Horacio Ramírez tiene un sueño gigante con los colores granates

Sábado 31 de diciembre de 2005
En casa. | Horacio descansa en Posadas y los primeros días de enero debe partir para comenzar con los trabajos de pretemporada en el primer equipo. | Foto: Juan Carlos Marchak
Desde que comenzó a transitar por los caminos del fútbol jamás imaginó que llegaría a este presente. Eran épocas en las que Horacio Ramírez tenía otras prioridades, momentos en los que compartía con sus amigos, quienes lo bautizaron “el Gordo o Gringo”, entre ellos Diego, Roly, Pato, José, Edu, Fernando, Javi y Diego R. Y algo que sucedió casi de casualidad, a través de Tito Vera, lo llevó primero a ponerse en la mejor condición física y luego escalar en las inferiores de Lanús hasta convertirse en uno de los arqueros profesionales que aguarda por su oportunidad.
Horacio demuestra que posee convicciones sólidas. En ningún momento duda, va al frente y no se guarda nada. De ahí que su temperamento a veces lo traicione, más allá de que hoy en día su novia junto a la familia lo contienen en este período, quizás el más importante de su carrera.
Cuando repasa los recortes periodísticos un cosquilleo lo invade, mientras su metro 85 resalta con los colores granates. Todo empezó en el 2000. Lo tentaron para ir a entrenar bajo las órdenes de Rubén Kleisser, quien ya trabajaba junto a un grupo de jóvenes.
"Estaba remal físicamente. Era a full, hasta sábados y domingos", repasa Ramírez, quien en poco tiempo conoció el sabor del triunfo.
"Llegó fin de año y salimos campeones en el torneo de la Lidai con Luz y Fuerza. Ahí atajé cuatro penales con 25 de Mayo. Llegué a mi punto más alto acá y en febrero del 2001 fuimos a Buenos Aires".
Quilmes fue la primera escala. La prueba fue superada, aunque le gira por los clubes continuó. Llegó Banfield durante una semana a prueba y en ese momento Silvio Marzolini, ex figura y DT de Boca, le dijo que se quedara aunque no tenían más lugar en la pensión. El camino prosiguió en Lanús; no pasó demasiado y llegó el okey del técnico de la sexta. Dos días después, en el amistoso que derrotaron a San Lorenzo 3-1, llegó la confirmación para que al día siguiente llevara sus cosas y continúe con los entrenamientos.
En ese momento sucedió algo particular. Pepe Santoro ya le había echado el ojo antes y lo quería en Independiente. Entonces Horacio, quien ya había acordado con el Grana, se escapó hasta Avellaneda. "(Santoro) Sin probarme me quería llevar, fue viernes y sábado y él quería que me quede todo el fin de semana. Me llamó y me dijo que me iba a fichar. Yo en ese momento pensaba más en mi futuro, porque en Independiente estaba Lucas Molina que formaba parte de los juveniles y creí que iba a estar tapado".
En Lanús al principio pintó complicado. Eran cinco los arqueros de sexta división y todo parecía que el misionero tendría que remarla muy de abajo. "Los primeros cinco partidos ni al banco fui. En la sexta fecha se lesionó el titular y el otro no podía ir. Era contra Newell's, en Rosario, ganamos 2-1 y de ahí no salí más".
Durante ese período llegaron a la instancia decisiva nuevamente con la Lepra rosarina. Y cuando más lo necesitaban, apareció. Detuvo el penal clave y lograron el campeonato en lo que fue su primera temporada en ese 2001.
El 2002 fue el momento de dar el primer paso importante. Actuaba en la quinta división y el profe Daniel Córdoba tomó las riendas del primer equipo. Éste necesitaba un arquero y luego de las referencias que le acercaron llegó la decisión. "Se formó un grupo y me dijo ‘quedate Ramírez’. Estaban todos los técnicos de inferiores y los que trajo él. Ahí me dijo: 'desde mañana sos parte del plantel, así que empezás con la pretemporada. Pero así como a las once te digo que sos jugador del club a la una te puedo echar. Era reestricto pero muy motivador".
Córdoba no duró demasiados partidos y llegó la hora de Osvaldo "Chiche" Sosa, quien lo bajó a la quinta. Fue un momento complicado, fundamentalmente en lo anímico. "Me quería ir a otro club pero no me daban el pase. Iba al banco de reserva pero no jugaba en cuarta. La bronca que tenía, quería dejar todo, me puse loco. En el 2003 anduve rebien pero no me hacían jugar".
A fin de año nadie estaba conforme con el técnico de inferiores que además era coordinador. Las elecciones posibilitaron la llegada de Ramón Cabrero, el actual técnico de primera. Horacio nuevamente arrancó con el pie derecho ya que realizó la pretemporada y le llegó el mensaje: "te quiere ver Brindisi". Fue una prueba de diez días y otra vez a trabajar con los profesionales. "Desde ahí no bajé más. Estuve todo el 2004 y este año", recuerda.

Explosión
La llegada de Néstor Gorosito le permitió pulir el último aspecto que necesitaba trabajar. "Ahí exploté, me faltaba velocidad. El profe me laburó y ahí empezamos el año". En ese momento el uruguayo Gustavo Flores se había alejado y a cinco días del campeonato llegó Joaquín Irigoytía quien en los papeles sería el suplente con Bossio.
Durante el Clausura 2005 se produjo el debut de Ramírez en primera ante Olimpo (goleada por 5-0). Minutos antes de ingresar "estaba re ahogado, entrá tranquilo me dijo (Gustavo) Zapata, el ayudante de Gorosito".
Horacio destaca que Lanús es el típico club de barrio, de esos en el que todos se conocen. Sostuvo que constantemente recibe el afecto de la gente y que el hecho de que lo conozcan desde muy joven hace que mantenga la relación estrecha con los que componen el mundo Lanús.
En este momento no existe la misma relación entre los simpatizantes y Bossio de meses atrás. Esto lleva a los requerimientos para que Horacio salte a la cancha. "Yo no puedo hacer nada, tengo que seguir trabajando y no volverme loco", enfatiza.
Aunque, consciente de que es el lapso en que mayor madurez debe demostrar, se confiesa "tranquilo, siento que estoy para el banco o para jugar. En ese sentido me ayuda mi novia y la familia, yo soy medio loco. Soy temperamental, en la cancha soy ansioso y eso a veces..., tengo que mejorar. Quiero todo rápido y por ahí no es así". Por ello, rápidamente reflexiona y agrega, "son cosas que uno tiene, a veces son buenas y a veces malas".

La ilusión
Horacio tiene claro lo que puede suceder en el próximo año. Sabe que en alguna ocasión la chance tan anhelada va a llegar y que él podrá demostrar todo lo aprendido en los últimos años.
"Sé que a mitad de año se tienen que ir los dos (arqueros) o tienen que traer uno. Yo hablé con los dirigentes y mi representante y la idea es que quede uno y yo voy al banco. Sé que puedo, con Irigoytía me pasó, yo me sentía superior a él", comenta.
Y se muestra convencido de que quiere "jugar en Lanús. Voy a empezar el sexto año y tengo ganas de jugar. No es fácil...
...Te ofrecieron ir a otro equipo?
El año pasado tuve para ir a Palestino de Chile. No querían que me vaya. Después mi representante estaba buscando en la segunda de México pero también me dijo que quiere que juegue en Lanús y si hay un lugar para ir a afuera iré.
A pesar de que el fútbol hoy en día cuente a cada momento con la influencia del mercado globalizado, sostiene que "primero quiero jugar en Lanús. Ya me encariñé con la gente".
Cada vez que camina su figura se agiganta, con la intención de emular a sus espejos: Juan Carlos Olave y el italiano Francesco Toldo (del Inter), aunque "cada uno tiene su estilo, Chiquito (Bossio) me enseña mucho, es muy buena persona".
Atrás quedó el Gordo, como le decían en la escuela, también los intensos días en la cancha de los Curas en Posadas hasta llegar a la forma física ideal para buscar otros aires. "¿Sabés cuántos kilos bajé: 18?, pero siete por estar enfermo", recuerda y casi simultáneamente se sube a un colectivo imaginario para instalarse en el 2006.
"Si sigo laburando como hasta ahora, consciente de que puedo, a mitad de año puede ser. O antes también. Si Dios quiere y el técnico ve que ando bien y se juega, puede ser el año".


“No querían que me ponga nervioso”
La cantidad de entrenadores con los cuales se codeó llevaron a que Horacio siempre acumule experiencia. Carlos Ramacciotti también lo tuvo en cuenta y durante su estadía fue ocho veces al banco, la primera vez con Boca. "Mis viejos me fueron a ver en el partido de cuarta y Bossio iba a atajar en reserva. Después hubo problemas con los papeles de Flores (tenía que jugar en primera) y le dije a Chiquito por qué no iba a jugar: Él me respondió que no tenía ganas. Jugamos en reserva y cuando todo terminó me fui a duchar porque quería ir rápido con mis viejos. Llegué al vestuario y me dicen: 'misio venía a firmar'. Yo no entendía nada y ahí me di cuenta que era para ir al banco de primera contra Boca. No sabés la alegría que tenía, no lo podía creer".
Toda esta trama se debió a que el cuerpo técnico "no quería que me ponga nervioso".