Los clubes de Posadas

domingo 05 de junio de 2016 | 6:00hs.
Admiro a los dirigentes de los clubes, sin importarme lo más mínimo quiénes sean. Los admiro aunque piensen exactamente al revés y propongan las soluciones contrarias a las que se me ocurren. Y los admiro por su dedicación desinteresada a los demás. Habrá alguna excepción que todavía no conozco, pero hasta ahora todos los que sí conozco son buena gente que se mete en líos terribles con la única ambición de mejorar las cosas para los socios. Pero como resulta que es imposible agradar a todos, se ligan los reproches de unos cuantos, a veces por envidiosos, otras por susceptibles y siempre por molestar nomás, que así somos los humanos. La mayoría de los directivos hacen su tarea robándole tiempo a sus familias y al trabajo que les da de comer, la hacen sin cobrar un mango y muchas veces tienen que poner de su propia billetera (“¡de algún lado lo habrá sacado”! piensan los mediocres). Para colmo reciben las críticas de los socios descontentos, de los hinchas, de los envidiosos y de los que tienen ideas geniales pero justo cuando no están en la comisión directiva… Por todo esto le recomiendo que alguna vez agradezca a los directivos su dedicación desinteresada y pondéreles las mejoras, aunque sean mínimas. Además se merecen toda nuestra comprensión cuando se equivocan, entre otras cosas porque el que nunca se equivoca es el que no hace nada.
Conozco algunos clubes de Posadas y Garupá y he tenido oportunidad de conocer también a los directivos de casi todos ellos. Hay de todos los tamaños y para todas las actividades deportivas, culturales y sociales, desde una biblioteca a un polígono de tiro, y ninguno es una sociedad anónima para ganar dinero. Algunos son eminentemente deportivos, otros son más sociales, pero todos tienen actividades para chicos, medianos, grandes y bien mayores: gimnasio, canchas para los más variados deportes, salones para reuniones sociales y el resto de instalaciones anexas a estas actividades como vestuarios, baños y aunque sea un mostrador para comerse un rico sándwich con una gaseosa: el deporte da un hambre de lobo y una sed de hipopótamo.
Los deportes son maestros de vida. Además de educar el físico y de tenerlo en forma, todos enseñan a convivir, a superarse, a perseverar y a compartir; enseñan a ganar y sobre todo a perder, que no es más que una oportunidad para volver a intentarlo. Es más que evidente su misión de contención de los jóvenes y es una perogrullada porque son los que más disfrutan de los deportes y de la competencia individual y en equipo. Pero de tanto hablar de los jóvenes nos solemos olvidar de que los clubes contienen también a muchos adultos, abuelos y ancianos necesitados de deportes y entretenimientos a su medida y sobre todo de compañía y de charlar largo con los amigos. Cumplen una función extraescolar tanto o más importante que la de la escuela porque son una extensión de la familia. Los clubes son más sanos que la compota y también el ámbito natural de la amistad.
No sólo sirven a los socios: hay infinidad de no socios que los aprovechan, a veces pagando la entrada y a veces de puro colados. Todos los clubes becan a quienes se atreven a los deportes aunque no tengan dinero para pagar la cuota. Todos cuidan a sus valores sin importar su origen o su billetera porque lo que importa es que se pongan la camiseta en todos los sentidos de la expresión. Además tienen una función cabal para el turismo de la ciudad y de la provincia: basta con pensar en la pesca o en el golf en este lugar privilegiado del planeta, pero imagínese los torneos y campeonatos regionales, nacionales o internacionales del deporte que se le ocurra. Misiones no da para los Juegos Olímpicos de invierno, pero sí para cualquier otra especialidad, por rara que sea.
Los clubes son patrimonio histórico y cultural de la ciudad. Todos llevan añares acompañando a los posadeños. Todos han sufrido las idas y vueltas de nuestra historia reciente y han superado las crisis con sacrificios que ni nos imaginamos. Me consta la preocupación de los clubes de Posadas por transformar la crisis en fortaleza y les deseo toda la suerte del mundo porque es evidente su inmenso aporte a toda la sociedad: si hay más y mejores clubes habrá menos dramas sociales y hasta menos hospitales. Por eso, además de suerte necesitan de la ayuda que les podamos dar, desde lo público y lo privado.

Por Gonzalo Peltzer
gpeltzer@elterritorio.com.ar