El asesinato de Rucci

jueves 18 de septiembre de 2008 | 2:00hs.
El 25 de septiembre de 1973, dos días después de haber sido elegido Juan Domingo Perón como Presidente de la República, caía asesinado el número uno de la CGT, José Ignacio Rucci. Un mes antes de aquel hecho, en un acto de campaña miembros de la Juventud Peronista, la JP, unida a los Montoneros, coreaban:”¡Rucci, traidor! ¡A vos te va a pasar lo mismo que a Vandor!". Ese había sido el anuncio de la condena a muerte por quienes cuatro años antes, entonces identificados como la agrupación guerrillera Descamisados, luego unida a Montoneros, habían asesinado a Augusto Timoteo Vandor, jefe sindical de la Unión Obrera Metalúrgica. A diferencia de aquel asesinato y de muchos otros, los Montoneros no reconocieron formalmente su responsabilidad en el de Rucci, aunque quedan pocas dudas sobre su autoría. De acuerdo a una investigación realizada por el periodista Ceferino Reato y relatada en el libro”Operación Traviata”, el atentado fue programado y ejecutado por un pelotón de los Montoneros encabezado por Julio Roqué. La denominación de la operación correspondió a sus autores y expone su grado de cinismo. La galletita usada con una rodaja de jamón en las clásicas”traviatas”, tenía 23 agujeros, la misma cantidad de disparos en el cuerpo del infortunado Rucci.
Ese asesinato puso distancia definitiva entre Perón y los grupos terroristas subversivos que mediante la violencia aspiraban a hacerse del poder político. También marcó a la dirigencia gremial que no dudó en alejarse de los pocos dirigentes de orientación marxista de la central obrera y plegarse al repudio que la sociedad en su gran mayoría expresaba sobre la escalada terrorista. La Juventud Sindical Peronista se encargaba de contrarrestar la presencia y las acciones de la JP y de los Montoneros en las concentraciones del peronismo. El 1° de mayo de 1974, el propio Perón, al echarlos de la Plaza de Mayo, terminó con esa presencia irritante y contradictoria. Entre la Patria Socialista y la Patria Peronista que voceaban un bando y el otro, ya no quedó ninguna duda hacia cual de ellas se volcó el entonces presidente junto al sindicalismo oficial. Perón ya se había propuesto una guerra de aniquilación y la Triple A materializaba una metodología ilegal, aunque aceptada o dejada pasar por la dirigencia política y gremial del peronismo.
La historia posterior es conocida. El retorno del peronismo al poder bajo el liderazgo de Carlos Menem ocurrió luego del juicio a las juntas militares y de la sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Menem procedió con los indultos, afirmando de esa forma la intención de superar  y dejar en manos de la historia el juicio definitivo sobre lo ocurrido y sobre las culpas de uno y otro lado en los dramáticos años setenta. En ese marco era comprensible que la dirigencia sindical no volviera sobre los asesinatos de sus líderes. Pero en el 2003 se alzó con el poder peronista Néstor Kirchner y trajo consigo, como el Caballo de Troya, a la intelligentzia montonera. Reforzó luego ese poder mediante fuertes dosis de populismo, confrontación, abundante caja y formas de reactivación económica sin mirar que hipotecaban el futuro. Logró así apoyos electorales y alineó mayorías parlamentarias.  Con la inspiración de un montonerismo cuasi fanático, al que él no perteneció con esa intensidad, Kirchner logró la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, declaró nulos los indultos. Además presionó a la Justicia hasta lograr el enjuiciamiento masivo de militares y policías que actuaron en la represión de la subversión. La imprescriptibilidad por el carácter de lesa humanidad primó dudosamente sobre el principio de la irretroactividad de la ley penal.
La dirigencia sindical peronista se olvidó en estos años de Rucci, Vandor, José Alonso, Dirk Kloosterman y del enemigo terrorista que la acosó. El poder kirchnerista y el juego de sus intereses inmediatos operó sobre convenientes amnesias. Pero el debilitamiento del poder K ha comenzado a refrescar la memoria de esos dirigentes y a liberar sentimientos convenientemente reprimidos. Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y otros sindicalistas afirmaron la semana pasada frente a los medios, que buscarán esclarecer el asesinato de Rucci y castigar a los culpables por tratarse de un delito no prescripto. Claudia y Anibal Rucci, hijos de José Ignacio, anuncian una presentación a la Justicia y la CGT solicitaría a la Cámara de Diputados un proyecto de declaración para que se considere el crimen de Rucci como de lesa humanidad. El péndulo que Néstor Kirchner desvió desde su posición de equilibrio hacia la izquierda vengativa, ahora comienza a moverse en sentido contrario. No pocos ex terroristas del entorno presidencial comenzarán a presumir un futuro entre rejas. Como a Robespierre, les vuelven como un bumerang el odio y la revancha que supieron lanzar. Nos preguntamos si no es tiempo de volver a intentar la pacificación y la unión nacional, que sin duda serán necesarias para poder construir el país hacia adelante a partir de la crisis hacia la cual nos están llevando quienes hoy gestionan nuestra República.

Manuel A. Solanet
economista