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Graduado en valentía y empeño

miércoles 04 de diciembre de 2019 | 6:00hs.
Nació con encefalocele y pocas posibilidades de sobrevivir, pero Raimond Rivas superó obstáculos y a base de fuerza de voluntad cumple sus metas: ayer terminó la salita de 3 como uno de los mejores del curso.
Belén Spaciuk

Por Belén Spaciuksociedad@elterritorio.com.ar

“Es increíble su fuerza de voluntad y las ganas que le pone a la vida. Todo lo que se propone lo logra. Verlo hoy terminando salita de 3, pese a todos los pronósticos desalentadores, me llena de orgullo”. La frase le corresponde a Priscila Rivas, madre de Raimond Benjamín Thiago Rivas, un pequeño que superó los obstáculos más difíciles que la vida puede imponer y se convirtió en el héroe de su propia historia.
Raimond nació con encefalocele, una enfermedad en la que el cerebro o una parte de él se forma fuera de la cabeza y está conectado al interior por un defecto óseo (agujero en el cráneo). Cuando nació, las posibilidades de que el niño sobreviviera eran mínimas y ningún pronóstico fue alentador para él. Pero luego de siete intervenciones quirúrgicas, la primera a las dos horas de haber nacido, el niño se aferró a la vida y luchó para seguir adelante.
Hoy, con 3 años y siete meses, finalizó la primera etapa del nivel inicial y está listo para comenzar el nivel inicial educativo en una escuela común. Amoroso, excelente alumno, buen compañero y muy atento, como lo calificaron sus maestras de la Escuela Especial 4, Raimond recibió ayer su certificado de finalización de primera infancia y comenzará el ciclo lectivo 2020 en el Instituto Santa Teresita con el apoyo de una maestra integradora.
Raimond empezó la etapa de escolarización en Candelaria, porque hasta los primeros meses del año estuvo viviendo ahí. Luego “nos mudamos a Posadas y tuvimos que volver a comenzar”, contó su madre en diálogo con El Territorio. Pero el cambio no fue un impedimento para el niño que, hacia fines de julio de este año, retomó su cursada y se integró rápidamente al nuevo grupo.
“Cuando entramos a la salita, la maestra me dijo que iba a trabajar con él solito y que con el tiempo iba a integrarlo con los demás compañeritos. Pero sólo necesitó una clase para adaptarse al cambio y en la segunda jornada ya se había hecho amigo de todos los de la sala”, señaló orgullosa Priscila, quien coincide con la maestra Gladis en que Raimond es un muy buen alumno. Amante de los cuentos y las canciones, Raimond aprendió rápidamente los colores, también mejoró en su habla, ya que dialoga de manera fluida, y hace poco tiempo aprendió a saltar, mejorando también sus habilidades motrices. Es travieso, atento y le encanta jugar. Sabe compartir los juguetes, sobre todo con Valentina, su compañera de colectivo camino a la escuela y una de sus mejores amigas. “Este año fue espectacular porque mi hijo creció mucho y aprendió tantas cosas. Estamos muy orgullosos de él, de sus logros y esfuerzo”, dijo Priscila sin poder evitar emocionarse. Esa emoción que humedece sus ojos es la misma que llena su alma cada vez que Raimond alcanza un nuevo objetivo, cualquiera que sea.
Es que, “como siempre hablamos con las mamás de la salita, para muchas familias el hecho de que un niño comience a hablar, a caminar o aprenda a comer solito es un logro, sí, pero un logro esperado para ellos. En cambio, para nosotras, que no sabemos si nuestros hijos algún día podrán aprender a hablar fluidamente o a manejarse de manera independiente es todo un triunfo. Es una victoria en la vida”, se sinceró.
Es entonces cuando la vida toma otro valor y algo tan simple, y difícil a la vez, como aprender a decir mamá se convierte en un obstáculo superado; o aprender a caminar se transforma en un gran desafío conquistado.
Así, Raimond va sorteando cada obstáculo que se le presenta, superando metas y conquistando la vida misma. Todo junto a Priscila, que celebra y acompaña a su hijo con amor incondicional.
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