Rosa entre los pilotos

Domingo 20 de octubre de 2013
Compañerismo. | A pesar de las resitencias machistas, Rosa cumplió su sueño.
Rosa Zacowski, Ernesto Grimm y Carlos Deperini son tres pilotos que ejercieron distintas funciones dentro del club, y que hoy con mucho amor y humildad trasmiten sus conocimientos, anécdotas y experiencias a los más jóvenes
Quienes se acerquen a las instalaciones del Aeroclub podrán conocer y compartir con tres personajes históricos, nostálgicos e imborrables de las páginas de la historia institucional. Ellos son Rosa Zacowski, Ernesto Grimm (Ver: Un grito...) y Carlos Deperini.
Los tres comenzaron desde muy jóvenes a frecuentar el ambiente aeronáutico, compartieron gran parte de la historia del club y actualmente alientan al nuevo semillero de la Escuela de Vuelo.
Rosa empezó a los 14 años como mecánica y luego como piloto. Le pidió a sus padres que la llevarán al aeroclub y allí “yo sola empecé”, frente a personas que no tenían fe en su decisión. Ella comenta: “me dijeron que como tenía uñas largas no iba a durar acá. Y después cuando vieron que la Fuerza Aérea me autorizó a ejercer no tuvieron otra que dejarme participar. Después de aeroclub entré en la Dirección Aeronáutica. Trabajaba a la mañana en la dirección y a la tarde en el aeroclub. Y acá también hacía de mecánica y los vuelos al área de frontera”.
El apasionante relato de Rosa continúa: “era la única mujer en ese entonces. Hacía todos los servicios que el avión necesitaba. En especial el entelado del avión. En eso me convertí en especialista. Fui piloto, mecánica y hasta la que lavaba los aviones”.
“Yo lo único que quería era volar. A veces me subía al avión y me iba hasta donde la fuerza del mismo me dejaba, el instructor se enojaba porque decía que seguro algún día me mataba”,  sentencia emocionada.


Un grito desde el cielo
Carlos Deperini empezó a volar en la década del 50. “Ernesto Grimm fue mi primer pasajero y teníamos que ir a Iguazú, con escala en Eldorado para recargar combustible. Los instructores me dijeron que la reconocería porque es una localidad que tiene una calle larga. Pero la mayoría de las localidades eran así. Al  verme perdido, le pedí a Grimm que sacara la cabeza por la ventana y preguntara a los gritos ¿dónde está la pista?” comenta Deperini.
Luego agrega “paramos en Larrague y le preguntamos a un paisano ¿esto qué es? Es Larrague, contestó. A bueno, eso no más queríamos saber”.

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