El decálogo cultural misionero

Domingo 6 de octubre de 2013
“¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicarlo a quien me lo pide, no lo sé”. La sabia definición del “tiempo” que brindó San Agustín puede aplicarse sin mucho riesgo de desacierto a la literatura misionera que se vuelve, a la hora de su consideración, tan inabordable en su definición “concentrada” como casi todos los tópicos del paisaje y del universo humano de la tierra roja que la nutren.
Misiones misma es un poco indefinible (¿selva o río? ¿yerba o araucaria? ¿mensú o colono? ¿indio o duende fantástico? ¿jesuita o yaguareté?). De igual modo, su literatura -en su acepción de libros esenciales para intentar descifrarla- no es una cuestión tan sencilla de plantear como pareciera a simple vista.
La tierra roja ha dado grandes cuentistas, novelistas, poetas y ensayistas; dramaturgos y compositores, cuyas obras en conjunto moldean, y ninguna por sí sola sacia, la mentada literatura misionera.
Pero existe en este caleidoscopio una evolución darwiniana, cuyos hitos se postulan a modo de ejemplo: al principio fue el cuento quirogueano, después la poesía de “Triángulo” y luego la novela. Y enseguida, los tiempos hicieron que se potenciaran otra vez los cuentos y las poesías, y hoy, nuevamente reverdece la novela (Olga Zamboni y Raúl Novau acaban de ganar un certamen).
Desde los lejanos principios del siglo XX, Horacio Quiroga y Germán Dras han legado relatos fabulosos en los que se describen tanto la vida ribereña como la selvática.
Los poetas Manuel Antonio Ramírez, Juan Enrique Acuña y César Felip Arbó “revolucionaron” el género cuando lanzaron sus interpretaciones simbólicas a través del poemario “Triángulo” (1936) – al que pocos se le animan - y que abastecieron después Salvador Lentini Fraga, Marcial Toledo, Kaul Grünwald, Alberto Szretter, Daniel Stefani, Lucrecia Jeanerett, Isabel Birriel, Marisil Ceccarini, Antonio Hernán Rodríguez, Azucena Godoy, Numy Silva, Yiyu Finke, Tamara Szychowski, Aldo Cerruti, Anna Kapayannides, Roque Miranda, Mariela Vendrell, Jenny Wasiuk, María Aranda, Theo Barrios, Vasco Baigorri, entre tantos otros.
No pueden obviarse los entrañables cuentos de Hugo Amable, Abdón Fernández, Rosita Escalada Salvo y Thay Morgerstern, precursores a su vez de Luis Ángel Larraburu, Isidoro Lewicky y Aurelio Benítez.
Areu Crespo,Víctor Verón, Raúl Novau, Marcelo Moreyra y "Rolo" Capaccio han dejado huellas indelebles en la novela misionera que ya tiene sus jóvenes continuadores: Jorge Luis Lavalle y Sebastián Borkoski.
Compositores de la talla de Ramón Ayala, Alcibíades Alarcón y Karoso Zuetta aportaron sus producciones en bellas postales musicales así como Ismael Fernández y Rulo Fernández nutrieron la dramaturgia con piezas literarias.
Olga Zamboni (considerada La dama de las letras misioneras) representa en la actualidad el signo de la llama activa por sus cuentos, poemas (y ahora, novela).
Así, numerosos escritores - algunos inéditos - han moldeado a lo largo de cien años la literatura misionera, y elegir apenas diez libros para “condensarla” es la sustancia del concepto de relevantes lectores, que esta nota propone.
La literatura de Misiones es pues ese pintoresco caleidoscopio en el que cada uno, sobre todo para quienes el libro sigue siendo un placer inagotable, puede encontrar la colorida imagen, a medida, gusto y discreción, aunque sea imposible “explicarla”, a la manera del citado San Agustín.

Por Javier Arguindegui
sociedad@elterritorio.com.ar


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