Wilson, un payador rebelde que rompe los moldes

Jueves 1 de junio de 2017

En pleno corazón de Villa Sarita, un poeta bonaerense y un músico misionero improvisan versos entre mates y guitarras.  Hasta allí llegó el diario El Territorio para conocer la historia de Wilson Saliwonczyk, un payador del siglo XXI que en sus canciones interpela al público con temas como la política, la filosofía, la violencia, la represión y la diversidad.
Nacido en Los Toldos, provincia de Buenos Aires, Wilson acaba de presentarse en la Peña Fusión, realizó una gira por centros culturales independientes de Candelaria, San Pedro, Eldorado, Puerto Esperanza, y el lunes pasado se presentó en la Universidad Nacional de Misiones donde cantó La Milonga Queer, una canción que invita a reflexionar sobre el valor de la diversidad.
En un recreo, durante la creación del próximo disco de Joselo Schuap, Wilson define al arte como una forma de vida. “Yo soy payador, no es que trabajo de payador”, aclara en diálogo con este diario.

Desde lo barrial, milonguero y cumbiero, en sus payadas, Wilson también ironiza sobre filósofos y pensadores europeos (Freud y la cumbia villera, Soy un gaucho lacaniano son algunos títulos que se encuentran en su página de Youtube) y compone versos de resistencia política como La milonga de los subsidios.
De muy chico fue un apasionado de la palabra y su interés por la poesía, las rimas, la etimología, la lingüística y la semiótica fue creciendo a través de los años. Con la payada viajó por América y Europa, incluso en 2005 creó el movimiento internacional de improvisadores llamado Juglares del Mundo y cinco años después, conoció a Joselo en Alicante, España.  
Wilson elige una forma de payada que ataca permanente al tradicionalismo y el statu quo. “La payada ha sido usurpada por el Estado y ha sido copada por toda una retórica tradicionalista, nacionalista, el gaucho, la patria, la bandera, la tierra y la ha vaciado. Esa es la finalidad del Estado, apropiarse de los símbolos y vaciarlos”, reflexiona.
Por eso, este hombre vestido de payador utiliza sus saberes de rima para romper moldes y cuestionar mandatos o estereotipos establecidos. “Tuve la suerte de ser atrapado por la milonga y la payada, y al mismo tiempo con el tiempo tratar de ir reapropiandome de la milonga de los paisanos y no de la payada institucionalizada, del gaucho estereotipado y del payador que ha quedado prisionero de ese estereotipo, así que cada palabra que escribo la pienso para romper con algo o con esas cuestiones establecidas y creando otras que sean más parecidas a nosotros y con lo que realmente nos interesa y sentimos”.

¿Por qué esa necesidad de despegarse del gaucho oficial?
Es una construcción fosilizada, es algo que no existe. Yo no soy un gaucho, soy Wilson y quiero ser yo sin repetir un discurso armado hace 100 años y hablar del ‘ser argentino’, que además no tiene goyete, ¿cuál es el ser argentino? ¿Qué tiene que ver un coya, con una porteña, con un fueguino y una misionera? El ser nacional no existe, es un invento del Estado para armar una construcción imaginaria de patria, es una forma de someter y nosotros estamos contra todo eso, y a favor de cualquier forma de libertad.

Viajaste por Europa y Sudamérica con la payada. ¿Qué aprendiste de esas experiencias?
En muchos países hay improvisadores, repentistas cubanos, versolaris vascos, cantastories italianos, raperos, y otras formas de improvisación. Aprendés miles de cosas en los viajes, se trata de ir aprendiendo de los lazos con personas diferentes. Una de las cosas más importantes de andar cantando es cómo la gente te abre las puertas de sus casas, de sus rituales; por ejemplo, que unos paisanos mapuches te inviten un asado o ayer que estuvimos cantando en la casa de Ivonne Pierron. Hay lugares donde un turista no entraría. Esas cosas son tan valiosas porque la persona más millonaria del mundo no podría adquirirlas con dinero.

¿Los temas de tus canciones fueron cambiando?
Si, porque vamos descubriendo y aprendiendo. Muchas payadas hablan contra toda forma de represión, y eso engloba muchas cosas, canto en contra de la violencia policial, la violencia del Estado, también sobre temas de género y de las diversidades de género que están en un momento crucial de lucha. Y en estos temas, no es un momento para medias tintas, por ejemplo con el acoso callejero, no es momento para estar justificando a un gil, porque están matando una mujer por día.
Son todos temas que nos tocan en lo más profundo, porque el poder es muy cobarde y ataca siempre a los más débiles, a la gurisada, a los viejos, a los desempleados, a los pobres, a las mujeres, a los locos.

¿Cuál es la relación con el público?
No hay que subestimar al público. Hay gente que es sensible y abierta, y aunque sea un paisano en el medio del campo puede aprender algo también. Sí hay que tener mucho cuidado con la televisión que le ha quemado mucho la cabeza a la gente con esto de la polarización, entonces hay gente que apenas te ve y ya te quiere hacer una tomografía a ver si sos macrista o kirchnerista. Y eso sí genera reacciones violentas. Yo no soy kirchnerista, no creo en el sistema político representativo.

¿Sos un payador anarquista?
Esa sería una categoría europea, creo más en lo comunitario y siento empatía por cualquier persona que tenga la convicción de laburar por los demás.

También utilizas la payada como herramienta pedagógica...
Hacemos talleres de rimas con gurisada del barrio; los adolescentes están muy interesados por el rap porque no está fosilizado como la payada y le sirve para decir lo que sienten y lo que les está pasando. Son espacios de contención, la gurisada está en peligro porque se han roto los lazos comunitarios, los lazos sociales, los vínculos barriales, la conciencia de comunidad, las responsabilidades como sociedad. Y además, la policía los criminaliza y han depositado en ellos la culpa de todo el mundo. Todas las transnacionales extranjeras, las pirañas políticas y los parásitos de corbata robándose un país entero, y sin embargo la culpa de todo la tienen los gurises de la villa. Entonces estos talleres son espacios donde circula el afecto, se sienten valorados, queridos, apreciados y son protagonistas.

Por Ana Espinoza
sociedad@elterritorio.com.ar