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domingo 23 de junio de 2019 | 6:00hs.
Hacinamiento y masacres en las cárceles
Grupos de pandilleros rigen en los lugares de reclusión en América Central.
Grupos de pandilleros rigen en los lugares de reclusión en América Central.
Martín Medina

Por Martín MedinaPolitólogo

Hacinadas, con escasos guardias que las controlen y con circuitos propios de venta de sexo, seguridad o alimentos ,es el perfil de las cárceles latinoamericanas. En Brasil murieron presos en enfrentamientos entre bandas rivales en cárceles de Roraima y de Manaos. La región más violenta del mundo según datos de la ONU, que señalan que el 36% de los asesinatos que ocurrieron en el globo pasaron en el continente, enfrenta su pandemia: que sus sobrepobladas cárceles dejen de ser una cantera de criminales donde se desconocen los derechos humanos.
El argentino Gustavo Fondevila, académico del Centro de Investigación y Docencia de México (Cide), es uno de los expertos sobre las prisiones de este continente.
“En El Salvador, una de las pandillas que controlaba el penal tenía su propio portavoz que controlaba las relaciones públicas y con el que nos reunimos para que nos permitiera entrar. Nos pidió un regalo para el líder”, recordó. “Le entregamos una pelota firmada por (Leo) Messi”. Además, el papa Francisco le ayudó a abrir otros lugares de encierro igual de complicados para sus estudios académicos a fin de pugnar por mínimas condiciones dignas en los penales.
De sus estudios, en los que compara seis significativos países como Brasil, Argentina, Chile, Perú, El Salvador y México, se desprenden dos cosas: las prisiones con menor índice de violencia entre los presos y las que tienen menor tasa de maltrato por las autoridades son las que controlan los reclusos.
“Las mejores cárceles son las que menos se golpea a los presos ¿Golpearías a un pandillero? Se da una situación paradójica: los sistemas más garantistas y que mejor funcionan son donde hay mayor violencia de los custodios contra los presos. ¿Para qué golpear a alguien si el mercado ilegal funciona correctamente?”, indagó.
Los números de la Encuesta a Población en Reclusión de Latinoamérica corroboran lo anterior: en Chile o Argentina el porcentaje de reclusos que dice haber sido golpeado por guardas es del 18,7 y 14,5%, mientras que en Brasil y El Salvador, donde muchos penales están controlados dentro por grupos de delincuentes, es del 2,6 y 1,3%.
“El gobierno criminal es más eficiente y exitoso en manejar la violencia que el gobierno del Estado. Las pandillas dominan”, explicó.
Además explicó que “hay casi una relación inversa entre la tasa de homicidios a nivel nacional y los homicidios carcelarios. Por ejemplo, un país con tasa de crímenes casi europea como Chile tiene la tasa de homicidios más alta de la región dentro de la prisión; mientras que en otros países, las cárceles son más tranquilas que las calles. En El Salvador, la tasa de homicidios nacional es más alta que la tasa de homicidios en los presidios”.
Los datos que ofrece son contundentes: la tasa de homicidios, calculada sobre 100.000 habitantes, de Chile, Argentina y Perú es de un 3,5, un 5,5 y un 6,6; mientras que en prisión esa cifra se eleva a un 103,2, un 43,6 y un 51,1 respectivamente.

Pujas por el liderazgo
“Yo comparto el diagnóstico nefasto sobre las cárceles, pero agrego otro factor cardinal. La consolidación de un líder o banda dentro de una cárcel no significa que la violencia será siempre baja. Los equilibrios por su naturaleza son inestables, ya que las rivalidades internas pueden ocasionar reacomodos. Cuando esto ocurre, es de esperar una espiral de violencia. Esto lo hemos visto en cárceles brasileñas y en Honduras”, aseguró de su parte Marcelo Bergman, director del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (Celiv).
El dominio de la cárcel por las autoridades es uno de los grandes retos. En muchos países su control es perimetral, de puertas para afuera, permitiendo ante la falta de recursos que sean los encarcelados los que impongan sus propias reglas dentro. “Hay mucha variación entre los distintos países. En Venezuela y El Salvador, por ejemplo, hay varias cárceles autogobernadas por los presos. En cambio, en Chile y Perú, las autoridades tienen casi pleno control de lo que ocurre en sus pabellones”, afirmó Bergman.
Incluso en algunos penales se viven situaciones increíbles: cárceles en las que los líderes tienen jacuzzis, salas de fiestas, televisores y hasta puertas propias con llave instaladas por un cerrajero en sus celdas. “En las cárceles masculinas de México circulan carpetas con fotos de mujeres presas y sus respectivos precios. Los custodios arreglan que se puedan encontrar en los túneles que unen las cárceles con los juzgados penales. Las visitas íntimas son otro negocio. Como hay solamente un par de habitaciones para miles de presos, los presos montan carpas con mantas en el patio central donde se puede tener sexo. Hay que pagarles a los que ponen las carpas. El sexo es un negocio en todos los sentidos: hay gente que se dedica a cantar, escribir cartas de amor, montar las carpas, vender condones, cuidar los niños mientras se tiene sexo”, explicó Fondevila.
A veces, sin embargo, esos líderes que usan la cárcel a su antojo son criminales de cuello blanco y no violentos pandilleros. En Colombia, en la Cárcel de la Picota de Bogotá, las fuerzas de seguridad tuvieron que retomar el control del penal tras denunciarse que políticos y empresarios contratistas encarcelados habían colocado cerraduras en las puertas y remodelado y ensanchado sus celdas en las que habían hecho salas de visita y hasta zonas de juego para sus hijos. “El ex senador Juan Carlos Martínez, vinculado a los paramilitares y el narcotráfico, celebró su cumpleaños durante dos días con 34 invitados en su lujosa celda”, se denunció.
La comida y atención médica mejora también, explica Fondevila, cuando es gestionada por los presos.
“Las cárceles con los mejores niveles de comida son las de Brasil y El Salvador. Esto es posible porque no se trata de comida servida por el servicio penitenciario, sino ingresada por las familias de las personas privadas de la libertad. Cuando no sucede esto, la calidad baja de inmediato. En El Salvador vi que entregaban bolsas con cabezas de gallinas para cocinar”, señaló Fondevila. “La comida no está organizada por el servicio penitenciario. En muchas unidades, los presos se cocinan a sí mismos. Y es bastante habitual que las familias vivan fuera de la prisión e ingresen a diario a la hora de la comida. En una cárcel de Oaxaca, en México, la familia vive con el preso en el patio en una choza con mantas y cartones. La mujer cocina a diario y los niños salen a la escuela y regresan por la tarde a la prisión”, añadió el investigador del Cide.
“Las peores cárceles tienen los mejores servicios médicos: las pandillas hacen ingresar medicamentos”, según los números del español Carlos Vilalta, responsable de elaborar las estadísticas que maneja Fondevila.
La comparativa de los seis países mencionados según la Encuesta a Población en Reclusión de Latinoamérica tampoco deja dudas: el 39,6 y el 29,4% de los presos brasileños y salvadoreños tienen agua potable por el 20,8 y 5,3 que disfrutan en Argentina y Chile.
Las violaciones son otra problemática creciente en el que el grupo dominante supone un freno. “Las tasas de victimización sexual más graves están en los sistemas que no tienen pandillas controlando las cárceles. En los sistemas penitenciarios donde hay altas tasas de victimización sexual, generalmente los custodios informan a los otros presos de aquellos que fueron condenados por asaltos y agresiones sexuales, que son inmediatamente victimizados”, explicó Fondevila.
Los tabúes para reconocer las violaciones son fuertes y los presos admiten haber sido violados en un 2,3 y un 1,3% máximo, en Argentina y Chile, mientras que sí confirman que han visto como violaban a otros reclusos en un 11,9 y un 10,5% en los mismos países. Los penales brasileños y salvadoreños, donde las condiciones de vida son infrahumanas desde un punto de vista de hacinamiento y servicios estatales, son de nuevo los mejor parados: sólo un 3,4 y un 4,5% de presos salvadoreños y brasileños manifiesta haber asistido a abusos sexuales.
Los datos de victimización y delitos de los seis países tienen una respuesta basada en una violencia superior, que lo cubre todo, formada por las temidas y organizadas pandillas salvadoreñas Barrio 18 y Salvatrucha-13 o las brasileñas Primer Comando de la Capital o Comando Rojo. Su régimen de terror y control del territorio impone una paz a su antojo que sólo se ve inquietada cuando aparece algún grupo rival a disputar la plaza. Mientras, hacen hasta desaparecer los cadáveres de los pocos que desafiaron su poder.
“En El Salvador, cuando deciden matar a una persona, se elige a los asesinos que usan cuchillos fabricados con flejes de hierro, que matan en pocos segundos a la persona atravesándola varias veces en el corazón. Después están los deshuesadores, que se encargan de separar en minutos la carne de los huesos. Allí intervienen los picadores, que reducen la carne a pequeños trozos que caben por el agujero de los baños”, explicó Fondevila.
La investigadora mexicana Elena Azaola presentó el trabajo “Situación de las prisiones en América Latina”. Destaca las acciones a tomar para aplacar el problema carcelario: “Reducir el uso excesivo de la pena de prisión, incluyendo penas alternativas por delitos menores y recuperar el control de las prisiones por el Estado”.


Cortar la señal de los celulares en los penales

El gobierno de El Salvador exigió esta semana a las empresas telefónicas que operan en el país centroamericano que corten por completo la señal telefónica en todas las cárceles para evitar que los pandilleros ordenen asesinatos y extorsiones desde los recintos de detención.
"Les hemos pedido a las empresas telefónicas de manera contundente que en 72 horas no debe de existir ninguna señal, tanto de datos como de llamadas desde los centros penales", dijo el ministro de Justicia y Seguridad Pública, Rogelio Rivas.
Después de una matanza de once hombres que estremeció a la opinión pública en marzo de 2016, atribuida por las autoridades a las pandillas, el gobierno pasado declaró emergencia en siete cárceles y exigió la interrupción de las señales telefónicas. En tanto, la Asamblea Legislativa dio luz verde a las autoridades para someter a los criminales encarcelados a aislamientos severos.

Recurrentes crisis del sistema penitenciario en Brasil

Brasil afrontó a inicios de mayo una nueva crisis en su sistema penitenciario después de que peleas registradas en varias cárceles de la ciudad de Manaos, capital del estado de Amazonas, en el norte del país, dejaron 75 muertos.
Las autoridades tuvieron constancia de esta nueva masacre con el hallazgo de los cuerpos de quince internos de entre 21 y 42 años de edad, asesinados en el interior del Complejo Penitenciario Anísio Jobim (Compaj).
Hallaron los cuerpos sin vida de otros 40 reclusos, con indicios de haber fallecido por asfixia, tras inspeccionar a fondo ese centro y otros tres más, también situados en Manaos.
La Secretaría de Administración Penitenciaria de Amazonas aseguró en una nota que la situación “volvió a estar bajo control, con todos los presos entre rejas”.
El Compaj fue escenario, en 2017, de una cruenta matanza entre presidiarios de distintas facciones rivales que dejó entonces un saldo de 66 muertos, muchos de ellos por decapitación, y cerca de 200 fugados, después de 17 horas de auténtica batalla campal.
Ese trágico episodio dio inicio a una de las peores crisis penitenciarias en la historia de Brasil, con réplicas en otros estados del país y que obligó al entonces presidente Michel Temer (2016-2018) a permitir el uso del Ejército en el interior de las cárceles. Ese último tema fue desarrollado en un artículo publicado por profesores y estudiantes en la Revista Conexiones de la Universidad de la Cuenca del Plata.

Paraguay: mayoría de los presos, menores de 30 años

Un informe señala que en Paraguay 14.848 personas se encuentran privadas de libertad, de las cuales poco más de la mitad de los hombres son menores de 30 años. Además, revela que el robo y el microtráfico son los principales motivos de encierro. El Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura (MNP) difundió el primer anuario estadístico de personas privadas de libertad en Paraguay 2018. El relevamiento estadístico dio cuenta de que la mitad de la población de las cárceles es menor de 30 años.
La base de datos fue conformada a partir de la recolección de las planillas de registro de los 27 establecimientos de privación de libertad: 18 cárceles y nueve centros educativos. Soledad Villagra, titular del MNP, mencionó que estos datos ayudan a mejorar el trabajo en políticas públicas y que beneficiará al sistema procesal penal, según una nota del diario Última Hora. Dijo que los números se deben a que 8 de cada 10 personas acusadas entran a la cárcel sin condena, colocando a Paraguay como el país con mayor cantidad de personas con prisión preventiva de América. “Esto denota una gran morosidad en el Poder Judicial, hay gente que cumple todo con su condena y después sale que es inocente. No se disculpa que se prefiera mejor a la gente adentro que afuera”, cuestionó. Agregó que la “criminología mediática también es otro factor en la reinserción. Antes de que la persona esté en la cárcel ya está condenada. Se asume que es culpable hasta que se demuestre lo contrario”, lamentó.
El anuario resalta los hechos punibles más frecuentes por los que las personas son procesadas. En el caso de los hombres, el 44,45% se encuentran privados de libertad por hechos punibles contra los bienes de las personas, 28,30% por hechos punibles contra la persona, 15,69% por hechos punibles contra la ley de drogas y 8,68% por hechos punibles contra la convivencia de las personas.
La semana pasada una lucha entre reclusos en una cárcel del Departamento San Pedro dejó nueve muertos, según confirmó Blas Martínez, director de Institutos Penales. Circularon videos en las redes sociales en los cuales se divisaban las cabezas cortadas de los fallecidos.
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