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La labor entre los guaraníes del jesuita Antonio Sepp

viernes 02 de noviembre de 2018 | 5:00hs.
La labor entre los guaraníes del jesuita Antonio Sepp
Alfredo Yaquinandi

Por Alfredo Poenitz Historiador

Los miembros de la Compañía de Jesús deben ser reconocidos como los más excelentes maestros y misioneros en la Historia de la Iglesia Católica.
En su labor evangelizadora entre los indios guaraníes en la Provincia Jesuítica del Paraguay (1607-1768), la inmensa mayoría de los sacerdotes se destacaron por su adaptación, perseverancia, humildad y capacidad de entendimiento de la cultura guaraní de la que mucho preservaron en su proceso misional. Pero la historiografía ha reconocido algunos nombres que, por diferentes razones, quedaron en la memoria por sobre el resto. Así, entre los estudiosos de las Misiones Jesuíticas entre los indios guaraníes suenan familiares los nombres de Marciel de Lorenzana, Pedro Romero, Roque González de Santa Cruz, Simón Masetta, José Cataldino, Antonio Ruiz de Montoya, Bernardo Nusdorffer, José Cardiel, Buenaventura Suárez, Cristóbal Altamirano, Doménico Zípoli, José Prímoli, entre otros. A la altura de ellos, sin dudas, se encuentra la figura del P. Antonio Sepp.
Guillermo Furlong ha sido el más importante escritor de las Misiones. En su profusa labor historiográfica le ha dedicado biografías a cada uno de los más relevantes misioneros. Entre ellos al Padre Sepp, llegado a estas tierras en 1691 cuando tenía 35 años. Nacido en el Tirol en 1655 de familia noble, como la inmensa mayoría de los sacerdotes jesuitas de aquellos tiempos, ingresó a la Compañía de Jesús en 1674 pidiendo al Superior de la Orden ser destinado a las misiones ultramarinas, adonde viajó en 1690, partiendo de Sevilla, junto con otros célebres religiosos como el P. Juan Neumann, uno de los introductores de la imprenta en el Río de la Plata desde los pueblos de guaraníes. Arribaron a Buenos Aires en abril de 1691 definiendo Sepp a aquella como “una aldea con casas de una sola planta, y sus paredes no de ladrillo, ni de piedras, sino de bloques de tierra y sus techos de paja y barro”.
En general, los jesuitas venidos de Europa en cuanto llegaban al Río de la Plata eran enviados al Colegio Máximo de Córdoba para prepararlos para la labor evangélica. Pero en el caso de los alemanes, según cuenta Furlong, los enviaban directamente a las Misiones. Así fue como Sepp fue destinado inmediatamente al pueblo de Yapeyú donde permaneció durante tres años y su labor allí es reconocida como músico, como él mismo lo reconoce en su obra “Gobierno Temporal de las Misiones” donde dice que”…en sólo un año he formado a los siguientes maestros de música: 6 trompetas, 3 buenos diorbistas, 4 organistas, 30 tocadores de chirimías, 28 de corneta, 10 de fagote”. En San Juan Bautista, pueblo que él mismo fundó, desprendiéndolo del de San Miguel Arcángel, narra, a modo de ejemplo de la capacidad musical de los indígenas, que en una celebración de Nochebuena hizo ejecutar una Pastoral y varias canciones navideñas de origen alemán traducidas al guaraní.
El P. Sepp estuvo más de 40 años misionando en los pueblos guaraníes. De Yapeyú se trasladó a Nuestra Señora de Fe, luego a San Francisco Javier, de ahí a San Juan Bautista donde llegó a instalar una fundición de hierro extraído de las vetas de la piedra itacurú mezclándola con carbón vegetal en hornos especiales construidos al efecto.  Sepp pudo conseguir colar hierro en 1700. Sus últimos destinos fueron La Cruz y San José donde falleció el 13 de enero de 1733 a los 77 años.
A pesar de ser recordado por su acción musical, en especial en su primer destino, Yapeyú, el P. Furlong considera que se han exagerado los méritos de Sepp en ese aspecto, tomando como fundamento las propias palabras del misionero. Incluso asegura que estuvo muy lejos de la genialidad de Doménico Zípoli, el más destacado músico de las Misiones Jesuíticas. Era Zípoli un sacerdote jesuita de la Toscana, llegado al Río de la Plata en 1717 y fallecido en 1726 a los 38 años en la Estancia Jesuítica de Santa Catalina en Córdoba.
Sepp, siempre siguiendo a Furlong, sabía tocar diversos instrumentos musicales e incluso componer algunas pequeñas obras de su propia cosecha y una enorme habilidad para fabricar instrumentos con la ayuda de los indios guaraníes. En sus memorias, Sepp sólo se considera un renovador de la música de los guaraníes al incorporar la música más moderna de los alemanes y romanos. Quizás exagerando en su humildad pero con sinceridad escribe:
“No hay nada que aprecien más los indios que la música. Cuando les enseñé mis instrumentos musicales y las composiciones de Europa, y cuando les toqué un poco (porque mucho no lo sé)…no pudieron contenerse…” Y continuando con su humildad se pregunta: “¿Quién fue el que enseñó a esos indios a cantar, a tocar el órgano, a tocar trompas, chirimías y fagotes? Fueron nuestros Reverendos Padres quienes enseñaron a….cocer el pan, a confeccionarse las ropas, a cocinar, a pintar, a fundir campanas, a tocar órgano y arpa, corneta, chirimía y trompeta, a hacer verdaderos relojes….no fueron otros que nuestros santos predecesores…. éstos enseñaron  a los indios a cantar….”
Sepp fue un enorme educador en la música entre los guaraníes. Pero todo parece indicar que su originalidad musical estribaba en la letra y no tanto en la música. Y dejó su legado en cada uno de los pueblos en los que le tocó misionar.
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