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Las Efemérides Argentinas, de Fermín V. Arenas Luque

sábado 15 de septiembre de 2018 | 5:00hs.
Las Efemérides Argentinas, de Fermín V. Arenas Luque
José Miérez

Por José Miérez Gerontólogo

En 1888 falleció en la ciudad de Asunción, República del Paraguay, Don Domingo Faustino Sarmiento, de quien se ha dicho que como estadista fue más práctico que Bernardino Rivadavia y como periodista más ilustrado que Mariano Moreno. La infausta noticia llegó con retraso a su patria.  Las  últimas novedades habían confirmado la gravedad de su estado de salud.  Su muerte conmovió a la Nación.  De inmediato se constituyó una comisión para organizar la manifestación pública con motivo de la inhumación de los restos del ilustre estadista, ex presidente de la Nación y talentoso escritor. Los gobiernos de Chile y de Paraguay, y los de las provincias y gobernaciones argentinas se adhirieron al duelo.  Instituciones de todo orden hicieron lo propio. El prócer murió con serenidad; en afectuosa recordación de su familia, en medio de la mayor pobreza, escaso de recursos, llegando hasta el extremo de lo necesario para pagar los remedios, y más aún, para abonar la asistencia médica.
El cadáver fue embalsamado y luego embarcado en el vapor San Martín, que lo condujo a la República Argentina. Todo el pueblo de Asunción, autoridades, intelectuales, escuelas, gente humilde, concurrió al puerto a despedir al ilustre muerto.
 Con su muerte el país había perdido una de sus figuras más representativas y uno de los entendimientos más penetrantes en materia de gobierno, de educación, de derecho internacional. El 12 de septiembre de 1889 fueron trasladados los restos del ilustre patricio desde el panteón de la Recoleta a la cripta en que definitivamente habían de quedar inhumados. Durante el trayecto llevaron los cordones del ataúd don Aristóbulo del Valle, don M. Varela, don Torcuato de Alvear y don A. Belín Sarmiento. El Emperador del Brasil y la ciudad española de Santiago de Compostela enviaron sendas coronas de flores que llamaron la atención del público, entre otras muchas cantidades.
Al llegar a la cripta habló el doctor Varela. Posteriormente concurrieron al lugar las alumnas de todas las escuelas de la capital para colocar flores. En diciembre de 1899 el intendente municipal de la ciudad de Buenos Aires, acompañado del presidente de la Nación, general don Julio A. Roca, y de varios legisladores nacionales, eligieron en el parque Tres de Febrero de la ciudad el sitio para la estatua de don Domingo Faustino Sarmiento. 
Maestro de escuela, dependiente de comercio, mayordomo de mineros, periodista, escritor fecundo, boletinero del Ejército Grande, autor de textos escolares, viajero infatigable, jefe del Departamento de Escuelas, senador, ministro del general don Bartolomé Mitre, auditor de guerra, gobernador de su provincia natal, director de Guerra en las provincias de Cuyo, ministro plenipotenciario en los Estados Unidos, creador de la Escuela Naval y del Colegio Militar de la Nación, general del Ejército Argentino y presidente de la República, todo lo fue por su personalidad desbordante y su capacidad genial.
Nació en la ciudad de San Juan el 14 de febrero de 1811, en los albores de nuestra vida de nación soberana. Recibió su primera instrucción en una modesta escuela, llamada “de la Patria”, siendo educado posteriormente por su tío, el presbítero José de Oro, capellán del Ejército de los Andes. Desde niño demostró pasión por la enseñanza, de la que sería durante toda su vida un verdadero apóstol. Sembrador de ideales, defendió el futuro de la nacionalidad por el camino de la cultura popular.  Fundó escuelas por doquier y extendió las luces del conocimiento a todos los hogares de la República, dejando a la Patria un legado de infinito amor por la niñez y por los libros. A él pertenece esta invocación a nuestra enseña: “La bandera azul y blanca, ¡Dios sea loado!, no ha sido jamás atada al carro triunfal de ningún vencedor de la tierra”. Ejerció la presidencia de la República desde el 12 de octubre de 1868 hasta el mismo día y mes del año 1874.
En 1895, el Congreso de la Nación completó la obra iniciada por el teniente general don Julio Argentino Roca, sancionando una ley por la que encargaba a don Augusto Belín Sarmiento, nieto de don Domingo Faustino Sarmiento, la recopilación y edición de todas sus obras, y fijaba la suma de dos mil pesos de subvención por parte del Estado por cada tomo de una determinada cantidad de páginas, tamaño, etcétera. El total de esta compilación alcanzaba a 53 tomos.
Ejemplos a seguir.
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