Los “errores” de Triaca

La polémica que terminó convirtiéndose en escándalo y motivó que la Oficina Anticorrupción abriese una investigación (página 14) comenzó con un mensaje de audio de WhatsApp que se filtró la noche del pasado lunes. En éste, se escucha al ministro de Trabajo, Jorge Triaca, insultando a quien por entonces era su empleada doméstica. Después, trascendió que la empleada trabajaba en negro en la casa del funcionario. Y el escándalo terminó de estallar cuando se supo que esa misma mujer fue designada por Triaca como delegada de la intervención de una de las filiales del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos, con un sueldo de $28 mil al mes.     

Tras conocerse estos datos, el ministro ensayó un tibio pedido de disculpas y se fue de vacaciones. Y ayer salió a respaldarlo el jefe de Gabinete, Marcos Peña. Sostuvo que lo que hizo Triaca fue sólo "un error" y que eso no va a costarle el cargo. Más allá de si el ministro debería ser removido o no por esta cuestión, las palabras de Peña poco aportan en el proceso de depuración política e institucional que el gobierno del que forma parte presume liderar. No se trata sólo de un mal ejemplo, se trata de una situación repudiable, sobre todo por la contratación en negro de una empleada nada más y nada menos que por parte del ministro de Trabajo, y por la mencionada designación a dedo y sin acreditar idoneidad para ello justamente en un gremio que está intervenido por los supuestos actos de  corrupción de su líder, el Caballo Suárez, Pero hay más: Triaca también designó en el Somu al supuesto hijo de su jardinero, según reveló el diario La Nación. 

La ligereza a la hora de acusar en ocasiones a otros de corruptos no puede transformarse a su vez en ligereza a la hora de justificar los actos punibles propios, y es evidente que ese no es el mejor camino para lograr un cambio moral sobre el que funcionarios como el mencionado Marcos Peña tanto cacarean.

Por Carlos Serenelli