“La ciudad estaba conmocionada por el básquet”

domingo 31 de mayo de 2020 | 5:00hs.
“La ciudad  estaba  conmocionada  por el básquet”
“La ciudad estaba conmocionada por el básquet”
Diego Vain

Por Diego Vain deportes@elterritorio.com.ar

Apenas un puñado de jugadores misioneros puede decir que jugó en la Liga Nacional de básquet y aún menos son los que lo hicieron con la camiseta de Luz y Fuerza, el único equipo de la Tierra Colorada que disputó la máxima categoría en Argentina.
Matías Caramuto era un pibe, pero en 1994 y con 16 años tomó la decisión de que quería dedicarse al básquet profesionalmente. Después de un tiempo de haberse alejado de las canchas y hasta de haber incursionado en el fútbol, el posadeño se convirtió en uno de los nombres del histórico equipo que, en 1995, logró el ascenso a la Liga Nacional.
En unos días se van a cumplir 25 años de aquel hito en la historia del deporte misionero. El 15 de junio de 1995, Matías Caramuto festejó en la cancha de Tokio, el lugar en el que aprendió a jugar, el título de campeón del Torneo Nacional de Ascenso.
“Luz y Fuerza marcó mi carrera profesional en el básquet. Fue el click, me di cuenta de que quería jugar de verdad. Hasta los 15 años lo hacía como un hobby, hasta dejé de jugar un tiempo y volví con una prueba para Luz y Fuerza, al mes quedé en el equipo de Primera con Rubén Magnano y Alejandro Lotterio, quienes marcaron mi carrera. Siempre fueron muy profesionales en su forma de trabajar y ahí me di cuenta de que quería jugar de manera profesional”, contó Caramuto, en el Templo Oriental, el mismo escenario de esa noche histórica.
“Tenía 16 años, entrené un mes con los juveniles y ahí me pasaron a entrenar con la Primera, que tenía todo el equipo armado con jugadores de afuera, los juveniles y Luis Ayala, que era de acá. Nos integraron rápidamente, había un grupo humano estupendo, por eso se logró lo que se logró. Había mucha humildad y mucho trabajo y la conducción de Rubén Magnano, que no lo vamos a descubrir ahora, pero es uno de los más grandes técnicos de la selección”, expresó Caramuto, quien desde ese momento comenzó una larga trayectoria en el básquet misionero.
Tokio, ABE de Eldorado, OTC, Hindú de Chaco (también tuvo un paso por el básquet paraguayo) fueron algunos de los clubes por los que pasó el misionero, además del seleccionado provincial, pero sin dudas que el Eléctrico tiene un lugar preponderante.
“En ese momento no tomaba la dimensión de lo que era, con el tiempo lo valoré más. A esa edad uno es más irresponsable, pero Rubén (Magnano) no permitía relajarte, te trataba como uno más del equipo, no como un juvenil. No hacía diferencias entre el americano, el mejor jugador, o el último de los juveniles. Le daba a todos la importancia que teníamos”, comentó el ahora vicepresidente de la Asociación de Básquet de Posadas.
Magnano había llegado cerca del inicio de la temporada y armó un equipo para afrontar el TNA 1994/95. A ese plantel se sumó Caramuto tras las mencionadas pruebas y el entrenador marcó a fuego para el posadeño la diferencia entre jugar por hobby a ser un profesional: “Dentro del equipo nos fastidiábamos por su forma de ser, pero a la larga nos dimos cuenta de que era la única manera de llegar y por eso él llegó (a la selección). Era un obsesivo, seguramente lo sigue siendo. Estaba en todos los detalles”.
“No podías llegar dos minutos tarde a un entrenamiento porque te tenías que ir o te quedabas a un costado de la cancha. No se aceptaba la indisciplina de llegar tarde o hacer lo que uno quiere y por eso se dieron los resultados”, aseguró Caramuto respecto de Magnano.
“En las vacaciones del 95, después de las fiestas, teníamos el receso de una semana y mis papás se iban a Brasil y yo no tenía muchos minutos, jugaba eventualmente, y le pregunté a Rubén si me podía ir con mi familia y me dijo ‘sí, pero a los 10 días tenes que estar de vuelta porque te necesitamos, sos pieza fundamental’ y a los 10 días me volví para ponerme a trabajar”, contó entre risas.

Del colegio a la cancha
A sus 16 años, Matías dividía su tiempo entre el colegio y el básquet. Cuando había dejado de jugar al básquet fue un profe el que le avisó de una prueba. Leo Antúnez, quien ya conocía a Matías, le comentó sobre lo que se estaba armando con Luz y Fuerza y así llegó Caramuto a integrar ese equipo.
“Yo estaba en la secundaria, iba al Janssen, que es un colegio que amo, y que me dio todas las herramientas para que yo pudiese desarrollarme. Yo no hacía taller y educación física tampoco. Rendía libre al final de cada trimestre y como la ciudad estaba comprometida me decían andá a entrenar”, recordó, y agradeció por esa ayuda: “Iba a clases al cursado normal, pero en los talleres y en educación física tenía mucha tolerancia y gracias a ellos (a los profesores) pude cumplir con el doble turno de entrenamientos que teníamos”.
Así como jugaba y estudiaba, Matías dividía su tiempo entre el TNA y los intercolegiales, pero el calendario le jugó una mala pasada en ese junio de 1995: “Al otro día de la final del TNA era la final de los intercolegiales en el Itapúa”. “Ganamos, salimos campeones y el festejo duró hasta altas horas de la madrugada y mis amigos del colegio me fueron a buscar y me llevaron a rastras, y perdimos obviamente”, confesó.

Un líder y un gran equipo
Ni Rubén Magnano tenía previsto venir a Misiones en 1994, pero su inusual salida de Atenas de Córdoba luego de ser campeón sudamericano ayudó para que el entrenador tomara la decisión de bajar al TNA y entrenar al equipo misionero.
El cordobés armó un plantel muy competitivo y Luz y Fuerza fue siempre protagonista. “La temporada de Luz y Fuerza fue fantástica. Fuimos líderes gran parte del torneo y llegamos con la ventaja a los playoffs”, recordó Caramuto y agregó: “Antes de la final nunca necesitamos un quinto partido. Siempre fuimos salteando con la localía y algún partido robado afuera, pero contra Mendoza de Regatas fue durísimo”.
Los de Cuyo también habían realizado una gran campaña y hasta golpearon en el segundo partido, cuando ganaron en Posadas.
“Fuimos 1-1 a jugar a Mendoza, perdimos el primer partido y para el segundo ellos tenían toda la fiesta preparada, con el champagne, con un estadio que explotaba, en el que no entraba un alfiler y ganamos sobre la hora”, relató el posadeño sobre el 72-69 con el que Luz y Fuerza igualó la serie y llevó la definición al último encuentro en Posadas.
Pero antes de regresar a jugar la finalísima en la capital misionera, los de la Tierra Colorada tuvieron que esperar para irse de Mendoza: “Nos tuvimos que quedar una hora después del partido en el vestuario porque la gente no nos dejaba salir, tuvimos que entrar corriendo al túnel porque la gente se abalanzó sobre nosotros y nos tiraban trompadas. Cuando la policía pudo dispersar a la gente nos fuimos”.
Con ese clima de tensión, el 15 de junio y en cancha de Tokio, Luz y Fuerza fue por todo. “En el último partido acá el Tokio explotaba. Nunca vi tanta gente en la cancha. Había gente en los barrotes, pusieron otra tribuna”, graficó Caramuto y recordó que “la ciudad estaba conmocionada por el básquet. Ibas por la calle y la gente te daba fuerza”.
Una anécdota marcó para el posadeño el momento que se vivía. “El día del quinto partido siempre estaba la guardia policial. Entrenó Regatas primero a las 9 de la mañana y nosotros teníamos turno a las 10.30. Era a puertas cerradas, cuando salen ellos entramos nosotros y se acerca el policía que estaba haciendo guardia y le dice a Magnano: ‘Mire, como ustedes no podían entrar le robé la jugada a los mendocinos’. Anotó todas las jugadas, había hecho el scouting y se lo mostró a Magnano. Estaban todos compenetrados en darnos una mano”.
Como no podía ser de otra manera, la final fue de película y se definió en los instantes finales. Esas imágenes no se borraron de la memoria de Caramuto.
“El partido fue muy parejo, pero siempre estábamos arriba y en los últimos tiros tuvimos una sequía de gol y ellos nos empataron. En la última jugada penetra Fernando Rodríguez, erra y el Nano Posetto la cacheteó y la metió. Quedaban 3 ó  4 segundos para que ellos pudieran empatar y cuando el base de ellos iba con la pelota, la gente se abalanzó, se metió a la cancha y faltaba un segundo y se dio por terminado. Hoy se hubiese vuelto atrás, pero en ese momento sin cámaras se terminó. Ahí se desató la locura de todo el estadio”, contó.
Esa gran campaña tuvo a Magnano como uno de los puntos sobresalientes. El entrenador, que contó hace unas semanas que Luz y Fuerza fue “un punto de inflexión” en su carrera, llegó con una manera de trabajar diferente,
“En esa época no había mucha edición de videos, era muy difícil con los casetes. Y él se tomaba el trabajo de editar todos los partidos de los rivales que teníamos, jugada por jugada, y nos tenía toda la mañana mirando videos en su casa, que tenía una videoteca con todos los videos nuestros y de los rivales. Era un meticuloso en los detalles”, rememoró. 
“Rubén (Magnano) hacía mucho hincapié en la defensa y en dejar de lado lo personal y priorizar el equipo. Siempre la prioridad era el equipo. Todo lo que hacíamos era un función del equipo. Ese fue el principal legado de él y todo el equipo lo entendió así, porque era un grupo muy unido”, aseguró Caramuto, y explicó que “cuando había que jugar para cierto jugador se jugaba y cuando otro estaba en su momento se jugaba para ese otro”.
“Era un equipo muy completo, tenías dos jugadores titulares por puesto, el que entraba no hacía diferencia con el que salía. La verdad un gran equipo”, analizó y se animó a buscar un ejemplo en la NBA, aunque claro salvando las distancias.
“Mirando un poco NBA, parecía San Antonio, el equipo más Fiba de la NBA, con muchos pases, mucha defensa. No jugar alocado. A Rubén le gustaba el juego estacionado, con las mejores opciones de gol. Siempre nos decía ‘piensen lo que hacen, no hagan por hacer’”, contó.
Para Caramuto el cordobés sigue siendo un gran ejemplo, pero no solamente por lo que era dentro de la cancha. “Con los años sigue siendo el mismo. Siempre que te ve viene y te abraza, es un tipo muy humano, muy sensible, pero recontra trabajador”, lo definió.
“Cuando lo vi campeón en Atenas 2004 dije por algo llegó a donde llegó. En su momento lo tratábamos de loco y de obsesivo, renegábamos mucho porque te hacía saber las cosas que estaban mal. Es un tipo muy exigente, un obsesivo del básquet, y esos son los tipos que llegan y logran cosas importantes”, valoró. 

“Tokio se merece un torneo federal”

Tras dejar atrás su carrera como deportista, Matías Caramuto se enfocó en seguir en el básquet. Es profesor de educación física, tiene su escuelita en el club Itapúa y es vicepresidente de la Asociación Posadeña de Básquet. Desde esos lugares pretende impulsar al deporte.
“La mejor inversión para un club son las divisiones inferiores”, aseguró, quien pretende que los chicos tengan más chances en la Tierra Colorada.
“A la larga, tener chicos de la ciudad, de la cantera, hace que no traigas jugadores de afuera, reclutarlos, casa, comida, el gasto así es muchísimo. Si no tenés la ayuda del Estado es prácticamente imposible”, explicó y ejemplificó con casos cercanos: “Regatas y San Martín en Corrientes y lo mismo en Formosa, son clubes que se mantienen por el gran aporte del Estado”.
“En cuanto al material humano hay grandísimos jugadores y sigue sacando, sin tener un espejo como la Liga Nacional, salvando a OTC”, expresó y se ilusiona con una plaza más en la provincia: “En Misiones sería importantísimo tener otra plaza en el básquet. Posadas se merece una plaza. Es una ciudad universitaria, muchos chicos vienen a estudiar acá”.
“Creo que nos faltan más clubes involucrados en la Liga Provincial y de ahí reflejarlo en torneos federales y nacionales. El espejo de la Liga Nacional es fundamental”, marcó el dirigente y recordó su propia experiencia: “Yo no me fui porque estaba Luz y Fuerza acá. Estudié algo acá y después me pasó lo mismo con Tokio. Eso me hizo quedarme y no emigrar. Hoy tenemos jugadores como Alejo Montes, Franco Benítez, que se van porque no tienen lugar en clubes de la provincia”.
La pandemia del coronavirus obligará a todos a reinventarnos y por eso, más allá del duro momento que se vive y se vivirá, puede ser una gran oportunidad para refundar algunas cuestiones.
“Hay que mirar para adentro. Tokio se merece estar jugando un torneo Federal, por la infraestructura que tiene y hasta un TNA. La actividad principal es el básquet, se respira básquet, y creo que se merece un equipo en un torneo así”, se ilusionó Caramuto, que sueña con volver a ver el estadio lleno, como aquella noche del 15 de junio de 1995 cuando tocaron el cielo con las manos.