Las misiones se constituyeron en una amenaza para los sectores dominantes”

domingo 15 de septiembre de 2019 | 5:00hs.
Las misiones se constituyeron en una amenaza para los sectores dominantes”
Las misiones se constituyeron en una amenaza para los sectores dominantes”
Roberto Maack

Por Roberto Maack rmaack@elterritorio.com.ar

El que sostiene esto es el historiador Carlos A. Page, que este jueves presentará su nuevo libro en Posadas, que trata sobre el origen de las reducciones jesuitas del Paraguay.
Page lleva más de dos décadas estudiando la antigua Compañía de Jesús en la región: sus colegios, estancias, sus actores sociales en todas las facetas, no sólo jesuitas sino también los que estuvieron ligados a ellos, principalmente africanos esclavizados e indígenas.

La historia que conocemos sobre las misiones jesuíticas en nuestra región es mezquina, no se cuenta todo con respecto a la expulsión de los jesuitas.
Así es, y no sólo con la expulsión, que pareciera ser que todo pasara por los inventarios de sus cuantiosos bienes, que, por otra parte, les permitía llevar adelante sus propios ministerios, una educación gratuita en sus colegios y universidad, como la de sostener sus misiones itinerantes que casi siempre concluían con alguna fundación de un poblado indígena y no sólo entre guaraníes. Por eso, en su momento, nos detuvimos a estudiar y publicamos un libro con los relatos escritos por los jesuitas expulsados, que dejaron correr su pluma con todos los sentimientos de vejámenes y padecimientos a que fueron expuestos un grupo de alrededor de 300 hombres. Eran lo más valioso que tenía la Corona española en nuestro territorio, pero por ese mismo hecho eran peligrosos y debieron soportar un injusto exilio, la mayoría hasta su muerte.

Varios historiadores hablan de la Ciudad de Dios cuando se refieren al proyecto de las reducciones. ¿Era un modelo de sociedad nueva? ¿Hubo celos, digamos, de parte del poder real?
Es muy interesante recrear el pensamiento de la ciudad ideal que parte de La República de Platón, quien intentó definir una serie de relaciones entre la sociedad y el espacio urbano. Pero no fue el único, también lo hicieron Campanella, Bacon o el franciscano Eiximenis. Todo esto hasta que Tomás Moro planteó en 1516 una ciudad que llamó Utopía, una palabra creada por él mismo para definir lo inexistente, el no lugar. De allí que al proyecto de los jesuitas se lo mal interpretó, o intencionalmente se lo direccionó como una utopía.
Ciertamente es erróneo pensar esto, pues, por el contrario, no crearon un lugar inexistente, sino que fue un lugar posible, real, que pudo concretarse a través de un sistema social que se constituyó en una amenaza para los sectores dominantes. Los jesuitas desafiaron aquel orden creando una sociedad bastante igualitaria. Así, el término “utopía” para los poblados guaraníes habría que tomarlo como una forma despectiva de definir lo que verdaderamente fueron.
Y efectivamente tuvo que ver con la expulsión, pues estos pueblos crearon la autonomía necesaria para hacer frente a las coronas portuguesa y española en el Tratado de Límites o de Permuta (1750), donde algunos poblados ubicados en la región del Brasil debían ser abandonados por los súbditos españoles. Desde entonces los jesuitas mantuvieron tensas relaciones con el poder real, hasta que el Motín de Esquilache (ministro de finanzas de Carlos III) de Madrid (1766) detonó una falsa acusación contra los jesuitas y el rey por “su real antojo” los expulsó.
Justamente desde aquel tratado, e incluso mucho antes, no olvidemos que el obispo Cárdenas los expulsó de Asunción en el siglo anterior y ordenó quemar su iglesia (hecho único en la historia de la Iglesia), porque los jesuitas estaban en contra de los encomenderos. Es decir que la puja se centró por la defensa irrestricta hacia las culturas originarias y en contra de su esclavitud. Lo que definieron en su tiempo como la “opción preferencial por los indios”.

Usted tiene estudios sobre el sistema de estancias de las reducciones, hábleme de su economía. ¿Qué papel tenía Misiones en esa economía?
Como es sabido, la fundación de un pueblo era presidida por un acuerdo entre la autoridad indígena y los jesuitas, con aprobación de la Corona. El primero elegía un sitio, plantaban una cruz y se ponían a trabajar la tierra a fin de tener alimento. Paralelamente se buscaban tierras donde criar ganado que era provisto por los colegios jesuitas o por donaciones. Las extensiones de esas estancias eran inmensas, donde no sólo había ganado, sino que también los jesuitas lograron plantar grandes yerbatales que estuvieran más cerca de los poblados y evitar los inconvenientes de traslados de sus trabajadores.
Estas estancias diferían, por ejemplo, de las estancias jesuíticas que solventaban los gastos de los colegios, donde dependiendo de su ubicación, se especializaban en algún producto, por ejemplo, caña de azúcar en Tucumán, vinos en Cuyo, mulas para el Alto Perú en Córdoba. De tal manera que los jesuitas mantenían una estrategia de desarrollo dentro de una microeconomía de intercambio de productos entre sí. Eso los colocaba en ventaja frente a los hacendados españoles, que no veían con buenos ojos para sus bolsillos este accionar.

Lo invito a jugar con el tiempo, a imaginar... ¿qué hubiera sido de las misiones jesuíticas si éstas hubiesen tenido continuidad?
La historia alterna o contrafactual siempre ha sido un mero divertimento. ¿Por qué? -se pregunta el historiador inglés R. Evans-: si la labor de la historia es establecer qué ocurrió, ¿qué sentido tiene preguntarse por lo que pudo haber sido? Pero juguemos… y la verdad, me resulta bastante difícil imaginar qué hubiera sucedido, porque asistiríamos a consecuencias que se replicarían hasta vaya a saber dónde, porque todo se encadena.
Quizás las independencias americanas podrían haber sucedido antes, ante la mediación de los jesuitas con las culturas originarias, y hasta podría haberse adelantado un siglo la primera República española. Lo que me parece seguro es que lo que sucedió fue un marcado retroceso en todas las relaciones sociales.

Al margen de ellos, el aporte jesuita a nuestro continente permaneció, desde su obra, el conocimiento…
El legado dejado por los jesuitas, a pesar del desenlace que tuvieron frente a la expulsión, fue enorme, e incluso el aporte continuó desde el exilio, de donde se escribieron las obras más conocidas, como las de los padres Paucke, Jolís, Cardiel, Casado. Hicieron aportes fundamentales a la ciencia y humanidades en general, desde geógrafos, cartógrafos, etnógrafos, lingüistas, historiadores, botánicos, zoólogos, filósofos, teólogos, músicos, arquitectos, arqueólogos.
En cuanto a las personas que vivían en las reducciones, el plan de sustituir a los jesuitas por otros sacerdotes fracasó. Las reducciones quedaron en cierta forma desamparadas, aunque algunas siguieron pobladas, otras no, y otras se repoblaron mucho tiempo después de su abandono. Pero las enseñanzas que dejaron los jesuitas perduraron, no sólo en la fe cristiana, sino también en los aportes propios que surgen del encuentro de dos culturas.
Impresiona el relato del arquitecto Hans Roth sobre los escritos (partituras musicales) hallados en la iglesia de la antigua reducción de Chiquitos, Bolivia, que en realidad estaban a la vista de todos. Describe que los lugareños repetían el ritual con las partituras, pero no sabían de qué se trataba. Una imagen muy fuerte del olvido y la destrucción cultural, por decirlo de alguna forma.
Lo que llamás “destrucción cultural” tiene que ver, entre otras cosas, con lo que se llama “memoricidio”. Siempre, quien derrota a su enemigo, además de destruir sus vidas (matarlas, desaparecerlas, o mandarlas al exilio), fundamentalmente debe demoler su memoria y controlar su pasado, pues de esa manera controla las opciones futuras de los pueblos, que siempre se recuestan sobre su memoria identitaria.
Por dar ejemplos recientes, no es una casualidad que cuando Estados Unidos atacó Irak, luego de matar a miles de iraquíes se dedicaron a saquear sus museos, robaron 150.000 objetos arqueológicos y quemaron un millón de libros y diez millones de documentos de la Biblioteca Nacional de Bagdad. Y no es el único caso.
En la Franja de Gaza, por hablar de un hecho más reciente, Israel ha destruido más de 160 mezquitas, es decir, el corazón de su memoria identitaria. Con los poblados guaraníes y con el legado escrito de los jesuitas, sucedió algo similar. Proliferaron los saqueos, al punto que los mismos pobladores en su afán “preservacionista” escondieron las imágenes de las iglesias, devolviéndolas décadas después. Los jesuitas mismos debieron hacer un gran esfuerzo para recuperar su compulsivamente olvidado pasado, cuando fueron restablecidos en 1814, en un siglo que aún fueron perseguidos. 

Perfil

Nació en Buenos Aires, pero reside en Córdoba desde niño. Se define como un trabajador de la cultura, un historiador dedicado a investigar e interpretar “documentos, preferentemente sobre situaciones desconocidas, que me permitan reconstruir e interpretar diversos procesos que contribuyan a la construcción de una identidad”. Se recibió de arquitecto en 1985. Es doctor en Historia por la Facultad de Filosofía, Historia y Letras de la Universidad del Salvador. Actualmente es investigador independiente del Conicet. Es profesor de posgrado en las maestrías de Cultura Guaraní Jesuítica y Especialización en Cultura Guaraní Jesuítica, de la Facultad de Artes de la Unam y Patrimonio Artístico y Cultural en Sudamérica Colonial, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Sus últimos libros son ‘Relatos desde el exilio. Memorias de los jesuitas expulsos de la antigua provincia del Paraguay’, ‘Siete Ángeles. Jesuitas en las reducciones y colegios de la Provincia del Paraguay’ (2011), ‘Las otras reducciones jesuíticas. Emplazamiento territorial, desarrollo urbano y arquitectónico entre los siglos XVII y XVIII’, ‘La vida del novicio jesuita José Clemente Baigorri escrita por el P. Gaspar Juárez’ (2012), ‘El Noviciado de Córdoba de la provincia jesuítica del Paraguay. Historia y recuperación arqueológica 1607-1990’ (2013), entre otros.

Carlos Page
Historiador

‘El primer jesuita’

El historiador Carlos A. Page estará este jueves en Posadas. Viene a presentar su nuevo libro ‘El primer jesuita. Origen de las reducciones del Paraguay’. Será ese día a las 18.30 en el aula magna del Instituto Montoya. En la obra se hace visible la larga experiencia de investigación del autor sobre la antigua Compañía de Jesús. Y trata sobre los antecedentes que marcaron el accionar de los jesuitas en América, llegados en 1549 a las costas del Brasil y donde, en poco tiempo, comprendieron la realidad americana y la de su gente, que llamó la atención al propio Ignacio de Loyola. El libro hace un recorrido sobre aquellos primeros años de la “conquista” del Guayrá hasta la invasión de los bandeirantes y el “éxodo jesuítico”. “El título hace alusión metafórica al inicio, sólo eso -explica Page-, pues los jesuitas no actuaban de ninguna manera en forma individual a pesar de su organización interna piramidal, sino que sus obras respondían al conjunto de la comunidad. Podríamos decir que el padre Manuel de Nóbrega, llegado de Portugal como superior de la primera misión, muy pronto puso atención a lo que acontecía en la ciudad de Asunción, entre los originarios y los españoles. Ello lo llevó a avanzar hacia estas tierras, fundando aldeas como Piratininga (hoy San Pablo) y enviar hacia las tierras de los guaraníes a quienes fueron los primeros mártires jesuitas de América”.