionado por el estreno en el cine Astral de la película “El rey de los gitanos”, protagonizada por un famoso tenor mexicano, José Mojica. La relación entre sanborjenses y santotomeños era muy fluida y carente de conflictos. Tan vinculados estaban, que, enterados algunos destacados dirigentes políticos y sociales de San Borja del estreno fílmico en la vecina orilla, consiguieron autorización para ingresar por la noche a Santo Tomé por el puerto. En la lancha, piloteada por un conocido alemán, Georg Rosembeq, que hacía todos los días el trayecto desde una orilla a otra con pasajeros, viajaban, junto a otros, Benjamín Vargas, hermano menor del presidente Getulio, que, como es bien sabido, era oriundo del pequeño pueblo de San Borja, Odon Sarubra Mota y Ary Mesquita Vargas, sobrinos del Presidente. Bejo, como lo llamaban a Benjamín, era jefe del regimiento sanborjense y un reconocido caudillo del lugar. Odón era hijo de Protásio, el segundo de los hermanos Vargas.

Pero la rutina de la inspección de los marineros del puerto santotomeño terminó en una fatídica noche que pudo, incluso, provocar gravísimos problemas diplomáticos entre Brasil y Argentina. Negados a informar sobre los bultos que transportaban los brasileños y ante la insistencia del cabo y marinero argentinos que, ante la sospecha de que portaban armas, les habían hecho saber que serían confiscadas mientras permanecieran en territorio argentino, Bejo, quien había hecho decenas de veces su ingreso al puerto sin ser inspeccionado, sustrajo una metralleta del interior de la lancha y comenzó a disparar hacia los guardias. Rápidamente el fuego fue respondido desde el puesto de la prefectura y comenzó un largo tiroteo que finalizó cuando la lancha Dos Ases, del alemán Rosembeq, tomó el camino de regreso con su motor en llamas como consecuencia de haber sido alcanzado por los disparos. No alcanzaron a llegar. La lancha, en llamas, comenzó a hundirse sin alcanzar el puerto sanborjense, debiendo los sobrevivientes alcanzar a nado la orilla brasileña.

El tiroteo terminó en una tragedia para la familia Vargas. Odón y Ary fueron muertos en la contienda. El cuerpo de Odón quedó en tierra argentina y el cadáver de Ary fue transportado a nado por el resto de la tripulación. El alemán Rosembeq murió alcanzado por las llamas de su lancha.

El vicepresidente Julio Argentino Roca, a cargo de la presidencia en ese momento convocó a una urgente reunión con el canciller y otros ministros. La situación se agravaba porque el presidente Justo estaba en Brasil y había sido recibido por Getulio con honores militares. Todo hacía prever un grave conflicto diplomático, pero primó la hipótesis de que Bejo había utilizado el pretexto de la movida social en Santo Tomé para promover una cacería contra Jovelino de Oliveira Saldanha, periodista que operaba en contra de la familia Vargas desde Argentina.

El presidente Vargas, conocedor de su familia riograndense e informado de la presencia de dos caudillos radicales argentinos, Roberto Bosch y Gregorio Pomar junto a otros 200 “montoneros” en cercanías de San Borja, pidió a sus hermanos que no se atrevieran a tomar contacto con aquellos. Pero, a pesar de la promesa de Bejo de no involucrarse con los radicales, el plan de ataque a Santo Tomé se definió para el último día del año. La jefatura de la operación se la encomendaron al comandante guerrillero Domingo Aguirre. Los hombres del XIV Cuerpo Auxiliar, comandados por Bejo Vargas, apoyaron tácticamente al movimiento. La noche del 31 de diciembre, lanchas cargadas de armas y rebeldes desembarcarían en el puerto santotomeño mientras otros, ingresando por el arroyo Itacuá, que rodea a la ciudad, se dirigirían al centro y tomarían el edificio de la policía local. Una secuencia de señales luminosas se comunicaría entre los dos grupos, las que se confundirían con los fuegos artificiales de las celebraciones de Año Nuevo. Al planificarse una acción conjunta con un grupo de rebeldes radicales que tomarían Paso de los Libres desde Uruguaiana, la acción se adelantó 24 horas por el apresuramiento de aquellos.

Amparados por ráfagas de ametralladoras los sitiadores tomaron el destacamento de Prefectura rápidamente ante la huida de los seis guardias apostados en el lugar. Mientras, João Falkemback, principal ad látere de Benjamín Vargas, con 50 hombres navegó por el arroyo Itacuá hasta el puente sobre la actual ruta 14 donde desembarcaron y se dirigieron al centro del pueblo. Una leve resistencia terminó con tres hombres muertos. En la terraza del hotel “París” colocaron una ametralladora que apuntaba al edificio de la comisaría, que fue tomada después de que los cuatro oficiales y seis policías que se resistieron al ataque quedaron sin municiones. Los presos liberados, a los gritos se unieron al saqueo de los sitiadores. El cuartel general se instaló en la Escuela Normal. Del medio millar de invasores, solo cincuenta eran de nacionalidad argentina. El resto no tenía ningún interés político. Sólo les interesaba apropiarse del botín prometido que era el reparto del dinero existente en la bóveda del Banco Nación, la que no pudieron abrir pues su cajero, don Pedro Miño, según narran los memoriosos en Santo Tomé, escapó del pueblo con las tres llaves dicen algunos y se escondió en un sótano, cuentan otros. Ni siquiera dos cerrajeros del lugar, armados con una palanca, lograron romper la sólida cerradura de seguridad. Entonces decidieron saquear bares, comercios y hogares del pueblo. A ello se sumó un obligado tributo que se ordenó recaudar al gerente del banco entre los vecinos como “impuesto de guerra”. Durante todo el último día del año, Santo Tomé fue blanco de los saqueos más atroces. Las casas de los vecinos más pudientes fueron violentadas. Anillos, joyas, carteras y relojes fueron arrebatados a sus dueños. A media tarde, enormes bolsas de víveres, muebles, máquinas de coser, cajones con porcelana y cubiertos, así como bultos de ropa, colchones, cortinas y sábanas se podían ver en las aceras, esperando ser transportados en barcazas.

El fracaso de los revolucionarios radicales en Paso de los Libres y en otros rincones del país hizo que a la noche los sitiadores decidieran regresar, más aún cuando corrió la noticia de que el Presidente Justo había enviado tropas para recuperar el pueblo.

La protesta diplomática argentina no tuvo mayor respuesta que una magra indemnización un par de años después de estos graves hechos.
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