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Día de la Madre: fortaleza y don de servicio

domingo 20 de octubre de 2019 | 9:20hs.
Mercedes con su hermana Rosana; pide agilidad en la gestión del carné de discapacidad.
Hoy es un día para poner en valor a esa persona que solo con una mirada tierna, una palabra dulce, un gesto de cariño, es capaz de curarlo todo, es a quien llamamos madre.
Hay cientos de ejemplos de mujeres madres que son capaces de dar hasta lo último por sus hijos y que, aunque parecieran quedarse sin fuerzas, no se rinden sino que ese amor incondicional se multiplica y alcanza para brindar cuidado protector a otros que necesitan. Y es el caso de Mercedes Figueroa (66), sinónimo de resiliencia, fe y valentía.
La historia de Mercedes puede representar a tantas otras mujeres que debieron hacerle frente a situaciones muy adversas para salir adelante, incluso ella careció de la convivencia con su propia madre pero recibió el afecto de una familia generosa que la adoptó.
Así, esta guerrera que proviene de una familia muy humilde, perdió a su padre cuando era aún bebé, su madre por razones económicas no pudo tenerla y depositó la responsabilidad de su crianza en otra gente.
A sus 16 años se conoció con su pareja, Carlos Roque Kurt (67), contrajo matrimonio y llegó quien fuera su primer hijo Carlos y así cuatro más: Hugo, Sergio, Cristina y Adrian. Los primeros años fueron difíciles, su esposo camionero, durante la mayor parte del tiempo estaba fuera del hogar, inclusive en otras provincias, regresando una vez por mes.
“En aquella época no existían los beneficios sociales de hoy día, era ponerle hombro a la situación para que los hijos tengan un futuro”, relató. Con enorme sacrificio Mercedes, fue de cierta forma madre y padre, el eje del hogar.
Cuando comenzaron a acomodarse las cosas -los hijos ya criados y estudiando- parecía que llegaría un tiempo de descanso.
En cambio, la vida la puso a prueba de la forma más trágica posible. En 1993, Carlos a sus 18 años, perdió la vida en un grave accidente en los saltos de Moconá, estuvo desaparecido nueve días hasta que lo encontraron.
Fue un golpe de lo más duro, que hundió a la familia en un pozo de depresión y hasta la fecha es lo que empaña la mirada y entristece el semblante, tanto de Mercedes como de Roque. “‘Ella es la mamá del chico que murió en el Moconá’ decía la gente cuando me veía, Dios mío, Dios Mío, es algo que no deseo a nadie fue el momento más duro de mi vida” apenas logró explicar el peso del recuerdo, Mercedes, a El Territorio.
Además, hace más de 15 años, su madre biológica se enfermó gravemente, y si bien, no tuvo la alegría de vivir con ella en la niñez, supo darle todo su cariño en sus últimos años de vida. “Mi mamá no pudo criarme porque no tenía los recursos, cuando se enfermó no tenía con quien quedarse, entonces gracias a la generosidad de mi esposo Roque, construimos una casita en nuestro terreno para ella, estuvo postrada y luego falleció”.
Cuando se reencontró con su madre, Mercedes conoció a su hermana, Rosana Figueroa (51) quien tiene una discapacidad mental grave y no puede valerse por sí sola.
“Rosana estaba a cargo de mi madre y cuando falleció la trajimos a casa”, comentó, de eso hace diez años. Cuidar de su hermana es otra gran acción de esta mujer que también sufre problemas de salud, pero ningún dolor supera la fortaleza.
Rosana no puede hacer nada por cuenta propia, cuidar de ella significa un enorme sacrificio ya que además de la atención, dedicación de tiempo y paciencia, no cuenta con una obra social.
Si bien hace años luchan por conseguir el Certificado Único de Discapacidad que puede significar una mejora en su calidad de vida, es una realidad que no se concreta.
“Rosana es como un bebé, la tenemos acá muy bien, y si bien ella no entiende nada, expresa una sonrisa ante cada gesto de cariño”, contó emocionada.
Para Mercedes y Roque, abuelos de seis nietos, es muy doloroso ver cómo algunas personas son indiferentes con las personas con discapacidad y reclamaron las falencias del Estado para asistir a quienes tienen una condición como Rosana.
Mercedes hace dos años comparte y convive diariamente con Roque, que al fin se jubiló y juntos disfrutan de todo lo que con inmenso esfuerzo lograron: la formación de sus hijos, la enseñanza de valores, el cuidado de Rosana
Concluyó Roque: “Yo le valoro mucho a mi esposa, ella fue la base del hogar, sufrimos y su fortaleza y valentía sostuvo esta familia”.
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