El último viajero del Hotel Savoy

sábado 20 de octubre de 2018 | 6:00hs.
En el Savoy, uno de los tópicos que captaron su atención.
En el Savoy, uno de los tópicos que captaron su atención.
Mauro Parrotta

Por Mauro Parrotta interior@elterritorio.com.ar

El tipo siempre fue difícil de rastrear. Alguna vez pensé que caía en su casa días después de una larga recorrida por los rincones de la ciudad a los que sólo él sabía llegar y siempre huyendo de otras situaciones dignas para un cuento. Y eso hacía, después de todo. Se nutría, se enriquecía de historias para darles vida o camuflarlas de tragedias o complicidades. La columna Aguara-í, de la página 2, no paraba ni en Navidad. Sabía de ese compromiso y nunca renegó por eso. Al menos nunca lo escuché.
Lo cierto es que debía escribir todos los días sobre algo que valiera la pena y se amolde a la columna que Javier se adueñó por varios años.
Aguara se mezcló entre escritores del mundillo posadeño. Se fue haciendo su propia fortaleza como un personaje único y querible. Amante de lo raro y de los cuentos de la tierra colorada. Un día dijo que no quería caer en mis historias porque siempre eran trágicas o demasiado increíbles. Era suficiente por entonces hablar de otras historias. Viejas o nuevas. Imaginables o disparatadas.
Loco del archivo de El Territorio y de cuanto archivo pudiera meterse. Amó la fabulosa historia de Hotel Savoy y la amasó como el mejor maestro de la mejor cocina de las letras. Consiguió artículos y fotos que estaban esperando en el anonimato para que él las descubriera.
El lunes 26 de marzo de este 2018 se publicó su trabajo Los verdaderos orígenes del Hotel Savoy. En el artículo deja sentado su trabajo de archivo y de investigador apasionado por el edificio que aún hoy se mantiene de pie en una de las esquinas de Colón y Sarmiento, que fue habilitado en 1912 bajo el nombre de France Hotel. Después vendrían los otros nombres, El Palace y El Savoy.

La muerte escrita
La vida y muerte de Horacio Quiroga y los suicidios que marcaron el final del uruguayo escondido en el monte misionero, fue motivo de consulta, la última que le hice al señor de la página 2. Fue a mediados de este año y ahí contó que le costaba comer. Tragar. Que no podía mandar al estómago cualquier cosa. “Pero cuidate boludo”, fue el consejo que no torció el rumbo que estaba escrito. Supe entonces que los siguientes meses continuó con la misma dificultad. Pero eso no le impedía seguir construyendo su crónica diaria. Ni le sacaba la felicidad por ver a Independiente de nuevo en la Copa Libertadores, aunque presagiaba que con River la cosa no estaba acomodada.
Y nadie tiene la vida acomodada, ni el más rico ni el más sano sobre el planeta. Nadie hace, por más que se quiera, un pacto con la Parca.
Se fue el último viajero del Savoy y se lo va a extrañar, carajo.