“Hay que tener los pies sobre la tierra”

viernes 21 de febrero de 2020 | 5:00hs.
“Hay que tener los pies sobre la tierra”
“Hay que tener los pies sobre la tierra”
Cristian Avellaneda

Por Cristian Avellaneda deportes@elterritorio.com.ar

Muchos años pasaron de aquel retiro en Córdoba, casualmente la camiseta del Poeta lo vio desplegar sus últimos compases y ya nada se supo de él. Al Ñato lo saturó el fútbol y decidió colgar sus botines aquel octubre del 2007, con 31 años, cansado del trajín y maltrecho por la lesiones. Hoy, asentado en plena llanura pampeana, el misionero de vez en cuando suele pegarse una escapadita a su Posadas natal para visitar a la familia. Es que para Claudio González la simplicidad fue motor y con ella levantó una carrera envidiable en el fútbol argentino. 
‘El Yerbatero’, como lo conocen en Argentina y el mundo, se hizo un tiempo para mirar hacia atrás y repasar junto a El Territorio su carrera en clubes de renombre como Talleres, Rosario Central, Independiente, Estudiantes (LP), entre otros. Tiene la palabra el Ñato de Rocamora, el Yerbatero González. 

Sus inicios
Claudio se inició en Bartolomé Mitre a principios de la década del 90 y sus buenas actuaciones llamaron la atención de Ramón ‘Nene’ Hreñuk, quien se hizo cargo de su pase y lo llevó a Apóstoles para jugar el extinto Torneo del Interior con Rosamonte. 
Inesperadamente, y como caído del cielo, Miguel Ángel Russo, hoy técnico de Boca, lo llevó a Estudiantes (LP), club en el que compartió plantel con la Brujita Verón, José Luis Calderón y Martín Palermo, entre otros. 
“El fútbol tiene esas cosas: un día podés estar arriba y otro abajo… me pasó. Recuerdo que un chico (Nicolás Tagliani) estaba con gripe justo en el partido que teníamos que jugar en la cancha de Vélez con el Boca de Maradona, y Russo me hace concentrar como el jugador 17. Imaginate que en quince días pasé de jugar en el Torneo del Interior a tener la posibilidad de debutar en Primera contra el Diego; esa noche de la concentración no pude dormir, pensé que estaba soñando. Finalmente Tagliani se recuperó y yo jugué en la Reserva, estuve a punto de ir al banco”, comentó González.
“Tenés que estar bien de la cabeza y con los pies sobre la tierra. Por suerte en Estudiantes lo tenía a Ricardo Rojas (defensor misionero) que me ayudó mucho, se portó de diez”. 
“Me fui a Patronato sin debutar en Primera, sentí que necesitaba más roce, y lo tuve a Gustavo Alfaro de técnico; después él me quiso llevar a Rafaela pero yo opté por Quilmes...al final no salió y tuve que volverme a Rosamonte, que en ese momento se llamaba Yerbatero”.
Más adelante, Claudio pasó a Huracán de Tres Arroyos y retornó a Patronato para pegar un nuevo salto: Independiente de Avellaneda.  

¿Cómo llegaste al Rojo? ¿Qué te acordás del debut?
Gerardo ‘Vieja’ Reinoso era compañero en el Patrón y una vez me preguntó la edad, le digo 24, él no lo podía creer. De ahí la Vieja se contactó con Enzo Trossero y así llegué a Independiente. Reinoso entonces dejó el fútbol y se convirtió en mi representante.
A los 20 días jugábamos de local en la última Copa Mercosur que hizo la Conmebol y fue mi debut. Fui al banco contra Flamengo y estaba llena la cancha. Apenas entré en el segundo tiempo y el arquero del Fla se resbaló, entonces agarró la pelota Diego Forlán y yo estaba solo, era pase cantado, pero ‘Cachavacha’ definió desviado. Siempre me acuerdo y le digo que me cagó la carrera (entre risas); era debut con gol.

El momento de la explosión
Tras su paso por Independiente, Claudio llegó a Talleres, club en el que en la temporada 2002-2003 explotó definitivamente, siendo una de las grandes figuras y muy recordado como el jugador que le marcó un gol al Boca de Carlos Bianchi que meses después sería campeón del mundo. En aquel partido jugado en el estadio Mundialista de Córdoba hubo un incentivo extra del equipo que peleaba mano a mano ese torneo con el Xeneize, algo que el Ñato se encargó de confirmar.  
“Estábamos entrenando y vino Luis Islas, nuestro arquero y capitán, a decirnos que habló con gente de River. Ellos nos ofrecían una cierta cantidad de plata por empatarle a Boca, a plata de hoy cerca de 1 millón de pesos. A nosotros nos debían tres meses de sueldo y entramos como locos. Me acuerdo que el relator Walter Nelson dijo: ‘Pero este equipo si juega así todos los partidos es campeón’, estábamos peleando por no descender y ganamos 3-1”
“Mucha gente de Misiones fue ese día. El técnico era José Pastoriza, con el que yo tenía una buena relación. Boca mueve mucha gente y en ese partido había 50.000 personas...hay jugadores que se achanchan cuando juegan con un grande y debe ser todo lo contrario, te tiene que incentivar”.
La buena performance de Claudio en la T llamó la atención de Rosario Central, que se lo llevó para el 2004 aunque sin rendir lo que esperaban desde la dirigencia del Canalla.   
“Central es un club en el que hay mucha presión. Llegué porque se fue Lucho Figueroa, pero la diferencia es que yo no era goleador, jugaba más por afuera. Pasaron cinco partidos, no podía convertir y se me fue la vista para un lado literal, me acuerdo que llegaron los médicos y dijeron que me tranquilice, que era por el estrés y dicho y hecho, se me fue al mes. El club rosarino había apostado mucho por mí y realmente no la pasé bien”.
El Yerbatero entonces se fue al fútbol chileno, más precisamente a Cobreloa, donde jugó 14 partidos y marcó 10 goles. Todo marchaba bien hasta que días antes de firmar contrato por cuatro años tuvo el infortunio de sufrir la fractura de la tibia y el peroné de la pierna hábil, esa derecha que tantas alegrías le dio...fue el principio del fin a los 29 años. 
“En Talleres agarré la peor época, nos debían tres meses y vivíamos de los premios, pero en Cobreloa cobrábamos todos los 4 del mes y yo me preguntaba si estaba en Europa (entre risas), a pesar de la lesión me respetaron el contrato y me pagaron todo. Calama era horrible porque había altura, desierto, pero sinceramente estaba de diez en cuanto a lo otro y pensaba quedarme, cosas que pasan por algo”.
Tras meses de parate, González volvió a Talleres y le puso punto final a su carrera en el club General Paz Juniors de Córdoba. 
“Cuando volví a la T yo venía de siete meses de inactividad. Les fui sincero a los dirigentes, estaba roto, pero decían que les iba a servir a los chicos del vestuario, les iba a hacer bien (Buffarini y Pastore, por ejemplo), pero jugué un partido y dije basta...lo mismo en General Paz. Un día me levanté, me miré al espejo y dije hasta acá. Fui sincero conmigo mismo, ya estaba pisando los 32 años”.

¿Costó alejarse del fútbol?
Fue muy sacrificado llegar al profesionalismo, pasé muchas cosas, el famoso Caracha Villar fue el que me vio y de ahí no paré más, pero llegó un momento que me saturó el fútbol. Después del retiro me acuerdo que estuve mucho tiempo sin jugar, ni siquiera miraba la tele. Hoy no sé quiénes son los delanteros de Talleres si me preguntás. Trato de disfrutar los años perdidos por el fútbol saliendo con los amigos, comiendo asados...estoy desconectado.

¿Qué te dejó el deporte profesional?
El fútbol te educa, te da valores. Si volviera atrás haría exactamente los mismo. Lo que vive el jugador de fútbol no lo vive nadie. 
Yo salí desde muy abajo y cuando jugaba tenía los pies sobre la tierra. Vivís en una nube que no existe y cuando se termina tu carrera sos uno más. Hay que tener cuidado.

¿Qué jugadores te marcaron?
Forlán era súper profesional. Vos llegabas al entrenamiento y el uruguayo ya estaba en el gimnasio; te bañabas y salías y él le estaba pegando al arco; se perfeccionó como lo hace Cristiano Ronaldo hoy, así le fue, de Independiente a Manchester United. Siempre hubo buena relación con Diego, me decía que quería jugar en Europa y lo consiguió. 
Otro que me sorprendió fue César La Paglia, el mejor que vi jugando de Primera. Un crack el Leche.

¿Qué técnicos te marcaron?
Sin dudas que a Pastorizza lo ubico primero, tenía bien de confianza al más titular y al más suplente. Para él eran todos iguales. Para el jugador lo más importante es la confianza del DT. Fue con el que mejor anduve, era muy bohemio, le gustaba al casino y el tango. Todos lo querían.
Alfaro también fue buena gente, al igual que Checho Batista en Talleres. A Russo también le debo mucho porque me llevo al Pincha y a Central.  

¿Hay ganas de volver a Posadas?
Hoy estoy viviendo en Villa María (Córdoba) con mis hijos Juan Ignacio (10) y Ciro (8). El más grande está jugando de mediapunta en Talleres y cuando cumpla 13, la edad para ir a la pensión del club, mi idea es volver a Posadas... tengo mucha gente conocida.
Hoy vivo de rentas, tengo propiedades en Córdoba, pero no hay nada más lindo de hacer lo que a uno le gusta como estar con los chicos, viéndolos jugar al aire libre. Fundé un club de baby fútbol en Villa María.

¿Cómo ves al fútbol de inferiores?
Considero que se perdió el hambre de gloria. A todos les digo que cuando me fui a la Estudiantes (LP) me mandaba cartas con mi mamá que llegaban a los quince días, se extrañaba y había que bancarsela. Hoy los chicos están cómodos en las inferiores porque los tratan como a un jugador de Primera, tienen 11 años y ya tienen psicólogos y masajistas. Llegué al fútbol por la conducta, la perseverancia y el sacrificio. Es lo que falta en el fútbol de inferiores. 

Tres x Uno

El apodo. Yerbatero viene de la prensa de Entre Ríos. Fue cuando Patronato y Rosamonte no se ponían de acuerdo por las condiciones del pase y un periodista tiró la célebre frase: “Qué pasa con el yerbatero ese” (por Hreñuk) y ahí quedó. Ñato me dijeron de toda la vida. Me lo puso mi abuelo.

El ídolo. Lo tenía de ídolo a el brasileño Edmundo y en un partido contra Cruzeiro justo me tocó el doping con él y Sorín (Juan Pablo)... le pedí a Juampi que haga las tratativas y hoy tengo la camiseta de Edmundo en casa.

Una mala idea. Con el técnico que me llevé mal fue con Luis Cubilla en Talleres. Resulta que cuando llegó me quería hacer jugar de cuatro, nada que ver, empezamos mal. Entonces me hice el desgarrado, uno de los dos se tenía que ir y yo ya casi que estaba vendido a Central. Entonces me voy a la terminal, voy cruzando la calle y un taxista me dice: “Yerbatero, cómo te hiciste el lesionado” y le digo: “Y qué querés con ese técnico”.Fue el peor error porque después de un entrenamiento me llaman desde la dirigencia. Resulta que el bisabuelo del taxista era fanático y socio vitalicio de Talleres e hizo un quilombo bárbaro. Salió en todos los diarios. Nos reunieron a los dos y me disculpé con Cubillas, todo quedó ahí.