El país de los contrastes más dolorosos y sin contención

domingo 22 de abril de 2018 | 6:00hs.
Ante el incendio de sus instalaciones, mudaron la comuna encarnacena.
Ante el incendio de sus instalaciones, mudaron la comuna encarnacena.
El Paraguay suele ser catalogado como el país de las diferencias acérrimas y de los contrastes inconmensurables.
Es un territorio que crece a un promedio del 5 por ciento anual hace más de una década, pero tiene problemas al momento de combatir la pobreza, que supera el 26 por ciento en el país, y mejorar su infraestructura.
De acuerdo a los datos oficiales, en la última década la explotación agropecuaria aumentó  como nunca en su historia. Pero esas ganancias sólo sirvieron para acrecentar la desigualdad, con los sectores pobres cada vez más pauperizados, a causa de ver menguados sus ingresos.
“Ningún diputado paraguayo podrá decir que no ve la pobreza. En el corazón del centro histórico de Asunción, a menos de diez metros del Parlamento, separados sólo por una calle, resiste firme la Chacarita, el barrio más humilde del centro, con algunas calles de barro y casas de chapa que se inundan constantemente. Es el Paraguay que muchos tienen en la retina: el país más pobre de Sudamérica, destrozado por la dictadura de 35 años de Alfredo Stroessner, una tierra de exilio y emigración. Pero a pocos metros de allí, en los barrios modernos de la capital, hay otro Paraguay, el de una clase media pujante -desde 2003 la pobreza pasó del 50 por ciento al 28 por ciento-, que crece ininterrumpidamente al 4,5 por ciento desde hace quince años, y el de los negocios fabulosos de la soja, las maquilas para fabricar los productos que consume Brasil y el del paraíso financiero, refugio de capitales para inversiones de argentinos y brasileños que quieren colocar su dinero en uno de los países más estables de América, sin altibajos de inflación, con impuestos bajísimos y trabajadores baratos sin conflictos”, de acuerdo al análisis de Carlos  Cué y Santiago Carneri.
Agregaron que “Paraguay, el país más conservador de la zona, donde no sólo no hay aborto sino que obligan a niñas de diez años a dar a luz incluso aunque sean violadas, como sucedió en un caso muy conocido, vota un nuevo presidente y todas las encuestas señalan que apostará, como casi siempre, por el Partido Colorado, el de Alfredo Stroessner y el del presidente actual, Horacio Cartes. Por si había dudas de ese continuismo, el candidato colorado, Marito Abdo, es hijo del secretario privado del dictador, y disfruta de una fortuna que se hizo en esa época. Abdo, un político joven y respetado que tiene el mérito de haber ganado unas internas contra el candidato del presidente Cartes, evita repudiar los años de la dictadura y dice que se hicieron obras importantes, como la presa de Itaipú. Pero pide que le juzguen por su presente y no por el pasado”, sumaron los referidos periodistas.
“Abdo, que representa el ala más conservadora de su partido, también promete reformas radicales de la justicia para reducir la corrupción, un mal endémico del país. Pero su propuesta en materia económica parece continuista. De hecho en Paraguay nadie espera saltos enormes gane quien gane. El otro gran candidato, Efraín Alegre, líder del Partido Liberal, que ha logrado unir a buena parte de la izquierda y el Frente Guasú del obispo Lugo –que no podía por ley presentarse a la reelección-, promete lograr un Paraguay más inclusivo pero no apunta reformas radicales. Ni siquiera Lugo las hizo, mantuvo la ortodoxia económica que lleva marcando la pauta del país desde el hundimiento de 2003. “Hay un crecimiento económico pero que no es inclusivo”, aducen.

Pasivos públicos
Además de esa desesperante desigualdad y el bastón de mando, “se traspasará un importante monto de deuda pública, con proyecciones de seguir aumentando, una ley de militarización inconstitucional que hace que las fuerzas armadas se ocupen de seguridad interna, un decreto a favor de la deforestación, un sistema de salud prácticamente en ruinas, una política pública de educación en claro retroceso, una burocracia estatal al servicio del capital trasnacional, un manto de corrupción e impunidad  sobre los organismos encargados de la justicia, entre otros males sociales de la  cortina democrática conservadora”, según las ideas esbozadas por el analista Abel Irala.
“El entramado político en Paraguay deja muy poco espacio para alternativas profundas de cambio, el deseo de avance de un proyecto liberador aún llevará tiempo mientras las fuerzas de izquierda logren recomponerse y obtener mayor aglutinación, sin embargo la disputa democrática a los poderes fácticos, a los pensamientos fascistas que desean eternizarse en el poder se desarrolla en un escenario dinámico, contradictorio y conflictivo que deja poco margen de acción transformadora, no obstante, abandonar dicho escenario sería entregar absolutamente el poder a los intereses de las élites locales y sus aliados internacionales para profundizar un modelo excluyente que fabrica pobres, los encierra y los persigue”, finalizó el estudioso.