Defender la vida

viernes 15 de marzo de 2019 | 5:00hs.

La vida es el primer derecho, el ser humano tiene la obligación de defenderla. La vida humana comienza desde la concepción en el seno materno. Permitir la legalización de la aborto sería como ir en contra del primer derecho y del deber del ser humano de cuidar y honrar la vida. Defender la vida debe ser una axioma que guíe nuestro derecho, nuestras cartas magnas, nuestra ética.
La vida que crece en el seno materno es independiente tanto de la madre como del padre. Pretender ser dueños de ella sería rebajarla ha estado de cosa, y la vida no es una cosa con la que se pueda negociar o desear tener prerrogativas especiales que den poder sobre ella. Cada vida humana encierra un misterio inconmensurable, el ser humano no puede otorgarse la potestad de decidir sobre un misterio que desconoce su trascendencia y teleología, debe proteger la vida como gusta conservar la suya.
El César con su pulgar decidía si el gladiador vivía o moría; ya hemos evolucionado y superado criterios de supremacía existencial. El primer acto de correspondencia con la vida es ser agradecido, agradecer por cada nueva vida que viene a compartir un momento en la existencia; maravillarse con la gracia de la vida es tener la capacidad de asombro que nos acompañará a través de los años, brindándonos el deleite de las cosas bellas y buenas de la vida. La muerte siempre deja un vacío, la vida humana es luz que no nos corresponde apagar; ideas que algunos consideran de la era medieval que el racionalismo ha sabido sublimar, pero hay cosas que la razón no puede abarcar.
La falta de empatía  que se demuestran los seres humanos entre sí a través de la pobreza, las villas miseria, las cárceles, la contaminación de ríos y mares, el calentamiento global, el desmonte desequilibrado, los basurales sin reciclado, la usura de las deudas externas... En Brasil dos adolescentes entraron a una escuela y asesinaron a cinco niños, luego se quitaron la vida, acontecimientos que hacen que muchos no puedan ver la belleza que encierra cada vida, cada día, cada momento. Nosotros somos los artífices de nuestras sociedades. Arrastrarnos por el fango de la mediocridad como primitivos seres en busca de alimento, egoístas sin más miramientos que nuestro placer y bienestar sólo nos convierten en víctimas de nosotros mismos.
La lógica del descarte en esta cultura del consumo vuelve instrumental todas las cosas, incluso a la vida que manipulamos como un celular. En Misiones, una niña de 11 años decidió convertirse en madre de mellizos; esperemos que tanto los defensores del pañuelo verde como los azules no les hagan faltar ni un zapato a los tres, si no, no son creíbles sus luchas. 

Pablo Martín Gallero

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