¿El aborto es un asesinato?

miércoles 13 de junio de 2018 | 5:00hs.
Un aborto inducido o provocado es un grito que clama a la humanidad. Un grito que nos revela que dicho procedimiento es una expresión de una sociedad que muchas veces privilegia el yo por sobre el tú, que desprecia a la vida como valor fundamental y fundante de todos nosotros y de todos los demás valores. Vivimos en una sociedad que equivocadamente ha subrayado en demasía el valor de la libertad, olvidando que para que dicho valor exista y tenga sentido de ser, debe existir primero la vida y el derecho de vivir para todos. Tú puedes decir tengo derecho a “elegir” porque estas viva/o...
El aborto es un tema espinoso, de eso no hay dudas, un tema en el cual muchas posiciones e intereses se encuentran de frente y entran en una lucha que pareciera no tener fin; sin embargo, no debemos perder de vista en cualquier debate, que frente al sí o al no al aborto, no estamos sólo frente a la disyuntiva de si despenalizamos o legalizamos esta práctica, que ciertamente está presente en nuestra sociedad de “manera clandestina” y que se cobra la vida de muchas mujeres, como un derecho de la mujer sobre su cuerpo, sino que estamos también frente a una vida humana que debe ser respetada y cuidada. Las muertes provocadas por abortos clandestinos, no se solucionan con un reconocimiento legal del mismo, sí con una educación propicia sobre el valor de la maternidad y de la paternidad, el valor de la sexualidad y del acto sexual, que muchas veces se los presenta de manera distorsionada.
Debemos además recordar que el ser humano en gestación dentro del vientre materno no fue concebido sólo por la mujer sin la actuación del padre de ese niño/a, del cual nos llama la atención que casi ningún grupo pro-aborto hable y el cual aparece a nuestro entender como el “gran ausente”, sobre el cual no recae ninguna responsabilidad frente a esa vida en gestación; lo cual nos induce a creer que bajo el rótulo “aborto, derecho de la mujer” se esconde un machismo solapado y que tanto mal ha hecho y seguirá haciendo a nuestras sociedades ya que sigue generando una mentalidad de despreocupación por parte del hombre respecto a su rol en la procreación. Ya que como antaño en muchos casos el hombre o se hace el desentendido o simplemente se limita a ofrecer algún dinero para que la mujer se practique un aborto dejando caer el peso de esa elección sobre sus espaldas. Esto agravado aún más cuando el embarazo es producto de un acto tan lamentable y aberrante como son las violaciones y que luego impulsan a que muchos consideren que sea factible un aborto bajo estas circunstancias, pero olvidando que esa vida humana que se está gestando no eligió el modo en que se originó su concepción y que los 23 cromosomas que aportó el violador no se pueden transformar en el motivo de su condena a muerte. Ese niño también pide que su vida sea respetada como la de cualquier criatura inocente y esperada. Una madre que ha sufrido una violencia sexual no debe llevar adelante otro acto de violencia contra la vida de su hijo, no se debe agregar violencia a la violencia, sino que esa mujer debe ser sostenida para buscar caminos que le ayuden a vencer el mal contra ella cometido con el bien de llevar adelante esa gestación lo cual exigirá por parte de todos nosotros un adecuado acompañamiento terapéutico, social y familiar, sin obligarla a tener ese niño consigo una vez que él haya nacido, ya que es lícito en estos casos dar al niño nacido en adopción a una familia que pueda hacerse cargo de su cuidado y educación.
Frente a lo espinoso de este tema sin duda el tomarnos un tiempo y reflexionar seriamente sobre esto nos ayudará a tomar conciencia de que lo que está en juego es mucho más complejo y vital que un sí o un no, está en juego la vida humana y la vida no solo del niño por nacer sino la vida de cada uno de nosotros que ya hemos transitado esa fase primera de nuestra existencia y que como nos recordaba la Madre Teresa de Calcuta, si una madre es capaz de matar, si le damos ese atributo, qué impedimento existe para que entonces no nos matemos entre nosotros. ¡Defendamos la vida, vale la pena y hay mucho en juego para vos y para mí!

Por Luis Alonso Freiberger
Presbítero, director del Centro Pastoral de la Universidad Católica de las Misiones (Ucami)