Un barrio unido por el corazón de Seba

Domingo 13 de enero de 2013
Solidaridad. | Vecinos del Tajamar organizaron una peña el próximo 3 de febrero en el Club Itapúa para juntar fondos. | Foto: César Lasso
Hace más de un año que Sebastián Dávalos, un niño posadeño de 8 años, está conectado a un corazón artificial en el Hospital de Pediatría Garrahan de Buenos Aires, a la espera de un órgano que le permita seguir viviendo.
 Con el objetivo de ayudar a la familia, los vecinos del barrio Tajamar están organizando una peña solidaria que se realizará el 3 de febrero en el Club de Itapúa con el apoyo de la asociación Compartir y el Cucaimis.
El pedido de Sebastián está en la lista de emergencia a nivel nacional. Una de sus hermanas, Silvia Dávalos y una vecina, Karina Arbelino, explicaron que la peña se desarrollará a fin de juntar fondos para la familia que actualmente permanece en Buenos Aires y al mismo tiempo, sensibilizar sobre la donación de órganos.

El caso de Seba
A principios de 2011, Sebastián ingresó al pediátrico de Posadas con un cuadro de dificultad respiratoria, con hinchazón en las piernas y cansancio. A partir de un electrocardiograma se constató el diagnóstico de miocarditis, que es una inflamación de un músculo del corazón.
Desde el 29 de diciembre de 2011, vive en el Garrahan junto con su padre y sus dos hermanas. Su mamá falleció pero cuenta con el apoyo de su familia, un equipo médico especializado y varias personas solidarias que lo cuidan.
Para ayudar a su familia, la caja de ahorro en el Banco Nación es Nº 0020595647 a nombre de Dávalos Alberto. En Facebook es seba davalos y en Twitter: sebast271190 “uncorazon para seba”.

Keila, una esperanza
En diciembre de 2011, Keila Luque de 11 años recibió un corazón para seguir viviendo. La niña oriunda de Posadas padecía de la misma cardiopatía que hoy tiene Sebastián desde abril de ese año y fue transplantada con éxito en el Hospital Garrahan de Buenos Aires.
Lisandro Benmaor, el reconocido cardiólogo infantil, también atendió este caso y contó que actualmente Keila vive una vida con normalidad y viaja hasta Buenos Aires, con la ayuda de Salud Pública, cada dos meses para realizarse los controles.

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