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La viruela en los pueblos guaraní-jesuíticos

viernes 27 de marzo de 2020 | 5:00hs.
La viruela en los pueblos guaraní-jesuíticos
Por Alfredo Poenitz

Por Alfredo Poenitz Historiador

Es altamente reconocido en la historia americana la mortandad que se produjo en la población indígena a partir del contacto con el conquistador europeo. Las dos pestes más graves en este sentido fueron la viruela y el sarampión. En nuestra región, durante los siglos XVII y XVIII la viruela terminó con miles de guaraníes en las Misiones del Paraguay resultando ineficaces las técnicas utilizadas para combatir esta enfermedad que fue erradicada definitivamente recién en el siglo XX. Pero la gravedad de ese flagelo en los primeros siglos de la conquista no es posible saber por la ausencia de información cuantificable.  
Recién a partir del siglo XVIII en las Misiones de guaraníes comienzan a existir datos concretos. Por ellos se sabe que durante la década de 1730 hubieron tres epidemias casi consecutivas que diezmaron la población. En 1733 una epidemia de viruela que entró por Asunción y se extendió por los pueblos al oriente del río Paraná provocó la muerte de casi 20.000 nativos, especialmente en los pueblos de San Ignacio Guazú, Santa Rosa y Nuestra Señora de Fe. 
Un segundo brote entre 1763-1765 fue consecuencia de la instalación por parte de la corona española de una base de operaciones en Rio Grande do Sul. Estos soldados llevaron la viruela a las Misiones matando más de 12.000 guaraníes en ese trienio, en especial habitantes de los pueblos costeros del río Uruguay. 
La tercera grave epidemia cuantificada en las Misiones fue letal en Yapeyú entre 1770-1772. Yapeyú había sido uno de pueblos con mayor cantidad de habitantes en las Misiones. Su carácter de puerto terminal y su posición estratégica hicieron de este pueblo uno de los más importantes en la historia de las Misiones Jesuíticas. Pero justamente por convertirse en un punto fundamental en el comercio fluvial  cuando se abren las misiones hacia Buenos Aires después de la expulsión de los jesuitas, hizo que el contacto con los pueblos españoles y portugueses lo hicieran muy vulnerable a las epidemias. La población de Yapeyú se redujo, como consecuencia de la epidemia de viruela, de 8.510 habitantes en 1768, a 3.322, cuatro años después.  
Durante los tiempos jesuíticos no hubo posibilidades de soluciones sanitarias a los brotes de estas pestes. Recién en otra epidemia de viruela en 1785, ya en tiempos postjesuíticos, se utilizó la inoculación por variolación, con relativo éxito en las Misiones. Era un tratamiento utilizado en el Medio Oriente que fue introducido en Europa a principios del siglo XVIII. Consistía en inyectar pus de una pústula de viruela en el cuerpo de un individuo sano para provocar una infección leve que lo inmunizara. 
En 1798 el inglés Edward Jenner descubrió una eficaz vacuna contra la viruela a partir de la experiencia de inyectar la viruela vacuna a infectados con esa enfermedad. Su aplicación en las Misiones, como así en el resto de las comunidades indígenas americanas prácticamente desterró la enfermedad en el continente. 
La viruela cobró la vida de miles de personas, y también redujo las tasas de natalidad. A modo de ejemplo, en la primera epidemia la población se redujo de 104.473 habitantes en 1737, a 73.910 a finales de 1740.
Durante los siglos XVII y XVIII, en casos extremos la mortalidad alcanzó 50 ó 60 % de la población. Robert Jackson, estudioso de este tema, indica que en las Misiones Jesuíticas los más afectados fueron niños y adolescentes, es decir los nacidos desde el brote anterior, lo que, según Jackson, rompe con la teoría de que las poblaciones indígenas crecían inmunes con el tiempo. Más bien, los que sobrevivieron al contagio tenían inmunidades y muy probablemente sobrevivirían si se infectaban nuevamente; mientras que los nacidos después de un brote anterior serían más susceptibles.
La alta mortalidad fue consecuencia del gran tamaño de las poblaciones, altas tasas de natalidad y un gran número de niños que serían aptos al contagio. Las constantes comunicaciones entre los pueblos a lo largo de los ríos, y la movilidad propia de la cultura guaraní facilitó la propagación de estas epidemias.
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