La ilusión de cogobernar con los radicales

martes 16 de abril de 2019 | 5:00hs.
Desde que las elecciones, en el 2015, las ganó Cambiemos, sólo ha gobernado el PRO. En las últimas semanas, ante el reclamo de las bases por las fisuras en la marcha económica, el radicalismo pidió más chances en las decisiones encaradas por el poder. Si bien el radicalismo es un mosaico de diferentes opiniones y estrategias, pese a haber adictos al Gobierno y por otro lado los que lo critican, hay un tema en el cual, por mucho esfuerzo que hagan, no podrán digerir: la ortodoxa estrategia del PRO en aferrarse al riguroso plan exigido a partir del préstamo del Fondo Monetario Internacional.
Sobran los ejemplos: en las reuniones entre las dos agrupaciones, los radicales han propuesto mayor control sobre los precios, cuestión que el PRO rechaza.
El partido histórico fundado en 1890 tampoco se inclina por moderar significativamente el aumento sideral de las tarifas y de los servicios de la vida cotidiana. En el PRO saben que solo podrían ofrecer cuotas para el pago, pero nunca trabar el ingreso de las empresas que lo prestan, para no atrasar el precio, porque impactaría en un mayor déficit fiscal.
Por lo que se sabe, estos encuentros entre los dos partidos se limitan en la Casa Rosada a la gobernadora María Eugenia Vidal; el jefe del gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; el jefe de Gabinete, Marcos Peña; el ministro del Interior, Rogelio Frigerio; y los gobernadores radicales Alfredo Cornejo, Gerardo Morales y Gustavo Valdés (de Mendoza, Jujuy y Corrientes, respectivamente). Dos visiones diferentes de la praxis y conducción económica.
Peña, ante el Parlamento, negó rumores o trascendidos de que se aplicaría un control de precios. Es decir, el PRO no ha bajado sus banderas. Muy difícil que las baje, porque perdería votos entre aquellos que le fueron leales en el momento crucial. Y si el jefe de Gabinete afirma algo, de igual manera lo hará el Presidente de la Nación. Peña es para Mauricio Macri su alter-ego, su sombra, su libro abierto, porque está a cargo de la gestión cotidiana y deja los juegos de la política para momentos especiales.
Esta cita en Casa Rosada y otras anteriores han puesto nervioso al ministro de Producción, Dante Sica, quien tiene sus propios criterios para actuar en medio de la tormenta inflacionaria y recesiva.
Frigerio, por su lado, confesó que hay diálogos con empresas comercializadoras de alimentos para que detengan los incrementos de las mercaderías por un buen tiempo. Se entiende que hasta octubre, mes de las elecciones, sólo podría definir como un retoque en medio de la aceleración de los precios.
Mientras tanto, Cambiemos está ya en campaña para triunfar en octubre. Tienen la misma decisión y el mismo estruendoso optimismo de cuando comenzaron a gobernar. Peña lo dijo en el Congreso: “El próximo gobierno seremos nosotros”.
Por su parte, Patricia Bullrich, ministra de Seguridad, también abarcó honduras eleccionarias: “Si pierde Macri, la inflación será del 70 por ciento”.
Bullrich cumple con las exigencias presidenciales de que todos los funcionarios de primera línea deben respetar el discurso electoralista y repetirlo todas las veces que sea necesario.
Los críticos de su gestión —como el profesor universitario y especialista Juan Gabriel Tokatlian y otros colegas, en artículo firmado— le ponen un 3 en el examen final de lo logrado por su área. Siguen las filtraciones de droga por las amplias fronteras de la Argentina con los países vecinos. Las encuestas demuestran que el consumo de esas drogas no ha mermado; en todo caso se ha incrementado y la seguridad ha dejado paso a la inflación entre los problemas principales de la sociedad, pero sigue sin resolverse.
Asume públicamente Bullrich una autocrítica: “Cometimos errores. La pelea ahora es contra las mafias y algunas corporaciones”. Se trataría de una batalla monumental para taponarles la entrada a esos grupos perversos. Una tarea de tiempo y de gigantes.
Italia es un ejemplo de cómo, después de asesinar a jueces y políticos, y de ser perseguidas, las mafias siguen tan vigentes y activas como siempre. La pelea sigue en pie. La del sur de las penínsulas, la ‘Ndrangheta, es una de las organizaciones multimillonarias del mundo, en combinación con otros centros delincuenciales del planeta. Operan con droga, liviana o pesada, y en el tráfico de mujeres del este que son llevadas a prostituirse en el Occidente europeo.
Guido Sandleris, presidente del Banco Central, en visita a los Estados Unidos buscando inversores, aclaró con una mezcla de realismo y sentido común que pueden confiar en la Argentina como antes lo hicieron con otros países, porque ponerle coto a la inflación lleva años, es largo. Más allá de cualquier optimismo o de movimiento mágico.
En el mismo país, algunas horas antes, la titular del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, la misma que pronosticó una desaceleración brusca del crecimiento económico, mencionó a la Argentina como una clave que explicaría la baja productividad en el mundo. Lagarde se olvidó de mencionar a Turquía, que vive en plena turbulencia política y económica, y la considerable merma del nivel de crecimiento chino, más las reyertas comerciales entre China y Europa, y China contra Estados Unidos.
En su estrategia para vencer en octubre, el Gobierno salió con promesas ciertas de solucionar los baches económicos de las obras sociales de los gremios. Además aumentaría un 25 por ciento los planes sociales. Son millones y dos generaciones por lo menos los que viven de la mano del Estado, sin producir y apartados de una economía en permanente cambio.
En un reciente libro de su autoría, el economista Juan Carlos de Pablo señala: “Si la gente supiera cómo se hace la política económica, lo más probable es que se deprimiera”. Agrega: “Lo mismo podría decir si la gente supiera cómo se toman las decisiones médicas. Muchas personas tienen la fantasía de que en el Ministerio de Economía o en el Banco Central hay una súper computadora que contiene todos los datos, a la cual el ministro le pregunta algo… Aquí no hay que soñar porque el país está lleno de desequilibrios, de tensiones y de pujas entre sectores”.
Precisamente eso: el realismo es imprescindible.

Por Daniel Muchnik
Para Infobae