Francisco Javier Tubichapotá, el primer sacerdote guaraní

jueves 14 de noviembre de 2019 | 21:15hs.
Por Alfredo Poenitz

Por Alfredo Poenitz Historiador

Durante la experiencia misional jesuítica no se conocen casos de guaraníes que hayan ejercido labores sacerdotales. Recién se tiene información de algunos casos aislados en los tiempos posteriores a la expulsión como el del indio Tubichapotá, del pueblo de Santiago.
La Iglesia Católica había prohibido, durante la mayor parte del período hispánico en América, que los indígenas nativos de este continente pudieran formarse y ejercer el sacerdocio. El clero consideraba que los amerindios no estaban en condiciones intelectuales de ser sacerdotes ni podrían sostener el voto de castidad. Los Jesuitas, en sus Misiones del Paraguay acataron siempre esta disposición de la Iglesia. En cambio, en las Misiones del Japón habían reclutado alrededor de 70 miembros para su Orden. Consideraban que, a diferencia de los amerindios, los japoneses podían cambiar ciertos elementos de sus conductas para poder ser sacerdotes.
Pero, cuando las Misiones pasaron al poder temporal después de la expulsión de los jesuitas, aparentemente esta regla eclesiástica no fue muy tenida en cuenta, por ejemplo en el caso del indio guaraní Francisco Javier Tubichapotá, que llegó a estudiar en un seminario y llegó a ser sacerdote. Era hijo de un cacique de la reducción de Santiago, que fue administrada en el aspecto religioso por los sacerdotes mercedarios, después de la expulsión de los Jesuitas. Tubichapotá fue el primer sacerdote guaraní en el período colonial. Había recibido una beca para hacer sus estudios de seminario en el Real Colegio Seminario de San Carlos, en Asunción. Había nacido en el 3 de diciembre de 1775. Era hijo del Teniente Corregidor de Santiago Estanislao Tubichapotá y María Salomé Ariquí. Entró al seminario a los 13 años. Su propio padre lo inscribió en aquel seminario en el año 1789 y ofreció pagar su alojamiento y estudios usando fondos de la misión. Evidentemente la beca real no cubría todos los gastos. Fue admitido por el Obispo de Asunción quien declaró que “podía ser un ejemplo para otros Guaraníes”. Nació a partir de ese momento un incipiente clero nativo, aunque muy reducido en representantes.
Tubichapotá estudió en el Real Seminario de San Carlos durante 11 años, adquiriendo destreza en los idiomas latín y español. Fue ordenado en 1803 y enviado a trabajar entre sus pares en los pueblos de guaraníes cercanos a Asunción.
La experiencia de Tubichapotá fue repetida por otros en aquellos tiempos postjesuíticos. Juan Ventura Cayurí y Francisco Chuchí, de la misión de Yaguarón también estudiaron en la década de 1790 en el mismo Seminario de San Carlos, en Asunción. Domingo Yabacú del pueblo de Santo Tomé entró al Colegio Real de San Carlos en Buenos Aires en 1801. Se destacó tanto por su inteligencia, disciplina y tenacidad en sus estudios, que don Gregorio José Gómez, un sacerdote español, doctor en Teología y profesor de Filosofía de esa institución educativa lo consideró como su distinguido pupilo, a quien convocaba como acompañante en sus clases y en sus actividades pastorales.
La historia de Pablo Areguatí es más conocida por su desempeño como Comandante de las Islas Malvinas en las épocas rivadavianas. Hijo de don Pascual Areguatí, Corregidor de San Miguel (hoy en el estado de Río Grande do Sul), entró junto con un hermano en el Colegio Real de San Carlos, en Buenos Aires en 1798. Pero don Pablo no terminó sus estudios religiosos y se dedicó a la vida comercial en el pequeño pueblo de Mandisoví, actual ciudad de Federación, en el norte entrerriano. Luego, por sus dotes de liderazgo político fue convocado al gobierno de Rivadavia, en la década de 1820 donde fue destinado a las Islas Malvinas como Comandante Militar. Pablo Areguatí había sido un líder antiartiguista y luchó en favor de Buenos Aires. Premio a ello fue atraído a las filas rivadavianas.
El cambio de la Iglesia respecto a la admisión de religiosos de raza indígena a finales del siglo XVIII permitió que se dieran casos como los descriptos. En todos los casos mencionados se trata de hijos de autoridades indígenas de los cabildos de los pueblos. Es probable que ello les haya permitido a aquellas autoridades cierto poder político. Por otra parte, para los guaraníes, la idea de un clero nativo representó un importante símbolo de su autonomía. Pero en el resto de América fueron muy raros los casos de nativos que ejercieran el sacerdocio. Son conocidas en la bibliografía en este aspecto algunas excepciones como la de Pedro Riquelme, el hijo de un jefe araucano que fue sacerdote en Santiago de Chile. O tres hijos de caciques mayas que estudiaron en San Pedro de Mérida en 1786. Y no se conocen, por lo menos hasta ahora, otros casos de los tiempos prehispánicos.
Probablemente el insignificante número de sacerdotes indios en Hispanoamérica refleje los prejuicios raciales hacia los amerindios, con alguna excepción, como las descriptas, hacia las élites nativas.