El ingenio azucarero San Juan del gobernador Rudecindo Roca

viernes 24 de agosto de 2018 | 5:00hs.
Alfredo Poenitz

Por Alfredo Poenitz Historiador


De las tierras repartidas por el gobierno de Corrientes, durante su administración posterior a la guerra de la Triple Alianza, el Coronel Rudecindo Roca había adquirido más de 40.000 ha en la zona de San Ignacio, y más de 9.000 de un lote entre los arroyos Santa Ana y San Juan, donde había funcionado un pequeño ingenio azucarero iniciado por Enrique Puck. El mismo siguió existiendo por un tiempo, transformándose con el tiempo en un importante aserradero.
Las tierras fiscales donde se ubicarían el Ingenio y el Establecimiento San Juan, fueron inicialmente denunciadas por Bernardo C. Igarzábal, en mayo de 1879. El 24 de agosto de ese año, el agrimensor Alejo Peyret inició la mensura del campo. Igarzábal renunció a sus derechos a favor a favor de Juan B. Bussy, el 22 de junio de 1881. Un par de meses después Bussy cede sus derechos a un ayudante mayor de la Guarnición de Corrientes, Manuel Herrera, quien escrituró poco antes de la federalización. Fue Herrera quien el 2 de abril de 1882 vendió el campo a Rudecindo Roca, hermano del Presidente de la Nación, Julio A. Roca, en ese momento Gobernador del flamante Territorio Nacional de Misiones.
En el Archivo General de la Provincia de Corrientes existe un “Cuadro demostrativo de las plantaciones de caña de azúcar”, en el que se incluye una larga lista de productores azucareros en la década de 1880 en la región denominada “Jefatura de Candelaria”, que incluía las colonias Santa Ana y Candelaria. Ello lleva a pensar en un proyecto de polo azucarero para Misiones pensado desde el Estado Nacional.
Según la colección documental denominada “Misiones como parte integrante de la provincia de Corrientes”, organizada y recopilada por el gobierno correntino con el objetivo de intentar demostrar ante el Congreso Nacional que las tierras de la actual provincia de Misiones les pertenecían, en el departamento de Candelaria existían 17 trapiches en la década de 1870. Uno de ellos era el denominado “ Ingenio Primer Misionero” del ya citado Enrique Puck. Pero estos primeros ingenios se limitaban a rústicos trapiches de madera. En la década siguiente, la del Ochenta, esos trapiches fueron reemplazados por verdaderos ingenios industriales, como el Primer Correntino, en 1878, en la zona de Santa Ana, de aquella provincia, que contó con un tren de trocha angosta que se dirigía hasta la capital correntina.
Así, sin dudas la década de 1880 fue la del gran despegue del sector azucarero: para 1886 la Argentina no sólo cubría el mercado nacional, sino que exportaba miles de toneladas de azúcar a través de una cincuentena de ingenios industriales que funcionaban a lo largo del país. Entre ellos, el ingenio San Juan, de Rudecindo Roca, fundado en 1883.
Con un importante préstamo del estado nacional Rudecindo adquirió las maquinarias para el Ingenio y sus implementos a la empresa francesa La Cail, fabricante de bienes de capital para la elaboración de azúcar, y encaró la erección de cerca de 2500 metros cuadrados, entre el edificio fabril, viviendas de empleados y técnicos, talleres y galpones. A esto se agregaba el puerto propio, con dos “vaporcitos” de la empresa, y un ferrocarril de trocha angosta -90 centímetros de ancho- marca Decauville.
Según diferentes versiones de viajeros que visitaron el Ingenio en su pleno funcionamiento, entre operarios y peones rurales, se ocupaban más de trescientas personas. El Ingenio tenía sus propias plantaciones, en un área de 260 ha,  pero además acopiaba materia prima de productores locales, de Santa Ana, Cerro Corá y Candelaria.
El ingenio de San Juan contaba con una moderna tecnología para la época. Eduardo Holmberg, el gran médico y naturalista argentino, nieto del barón de Holmberg, quien visitara Misiones en la década de 1880, indica que, “por todas partes la plantaciones se hallan surcadas de vías Decauville; la pequeña locomotora espera el momento de arrastrar la dulce carga; y el surtidor de agua, movido a vapor, hunde su tubo en el Río para arrojar a los refrigeradores una catarata de agua en un instante. Cerca de la ribera, algunas construcciones sencillas albergan a los habitantes principales del establecimiento, allí también se levanta el largo rancho del negocio donde la peonada se surte de géneros, comestible, bebidas, utensilios domésticos, etc. A unos 300 metros, tierra adentro, se levanta el magnífico edificio hecho a todo costo donde se halla dispuesta la maquinaria de último modelo [...]al examinar más tarde esa maquinaria, me causo una agradable impresión el conjunto de tubos, las placas selladas, las bielas, los engranes, prensas, destiladores, etc.” En 1885 el Ingenio San Juan se encontraba funcionando en plena capacidad, elaborando caña de azúcar y aguardiente en gran escala, lo que lo ubicó como el gran centro fabril de toda Misiones. Unos años después, en 1888, se produciría en el Ingenio, una gravísima sublevación de peones indígenas, encabezada por dos caciques pampas, cautivos del general Roca en la Campaña de 1880, Yancamil y Melideo, tema para otro artículo.
El Censo Nacional de Población de 1895 en el ingenio San Juan había arrojado un total de 499 individuos. Fue el último suspiro del desarrollo productivo de esta empresa. De las 499 personas censadas, 203 eran de origen argentino, 126 paraguayos, 125 brasileños, y el resto extranjeros de diferentes países europeos. Hacia fines del siglo XIX la producción nacional de caña de azúcar decae irremediablemente debido a la saturación del mercado interno y el cierre de las ventas al exterior. Don Rudecindo resolvió vender la empresa, quedando en manos de Otto Bemberg, empresario y financista alemán, creador de un verdadero imperio económico en la Argentina de entonces.  Alrededor de 1900 el ingenio es desmontado y vendida su maquinaria al Paraguay, en plena crisis sectorial.