El origen de la fatal discordia

Lunes 30 de noviembre de 2015
Manuel Antonio Ramírez nació en Buenos Aires el 1° de noviembre de 1911 y falleció trágicamente el 22 del mismo mes en 1946 en Posadas, donde vivió su infancia, desarrolló su obra poética y ejerció su profesión de periodista. Sus líricos abordajes literarios publicados en diarios y en el poemario Triángulo, y sus cáusticas notas en la prensa escrita (con los seudónimos de Antarticus, Martín Canilla y Piraña) se funden ahora con el hallazgo de nuevos recortes, cartas y testimonios, y van definiendo aspectos, felices y trágicos, de su corta existencia.

Preludio de un disparo
Durante 1946 (Perón estrenaba su primer mandato) gobernaron el territorio nacional de Misiones, primero, Eduardo Otaño, y después Manuel Ribero y Hornos.
A principios de julio, el militante socialista Aparicio Pereyra Almeida, de 50 años, oriundo de San José, secretario del Centro de Empleados de Comercio de Misiones, viaja a Buenos Aires por expreso pedido de su amigo y mentor, el ministro del interior Ángel Borlenghi, quien lo postula ante Perón como el futuro gobernador misionero a partir del 47.
A su regreso, consultado por los medios locales, Almeida, manifiesta cautela. “Debo -decía- esperar la confirmación”. No tardó en llegar el decreto del ejecutivo: el pueblo lo supo cuando a las 13.30 de la tarde del 23 de octubre El Día hizo sonar su sirena.
El 11 de noviembre, tras su nombramiento, Almeida brinda una conferencia de prensa a la que asisten los periodistas Humberto Pérez, Atilio Errecaborde, Mario Herrera, Pedro Rebollo y Manuel Antonio Ramírez, entre otros, y al día siguiente, 12, esas declaraciones se vuelcan en la tapa del diario El Día que ganaba la pulseada de la primicia. Ramírez, que había cumplido 35 años el 1° de noviembre, citará poco después esta noticia (Formuló declaraciones el gobernador, ver foto) en la que se lo menciona como 'representante' del diario El Imparcial que dirigía su amigo y colega Marcos Eustaquio Tavares Castillo.

Refutación ofensiva
El 20 de noviembre, Ramírez envía una solicitada al diario El Territorio, que la publica al día siguiente, cuyos términos refutan la aseveración de Tavares: "No pienso desempeñar cargo directivo alguno en esa hoja, porque soy peronista de la primera hora y El Imparcial se enredó con las filas enemigas". A su vez, lo acusa: "Tampoco alenté jamás las aspiraciones, que según es sabido, tiene el susodicho Tavares con respecto a la jefatura de Policía de Misiones. Tampoco alenté, sino que traté de disuadirlo, de sus visitas al Presidente y a la señora esposa del Presidente porque, respecto a la Jefatura, significaría un peligro por su incapacidad, y por otras razones que concretaré si se produce tan insólita designación" y descalifica gravemente ante la opinión pública: "Personalmente siempre asistí en su angustia intelectual a ese quídam porque fui del grupo de jóvenes que rodearon la fundación de El Imparcial para combatir la dictadura del año 30, pero no puedo consentir con mi silencio unas versiones que me afectan y que toman cuerpo, con el regocijado sentimiento de un semianalfabeto, que eternamente ha mercado con el idealismo gratuito de los demás".
A las diez y media de la noche del 22, Tavares Castillo busca a Ramírez, lo ubica en la casa de la familia Tosetti, en La Rioja y 3 de Febrero, y le dispara mortalmente. El homicida se entregó a la policía y en unos años recuperó la libertad.

Polémica inducida
En 1992 Lucas Braulio Areco comentaba en Radio Provincia: “A Manolo le sobraba talento, le salían las cosas que tenía que gastar, eso que tenía adentro y que le sobraba. Una vez armó una polémica sensacional. Resulta que alguien escribió algo contra Humberto Pérez en El Imparcial. Pérez leyó ese artículo y como Ramírez trabajaba en El Territorio, le mostró el diario. 'Sí, yo ya leí', dijo Manolo. 'Bueno entonces ya que leyó y sabe lo que dice, contéstele', ordenó el director. Y Manolo contestó el artículo. Tavares, de El Imparcial, quedó medio contra las cuerdas y a los dos o tres días le dice: '¿Viste lo que me contestó El Territorio?'. 'Sí, ya lo leí'. '¿Y te animás a contestar?' '¡Pero cómo no le voy a contestar si no tiene razón!'. Y Manolo se sentó y escribió una respuesta furibunda contra Pérez. Y va éste y le dice: '¿Pero vio lo que me dijo?' 'Sí, es una barbaridad, hay que contestarle'. O sea, armó una polémica que duró más de un mes entre El Territorio y El Imparcial hasta que un día Pérez le dice a Manolo: 'Mire, haga una nota y dígale que con esa clase de gente no se puede polemizar. Y no va más'. Así, Ramírez escribió la última de sus notas, sin derecho a réplica, haciéndole la cruz a El Imparcial".

Por Javier Arguindegui
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