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Docentes de Posadas del ayer

miércoles 05 de septiembre de 2018 | 5:00hs.
Docentes de Posadas del ayer
Esa mañana de la cotidiana vida se hacía fatalmente tarde, y la madre determinó que llevaría a la rastra a su hijo hasta la Escuela Superior N°1 Félix de Azara, que muy terco se negaba a concurrir sin que severos cintarazos lograran persuadirlo.
El chico tenía particular temor por el primigenio templo de la educación escolar vaya a saber por qué ocurrencias mentales. En su imaginación creyó lugar que a los niños en penitencia los mandaban a tenebroso cuarto oscuro y el director, a la sazón Don Aníbal Lesner, un ogro que se comía crudo a los alumnos que se portaban mal.
Llorando y a los empujones entró al recinto y no era el único. Otros también lloraban. Una maestra compresiva que al final sería la suya durante el año le tomó de la mano y le dijo: Ven te llevaré con otros niños.
Recién en ese momento la madre se retiró satisfecha de la escuela, pues el mocoso de porquería se había negado a entrar al jardín de infantes el ciclo pasado perdiendo el tiempo todo el año. En su fuero íntimo no quería que su hijo fuera ignorante como ella, que por culpa de no saber leer ni escribir debía conformarse con el trabajo sacrificado de lavandera, que hacía la vida menos justa.
El jardín de infantes, fue creado a mediados del siglo XlX por la  brillante imaginación del alemán Federico Fröebel, guardabosque de profesión, agricultor y botánico en sus horas libres.
Sarmiento, el eterno vilipendiado por los revisionistas, lo implantó en el país en 1870 cuando trajera a las sesenta maestras jardineras de los Estados Unidos a la Argentina. Aquí en el territorio misionero fue seleccionada una escuela que por su esmero se destacaba entre las demás en toda la provincia. Se trataba de la escuela Nº 48 de Villa Lanús, cuyo director fuera el apreciado maestro don Luis Rosendo Libutti. Por otro lado, la distinción para efectivizar la fantástica y responsable tarea de concretar el titánico emprendimiento recayó en la señora Rosa Stela de Nelli, maestra por  antonomasia, católica devota y con la innata y sublime vocación de servicio como virtud. Trabajó duro, muy duro y al final su esfuerzo concluyó en éxito rotundo, por cuanto la ejecución del proyecto se impuso en todo el ámbito provincial de manera que mereció el reconocimiento de las más altas autoridades. Y hoy está, por esta labor que tomó como apostolado, en el frontispicio de los grandes maestros posadeños junto a Clotilde Fernández, Pedro Pablo Labat, Ema Pérez de Bausset, el Negro Caquía, los maestros del Roque: Esteban Semilla, Carlos Prado, Juan José Muhn, Emilio Dionisi, quien suplía el pito por el coscorrón y tantos otros que bregaron por la fuerte y savia educación del alumnado. Porque en definitiva, sin educación el hombre y los pueblos jamás serán libres ni soberanos.
La Universidad Sarmiento y el Instituto Incorporado fue una institución privada que sin ningún tipo de subsidio y a puro coraje fuera creada por el matrimonio formado por don Juan Bordón y doña Teresa Chilabert, pareja que infelizmente vino a refugiarse a la ciudad debido a las habituales persecuciones que sufrían quienes no comulgaban con el pensamiento único, del partido único de los déspotas que gobernaban el Paraguay. Fue fanal del conocimiento en Misiones, pues por sus aulas pasaron cientos de alumnos, incluidos los del interior, con el propósito de aprender no solo dactilografía, también telegrafía, taquigrafía, teneduría de libros y contabilidad. Ilustraciones estas que abría al que estudiaba, abanico de posibilidades en conseguir trabajo tanto en reparticiones públicas como del sector privado, en una provincia alejada del poder central que carecía totalmente de estudios terciarios.
El doctor Pablo Luzuriaga, otrora interventor federal en la provincia fue destacado profesor del Colegio Nacional, involucrado en la concepción humanista de la educación que lo ponía a la altura de otros grandes y recordados profesores como lo fueron José Antonio Margalot, Juan Olmo, quien fuera profesor de historia, rector del Colegio Nacional y por décadas director de la Biblioteca Popular, cargo heredado por su hijo Rubito. A ellos se suman Juan Carlos Guerra, Armando Pini, Pitina Vigneaux, Isabel Piró, el Dr. Héctor Orlando, Don Elías Benmahor y su esposa Irma Rosa, La Negra Irma Clelia Sánchez, famosa antiperonista pero tan querible y querida que hasta los peronistas la querían. También descollaron como educadores María Elisa Olmo, Alicia González de Isasa, su hermano el bioquímico Eduardo, que junto a otros tantos colegas fueron pilares de la educación de varias camadas de posadeños. Y por tan meritoria virtud merecen ser recordados por siempre en la historia de la educación en la ciudad fundada por Roque González de Santa Cruz.
Pues bien, en nuestra actualidad donde la educación se ha resquebrajado, e indudablemente los maestros deben mejorar sustancialmente sus salarios, no me imagino a estos grandes hombres de la docencia ostentar la facha impresentable de Baradel, y las otrora insignes docentes saltar desaforadamente al grito guerrero de volveremos con insultos, pancartas y amenazas, como hicieron grupos de educadores. Debemos justipreciar razonablemente que aquellos maestros de antaño, además de enseñarnos de como se estudia y como se aprende, también nos enseñaron ética con el ejemplo, el significado de la urbanidad, el respeto humano, la honradez y convivencia ciudadana. Y pienso y expreso, que si retrotraemos esos conceptos morales de la docencia y los reimplantamos nuevamente en nuestra época, tal vez tengamos oportunidad de encarrilarnos moral y éticamente como Nación. Pues al decir de Don Aníbal Lesner: “no se puede andar en la vida sin esas dos virtudes humanas”.

Por Rubén Emilio García
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