Esperar…

domingo 10 de noviembre de 2019 | 7:00hs.
Esperar…
Esperar…
Gonzalo Peltzer

Por Gonzalo Peltzer gpeltzer@elterritorio.com.ar

Esta semana me tocó esperar…
Esperar…
Esperar…
Esperar mi turno para pagar la cuenta de un servicio que vencía el lunes. Sin ninguna posibilidad de pagarlo de otro modo, tengo que ir a una agencia de Rapifácil para saldar la deuda, que para colmo esta vez era absurdamente desmesurada, pero ante las protestas me contestaron que pague igual. Y en Rapifácil había que esperar…
Esperar…
Esperar…
Esperar, porque aunque son seis las cajas, solo atendían en una, así que la cola de pacientes esperadores serpenteaba aburrida y eterna por el salón. Había que esperar.
Esperar…
Esperar…
Esperar en el banco, al que tuve ir al día siguiente para uno de los pocos trámites que no se pueden hacer por home-banking. En lugar de hacer cola, ahora en todos los bancos hay que sacar un papelito de un dispenser de turnos que pregunta al cliente a qué viene, y de acuerdo con la respuesta elegida te entregan el papelito con serie y número para que te sientes a esperar…
Esperar…
Esperar a que te llamen, pero en la más completa incertidumbre, ya que con esto de las series y las cajas ocultas detrás de un pudoroso biombo, es imposible darse una idea del tiempo que falta: las colas por lo menos calman la ansiedad porque vas viendo cuánto te queda por esperar…
Esperar…
Esperar sentado, con el número M48, mirando las pantallas de los turnos: J23, K12, L45, J24, F10… pero con M no viene nunca. Hay que esperar…
Esperar…
Esperar sin hacer nada, porque todavía rige una estúpida ley que supone que todos somos ladrones y usamos nuestro dispositivo lector de noticias y de novelas para marcar a las incautas costureras que salen del banco con sus ahorros en efectivo… 
Esperar…
Esperar sin poder ni ir al baño porque los bancos no tienen para los clientes…
Esperar…
Esperar hasta que pasó media hora exacta y coincidieron mi letra y mi número en la pantalla, pero cuando llegué a la caja no estaba el cajero, que tardó otros cinco minutos más en aparecer, y me dio tiempo para leer un cartel pegoteado en el vidrio que dice que más de media hora no te pueden hacer esperar…
Esperar…
Esperar al jueves, cuando me tocó ir al correo a esperar que me atiendan en la única caja habilitada de cinco que tiene el local…
Esperar…
Esperar…
Esperar que nadie te llame ni tengas otras urgencias, porque cuando quise mirar los mensajes que me sonaron en el celular, un policía gordo que miraba el suyo levantó la cabeza y me gritó que no podía usar el celular y que solo debía esperar…
Esperar…
Esperar…
Esperar que sigamos siendo un pueblo manso que nunca se cansa de esperar…
Esperar…
Esperar…
Esperar que se cumpla un sueño recurrente en el que la fila de esperadores se convierte en una inmensa serpiente que se traga a todos los que nos hacen esperar…