En Colonia Yapeyú, 100 personas empezaron a reconstruir sus vidas

jueves 14 de junio de 2018 | 5:00hs.
En Colonia Yapeyú, 100 personas empezaron a reconstruir sus vidas
En Colonia Yapeyú, 100 personas empezaron a reconstruir sus vidas
Cincuenta personas mayores, unos 45 menores y alrededor de 30 casas dañadas parcial o totalmente en el municipio de Guaraní fue el relevamiento no oficial que se dio a conocer a media mañana de ayer, el día después del tornado que tocó tierra en una gran franja de la zona Centro de la provincia.
Hasta la noche del fatídico martes eran 15 las personas heridas que estaban internadas en el Samic de la ciudad de Oberá, pero antes de la medianoche sólo quedaban dos en el nosocomio, la esposa de Juan Carlos Lester, la víctima mortal, y un  menor con una fractura.
Los puntos más afectados de la zona rural de Guaraní fueron Yapeyú, Villa Industrial, Villa Armonía y Picada Sueca.
Ayer, el ruido a las motosierras ofició de despertador de las familias en lo que hasta el martes a la madrugada eran sus casas. Los vecinos, los operarios, los ayudantes debían cortar los árboles derrumbados por el tornado y, mientras tanto, las mujeres empezaban a darse cuenta de lo que les había pasado, empezaban a ver que no tenían nada más que sus ropas puestas y sus lamentos a cuestas.
A las motosierras se sumaron temprano las dotaciones de la empresa eléctrica Celo para recomponer el servicio a las picadas y colonias que quedaron sin energía desde las 3 de la mañana del último martes.
En uno de esos caminos invadidos por camionetas y camiones con ayuda para dar inicio a la reconstrucción, un grupo de policías y demás operarios inició el trabajo en el predio en donde el tornado destruyó en parte la casa de los Lester, del hombre de 40 años que murió en su misión de salvar a uno de sus hijos en lo peor del ojo de la tormenta.
El velorio y posterior entierro se cumplió antes de las 10 de ayer. Su mujer, Verónica Vargas, debía seguir en el Samic bajo observación.
Unos 500 metros más hacia lo profundo de picada Yapeyú, ayer al mediodía se iniciaron las tareas de ayuda y relevamiento de daños en el predio de la Escuela N°69, en donde también funciona por la tarde el Instituto de Enseñanza Agropecuaria 13. Los daños fueron en el techo, y aunque afectaron la estructura de forma parcial, obligaron a reemplazar por completo la bóveda del establecimiento.
Al edificio escolar que el año pasado cumplió 90 años de vida, asisten 120 alumnos. En ese marco, desde la escuela detallaron que en las próximas horas, en conjunto con los padres, se decidirá en dónde y desde cuándo se retomarán las clases. “Y... nunca ocurrió algo así, sin dudas, nos pasó un tornado, debimos soportar esto”, dijo a El Territorio Roberto Semeniuk, presidente de la cooperadora escolar. 

Milagro en el monte
Los árboles caídos bien pueden ser en cantidad, los mismos que quedaron en pie o retorcidos por los vientos que a 200 kilómetros por hora arrasaron todo a su paso. Esos árboles que en verano son tan necesarios y hasta sagrados por sus sombras, terminaron convirtiéndose en una trampa mortal para muchos de los afectados.
Tal es el caso de Susana Zebruk, quien desde las primeros horas de ayer deambulaba por su terreno ubicado en un bajo de Yapeyú. El sitio, rodeado de plantaciones de té y árboles estaba desolado. Ella había recibido el alta médica luego de haber pasado unas horas en observación en del Samic.
El día anterior, su casa de material había sido derrumbada por un árbol.
Aún perpleja por lo acontecido, la mujer confesó a El Territorio que se seguía preguntando cómo sobrevivió al derrumbe de la casa que la dejó  sepultada entre escombros de ladrillos y cemento durante horas.
“Acá estoy, no sabiendo qué hacer, mis hijos que estudian y yo tengo todo perdido, No tengo nada de nada, ni un peso. Ahora estoy con un problema en el corazón porque fui aplastada por ese árbol, por la casa, por los hormigones, y no me explico cómo estoy viva”, relató angustiada y al borde de la agitación por ver la desolación de su lugar en el mundo.
Susana fue albergada por uno de sus familiares que moran a unos 50 metros de donde estaba ubicada su casa.
“No creo que puedan hacer algo por nosotros, somos una familia de seis integrantes. Mi suegra también no sé cómo no perdió la vida, porque su casa también quedó destruida. Ahora me estoy quedando en una casa precaria que me prestaron, donde hay una piecita en la que estamos todos amontonados. No sé qué voy a hacer”.
En esa misma línea, Zebruk continuó: “Siento que no puedo hacer nada, mi casa medía 12 metros por 9, estaba bien hecha y preparada, pero no quedó nada de nada. Mi marido ahora está con cortes profundos en su cabeza atrás y adelante, pero él se hace el fuerte para poder sacarnos a nosotros adelante”.
“Mi marido -relató con crudeza- se dedicaba a la olería, a la fabricación de ladrillos comunes y mis hijas no paran de llorar y quedaron traumadas porque quieren estudiar y salir adelante, pero sus carpetas y libros volaron por todos lados, no sabemos en dónde están”.
En medio del drama, el día de ayer avanzaba con la tranquilidad que deja la calma tras la tormenta. En ese escenario, Susana continuaba buscando entre los escombros algún objeto que rescatar. Algo que sirviera. Algo que no haya volado entre los árboles y llegado hasta el arroyo más cercano, a unos 300 metros de donde vivían felices hasta la llegada del tornado. 

La solidaridad, una fuerza más arrasadora que la de un tornado

Un valor distintivo caracterizó el día después del temporal que afectó a una veintena de familias de Caá Yarí: la solidaridad. Este gesto altruista se manifestó a través de acciones genuinas y espontáneas de cientos de vecinos que se movilizaron para ayudar en los trabajos de limpieza, así como de acopio de alimentos y prendas de vestir para donar a los damnificados por el temporal.
 Entre los afectados está la familia de Enzo y Marlene Otto, quienes llegaron al centro de primera atención luego de que su casa y aserradero ubicados a la vera de la ruta provincial 225, fueran arrasados por el tornado. El fenómeno meteorológico también destruyó en minutos sus plantaciones.
Ayer El Territorio visitó la zona y en medio de la devastación, los Otto resaltaron la solidaridad de los vecinos de Alem que rápidamente se acercaron con frazadas, colchones, ropas, alimentos. Asimismo,  el Centro Adventista de Vida Sana que se ubica en Villa Libertad puso a disposición un albergue por diez días con pensión completa para varios damnificados.
En el caso de los Otto, Enzo conmovido relató que “una médica de la zona que posee una casa en alquiler a pocos metros del lugar nos puso a disposición esa vivienda para que nuestra familia tenga un lugar hasta que podamos construir una nueva casa”.
Finalmente, mientras grupos de policías, bomberos y personal de la municipalidad de Alem se turnaban para mover la gran cantidad de árboles caídos, un vendedor de hamburguesas de la ciudad se acercó y ofreció a los trabajadores voluntarios hamburguesas y bebidas.
Colonias aisladas
Ayer, maquinarias y camiones municipales de la ciudad de Alem estuvieron colaborando con el municipio vecino para poder dar transitabilidad a los caminos vecinales que unen Colonia Yapeyú con Picada Sueca, Caá Yarí y de ahí a Almafuerte y su salida a Bonpland. Sin embargo, existe una gran cantidad de accesos a las chacras que fueron tapados por árboles caídos, dejando a decenas de colonos aislados. 

Luego de las ráfagas llegan las heladas

El computador científico Alfredo Yaquinandi hizo referencia al temporal que azotó la provincia el martes. En ese marco, reveló que se trató de un sistema de vientos generado en la punta de un frente polar que circuló por la provincia de sudoeste a noreste, cuyos daños son similares a los de un tornado de nivel entre 1 y 2, con vientos de aproximadamente 100 a 150 kilómetros por hora. Luego, añadió que hasta mañana tendremos buen tiempo con heladas. Tal es el caso, que mañana (6º de mínima) habrá sólo escarchas, pero hoy, el sábado y el domingo habrá posibles congelamientos a nivel del suelo, cuando las temperaturas descenderán a 3 y 4º (temperatura a 1,5 metros) con lo que plantas pueden llegar a cero grado en el suelo, en la parte baja del tallo.



Por Mauro Parrota
Enviado especial