La grieta y el respeto

domingo 04 de septiembre de 2016 | 6:00hs.

Lo confieso: estoy en España. Y para más detalles, cuando esto escribo estoy sentado en un bar de la calle Columela de Madrid. Hace instantes aprendí que Lucio Junio Moderato Columela fue un sabio botánico nacido en Cádiz en el año 4 y muerto en Roma en el 74, contemporáneo por tanto de Jesucristo y de Séneca, que por su ciencia y por español de cuando España ni existía ligó esta calle cerquita de la Puerta de Alcalá.
Gracias a un largo viaje en auto entre el País Vasco y Galicia pude oír casi completo el discurso de investidura del principal candidato, actual presidente del Gobierno en funciones. A las réplicas de los partidos opositores las oímos en un viaje entre Santiago de Compostela y la Costa de la Muerte, en el confín de Europa. Allí interrumpió nuestro viaje el mismísimo cabo Finisterre, que como su nombre lo indica, es el fin de la tierra. En España todavía intentan formar gobierno los candidatos elegidos en las elecciones del 22 de diciembre del año pasado, porque ningún partido obtuvo la mayoría absoluta en el parlamento. Ante la imposibilidad de hacerlo hubo nuevas elecciones el pasado 26 de junio. En esas elecciones tampoco se llegó a la mayoría absoluta así que se imponían los pactos de gobernabilidad, pero tampoco el jueves hubo modo de ponerlos de acuerdo y todo parece indicar que habrá de nuevo elecciones. Lo gracioso es que por ley van a caer el día de Navidad, pero en eso sí se pusieron de acuerdo en dos minutos: serán una semana antes.
Y lo que pienso ahora en este bar de Madrid es que esos discursos que no llegaron a nada me enseñaron mucho sobre la democracia. Se lo voy a tratar de explicar antes de que se termine el espacio de esta columna y mi café negro con un croissant.
Cuando los oía me hacían las cosquillas que hace todo español hablando en los oídos de un argentino (y aquí permítame que haga una discriminación sexista: mucha más cosquillas hacen las mujeres que los varones). Los españoles hablan con frases que son como palabras. Usan frases hechas para significar conceptos. Nosotros también lo hacemos, pero no usamos frases hechas: cambiamos las palabras.
Para ejemplificar ese debate diría que se tiraron con todo lo que tenían y refregaron en la cara de sus oponentes el prontuario público y el privado. Uno decía “con todo respeto, es usted muy rengo” y el otro contestaba “yo seré rengo y no tengo nada contra usted, que es un gordinflón”. Es una teatralización y un hipérbole, pero era tal cual: no contestaban yendo al punto que el otro les había refregado sino que refregaban una nueva debilidad de su oponente, a ver quién coleccionaba más. Pero esto es lo malo de esas discusiones y debo reconocer que en la Argentina el método adolescente está exacerbado casi hasta el infinito. Lo bueno es el respeto con que se dijeron las cosas más atroces y la convivencia pacífica que demostraron a pesar de tener ideas muy diferentes. Ninguno de ellos trató jamás de convencer a nadie. Era evidente que ni lo intentarían porque, entre otras cosas respetan a muerte la libertad de pensar distinto y los votos de los ciudadanos. Pedía Mariano Rajoy, el presidente en funciones y quien lejos más votos sacó, que aunque sea siete socialistas o de otros partidos opositores, se abstuvieran de votar en contra para permitir al más votado llegar a la mayoría absoluta necesaria y formar gobierno desde la mayoría relativa que había conseguido. Pues no. No hubo caso: no se lo dieron. Y le recuerdo que eso en la Argentina se ha conseguido siempre con la Banelco, con un puesto para el hijo de Borocotó, con las gripes repentinas de Menem o con dinero contante su sonante.
Sorprende el respeto a las ideas ajenas y la coherencia en los principios. Una muestra cabal de democracia, que es la convivencia pacífica de los que piensan distinto y no la imposición a los perdedores de las ideas de los ganadores. Esto es genial. Esto es occidente. Esto es respeto… Cuando en la Argentina nos respetemos así se habrá cerrado la grieta que nos tiene en la lona hace unos cuantos años.

Por Gonzalo Peltzer
gpeltzer@elterritorio.com.ar