Doña Rosario, la partera de Santa Ana que trabaja a los 80 años

martes 20 de marzo de 2018 | 14:30hs.
Doña Rosario, la partera de Santa Ana que trabaja a los 80 años
Doña Rosario, la partera de Santa Ana que trabaja a los 80 años
Por María Rosa Fernández
redaccion@elterritorio.com

Los 80 años de Rosario Núñez no parecen ser tales. Se la ve íntegra, vital y con muchas ganas de seguir trabajando. Ella se considera madre y abuela de muchas personas de Santa Ana, ya que su profesión, la enfermería, le dio la oportunidad de atender incontables partos.
Rosario recuerda sus años joviales cuando salía a caballo para ayudar a los necesitados, recorría kilómetros muchas veces para llegar al lugar donde era convocada por alguna persona con diversos problemas.

A pesar de que tuvo seis hijos, se casó recién a los 70 años, ya que según sus palabras "no quería que nadie lastime a mis hijos y traer a un hombre a vivir conmigo implicaba ese riesgo, así que cuando los crié a todos, cuando ya tenía cada uno su vida y por esas cosas del destino que muchas veces uno solo entiende cuando es muy creyente, conocí a un hombre fabuloso con quien me casé y tuve diez años de mi vida llenos de amor y felicidad”.

A Rosario o doña Rosa, como la llaman sus allegados, se le llenan los ojos de lágrimas cuando le toca hablar de su trabajo, esa profesión que la hizo y la sigue haciendo feliz a cada instante.

“Desde los 18 años fui ayudante de un médico, con él aprendí mucho sobre la enfermería porque no tenía oportunidad de estudiar, así que atendía a la gente por amor y vocación de servicio. Sin haberme recibido atendí cientos de partos y gracias a Dios nunca me salió nada mal, he ayudado a muchas madres a traer a sus pequeños al mundo y muchas veces he tenido que sacarme la chaquetilla para envolver a los recién nacidos porque sus familias eran muy pobres y no tenían nada, tampoco en el hospital había mucho, a veces ni algodón había y debíamos salir a pedir a los comerciantes o arreglarnos como sea”, recordó.

“En Santa Ana son todos mis nietos”, repite a cada instante y cuando camina por las calles del pueblo no hay quien no la salude. Todos la conocen o tienen una anécdota con ella, que siempre se mostró servicial y con vocación para ayudar a los más necesitados.
“He llegado a atender partos en la ruta, nunca me he quejado de la situación porque era lo que yo elegí y lo sigo eligiendo, no quiero dejar de trabajar porque ser enfermera es brindar un servicio al prójimo y yo trato de cumplir ese servicio de la mejor manera con el corazón”, reconoció mientras recorría su chacra.

“No me gusta que los pacientes esperen, tampoco tratarlos mal porque quien acude a un hospital es porque no se siente bien y es importante entonces que encuentre palabras de aliento, buena atención. Además yo juré para atender a la gente sea quien sea de la misma manera, creo que hoy en día ya no hay casi profesionales por vocación, y lo digo con dolor porque la mayoría elige un trabajo por lo que va a ganar y no porque le guste”, reflexionó Rosario sobre cómo ve la profesión que abrazó desde joven.

“Yo ya tengo 80 años y como desde hace muchas décadas me levanto cada día a las 4 de la mañana, salgo media hora antes porque no me gusta llegar tarde, jamás llegué tarde. Con mi trabajo de enfermera crié a mis hijos, les hice estudiar, muchas veces les faltó comida pero jamás mi atención y dedicación, actualmente vivo sola ya que mi esposo falleció el año pasado”, dijo mientras una lágrima rodaba por su mejilla.

Entre las vivencias de Rosario hay una que recuerda mucho y la marcó durante un largo tiempo.
“Había llegado una mamá de casi 50 años al hospital a punto de dar a luz. Yo estaba totalmente sola atendiendo, apenas alcancé en subirla a la camilla cuando nace el bebé. Salió boca abajo la criatura, cuando la di vuelta vi que era una nena y vi un hueco muy grande en su boca, creí que la había lastimado, me asusté demasiado.

Ahí me tranquilizo y me doy cuenta que la niña tenía labio leporino, no se podía alimentar porque era muy grande el orificio”, comenzó su relato y prosiguió: “Le pedí al chofer de la ambulancia que venga, teníamos una muy vieja y destartalada pero era mejor que nada, estabilicé a la madre y la mandé a Posadas. Seguí el caso de cerca, la niña estuvo tres meses internada, la operaron y volvió con la cicatriz que hoy ya no se nota. De eso hace 28 años y aún tengo ese momento en la cabeza, fue uno de los casos que más me impactó”.

Pero en la vida de Rosario no todo son jeringas, gasas y alcohol. Su otra pasión es cultivar la chacra. En su terreno tiene más de 800 plantas de mandioca, verduras, cría gallinas y otros pequeños animales.

“Soy una agradecida a Dios por darme la oportunidad de servir, estoy convencida que lo que damos con amor se multiplica en vida, en logros positivos a montones. La vida es dura, es muy pesada si no se tiene fe y no se tiene amor hacia los demás", concluyó doña Núñez quien va a cumplir 81 años en octubre y no piensa jubilarse mientras su salud se lo permita. No toma medicamentos y tiene fuerzas todos los días porque “mi medicina es poder ayudar a la gente”.