“Yo eduqué bien a mis hijos, estoy segura de que no es un asesino”

Martes 27 de marzo de 2018
María Da Silveira, madre de Baumgart, prefirió encerrarse y no observar la reconstrucción del hecho. | Foto: Luciano Ferrreyra
Tranquila. Sin sobresaltos ni preocupaciones, fumando en la galería de su casa, María Da Silveira observaba ayer el despliegue judicial. “Nunca es así porque todo es demasiado tranquilo en este barrio, sorprende tanto movimiento”, explicó con una sonrisa que apenas le dibujaba el rostro.
Es la mamá de Juan Carlos, el acusado de matar a Angélica. Es consciente de que esta pericia podría determinar la continuidad de su hijo en prisión por unos cuantos años más, que si lo determinan culpable en un debate futuro lo van a trasladar a una unidad penitenciaria y que no lo va a ver tan periódicamente como hasta ahora, pero prefirió no enfrentarlo.
“Lo visité estos días, él está bien, no hace falta que me vea ahora”, dijo antes de que aparezca frente a su casa, con las esposas colocadas y rodeado de uniformados. En ese momento entró y cerró la puerta.
Pocos minutos antes, charló en exclusiva con El Territorio. Defendió a su hijo. Lo calificó como “un buen chico, trabajador y educado. Siempre colaboró con nosotros después de que me separé del papá, a diferencia de esa chica (por la víctima) que en cualquier momento aprovechaba para traer a su amante, el boxeador ese. Salía todas las noches dejando a su hija sola. Hasta le trajo al tipo a mostrarle la casa donde iban a vivir juntos siendo que con mi hijo no estaban separados, pero aprovechaba porque él trabajaba con el hermano del albañil en Posadas”.
“Muchas veces él (por su hijo) ni había llegado del trabajo y ella salía, dejaba a la nena con nosotros. Cuando era una beba no le importaba con quién quedaba, se iba al baile o a vagar por ahí dejando siempre a la criatura. Por eso la Justicia nos cedió la tenencia provisoria, porque para mi nieta (Sabrina) yo soy la mamá, no le falta cariño ni la contención en esta casa”, aseguró con vehemencia.
Como mamá, ¿cree que su hijo fue capaz de matar? Fue la pregunta obligada. La respuesta de María fue contundente: “Uno vive la vida entera con una persona y nunca termina de conocerla bien, pero desde mi punto de vista no. Mi hijo nunca fue rebelde, nunca andaba borracho ni metido en porquerías, no salía a bailar. Es imposible. Yo eduqué bien a todos mis hijos. Lo eduqué bien, estoy segura de que no es un asesino”.

Un frío día de invierno
María contó que jamás le preguntó a su hijo sobre el homicidio. Pero recordó que ese día que supuestamente ocurrió estaba juntando leña en un predio cercano. “Él me llamó, me dijo que si estaba en casa le busque a Sabrina porque Angélica estaba mal, que le había dicho que iba a tomar veneno y tenía miedo que le haga algo a la nena. Por eso dejé la bolsa de leña, fui allá y ella estaba acostada (por Angélica), entonces le cambié el pañal a la beba, junté su mamadera y vine a casa. Ella estaba ahí en la cama sin decirme nada. Seguro que la guaina quería levantarse y ella no quería, por eso lloraba tanto. Recuerdo que estaba muy frío ese día, había helado bastante”, recordó.
Siguiendo esa línea, contó que “la nena quedó hasta mediodía conmigo, cuando él vino del trabajo pasó por acá y la retiró. Más tarde llegó una amiga de Angélica, después parece que empezaron a lavar ropa porque escuche el ruido, hasta que la amiga se fue pero para ese entonces ya estaba encerrada, si hacía demasiado frío”. Esa noche, se cree que el acusado concretó el viaje en remís hasta el arroyo, llevando la valija con el cadáver adentro.
Lo cierto es que desde su punto de vista, durante el tiempo en que la víctima era buscada (alrededor de un mes) su hijo “jamás demostró nerviosismo o indicios de que pudo haber hecho algo malo. Sí la quería mucho, aunque ella siempre le maltrataba o se iba con el amante, algo que como madre me dolía pero nunca me metí en su relación”.
De la detención de su hijo, Da Silveira recordó que “era pleno mediodía cuando llego la Policía en casa. Le pregunte qué pasó -desde la pieza- me dijo que nada. La llevó conmigo a la nena y se fue. Como no volvía a la tardecita fui a ver qué pasaba y me enteré que era para reconocer el cuerpo de una mujer que habían encontrado en el arroyo. Por eso fui al hospital y me topé con la familia de Angélica. Me atacaron, me dijeron de todo, hasta que mi hijo le había raptado, pero eso es todo es mentira. Desde entonces poco veo a esa familia porque no vienen, ni siquiera a ver a su nieta”.