De los cintarazos en la Comisaría a admitir que es adicto y pedir ayuda

domingo 15 de julio de 2018 | 5:00hs.
De los cintarazos en la Comisaría a admitir que es adicto y pedir ayuda
De los cintarazos en la Comisaría a admitir que es adicto y pedir ayuda
Un par doble de medias abrigando sus pies descalzos, por sobre las mangas del pantalón azul de esos usados habitualmente por estudiantes para hacer educación física. Más arriba, un percudido buzo blanco cubriendo los tatuajes de sus brazos.
Se acercó amablemente, pasó la mano y sin perder tiempo, pidió plata. “Tengo que ir a Libertad a pedir un préstamo para mi hermana, que viene de Buenos Aires”, se justificó, esperando una respuesta que, de entrada, no la tuvo, pero entendió que la podría obtener. Liberó una silla y se sentó con las piernas cruzadas. Su mirada se pegó al piso.
Se llama Daniel Natanael Vera, pero en Puerto Esperanza lo conocen como Ticueí. Tiene 39 años de vida, pero 23 de adicto. Desde los 16 fuma marihuana y reconoce que hace una década recaló en el paco y ahora se da con ‘pedra’.
Se hizo conocido en todo el país a partir de la viralización de un video siendo cintareado por policías en la Comisaría de dicha localidad. Está enfermo y desde adolescente necesita ayuda. Es adicto. Roba para poder consumir, pero “no soy maldito, necesito eso, es lo que me calma, me hace olvidar que sufro sin tener oportunidades de hacer algo para cambiar esta vida”, aseguró de entrada.
Ticueí aceptó hablar con El Territorio. Se sentó al lado de su mamá, Delia López, quien ante cada palabra de su hijo, lagrimeó. Trató de mostrarse entera. “Mirá cómo se pone. Para que no se ponga mal, no le iba a contar lo que me hicieron los policías, pero apareció el video, que es mínimo, porque durante una hora me judearon, me pegaron con cintos, me pisaron la cabeza y siempre decían que diga que había robado, porque como estoy enfermo iba a salir rápido. Pero esa vez no robé, en serio”.
Dice “esa vez” porque reconoció que desde hace años roba para consumir. Su mamá buscó ayuda sin éxito porque en Puerto Esperanza no existe un espacio para la recuperación de adictos y para que lo internen en algún centro especializado en Posadas, por ejemplo, debe haber un consentimiento del adicto. “Hace rato que quiero cambiar, necesito empezar a trabajar para tener mis cosas, proyectar una nueva vida, pero no me dan la oportunidad y eso trabaja en mi cabeza. Me duele mucho por ella -dijo, mirando a su mamá- pero esta adicción es más fuerte. Necesito ayuda. Estoy dispuesto a cambiar para salir a la calle sin ser juzgado, sin que se burlen o me detengan por nada”.
Los ojos de Delia se inundan de lágrimas, se seca con una mano e interrumpe. Le habla directamente a su hijo: “Vos tenés que querer cambiar, eso me dicen siempre, que las ganas deben salir de vos. Si es así, es mucho más fácil hacer algo, hijo. Me duele verte de esta forma, tan entregado y enfermo”, dice.
Con la mirada fija en el suelo, él solamente respira y escucha. Ella prosigue, pero esta vez prefiere contar que está cansada de peregrinar sin obtener respuestas. “Me siento cansada, pero no me rindo. La realidad es que acá no hay lugares que lo ayuden a salir de esta situación, pero sin embargo hay decenas donde se consiguen dosis de pedra a 50 pesos. Entonces se me hace demasiado difícil poder recuperarlo estando en esta localidad, porque la droga está haciendo estragos en muchos chicos desde hace años, si no mirá lo que le pasa a él, que no puede salir. Hay droga, pero no hay ayuda”.

“Quiero dejar la droga, ayúdenme”
Ticueí es uno de los 12 hijos que tuvo Delia. Unos viven en Puerto Esperanza, otros en Buenos Aires, hacia donde en alguna oportunidad lo llevaron en busca de una solución definitiva al incipiente consumo (en ese entonces) de marihuana, pero fue peor. Su adicción a la pasta base de cocaína se inició en ese contexto. Regresó siendo un adicto con necesidades de consumo diarias.
“De chico siempre trabajó. Le ayudaba al papá hasta que empezó a fumar marihuana y desde entonces fue peor. Como madre me duele que sufra, es mi hijo. Yo estoy para ayudarlo porque lo quiero a la par de los otros, por eso me hace mal que digan que se convirtió en un adicto porque no fui buena madre. No es así, no pasa por ser una buena madre o no, sino en las oportunidades que tienen de hacer cosas sanas y en este caso mi hijo es un ejemplo de muchos que están consumidos por la droga sin que nadie haga nada, porque todos miran para el costado. Es más fácil juzgar. Sea lo que sea, él es una persona enferma que necesita apoyo constante porque no puede salir solo de ese pozo profundo y oscuro en que está”, lamentó.
Las palabras de Delia son sinceras. Es una mujer sufrida, anciana. “Sí. Yo quiero dejar la droga, ayúdenme”, interrumpió Ticueí, sin dejar que su madre continúe, pero reconociendo que no puede solo. Ella lo miró con ternura y él continuó “sería bueno empezar con un trabajo. Yo quiero trabajar. Siempre trabajé con papá”.
No será peor un trabajo antes de limpiarte, de recuperarte, fue la pregunta. No le costó responder: “El trabajo es lo que te hace progresar. Yo quiero ser mejor por ella y de esa forma podré comprar un terreno, asentarme. Por otro lado, sé que la gente me juzga, pero si me dan la oportunidad, al menos una vez, estoy dispuesto a poner de mí”, dijo, y agregó: “No es fácil, porque salís y en cada esquina hay un dealer vendiendo, consumiendo, y es tan feo que llegás a un punto en que si no tenés para comprar, robás hasta una alpargata, porque todo te aceptan”.

Confianza ciega
Por sus innumerables reincidencias en el mundillo delictivo, no dejó claro si sus reflexiones fueron realmente sinceras o si lo hizo para conmover. Su mamá le cree, confía en él, en que va a poder recuperarse de su adicción. Lo aprobó con una sonrisa que se completó con un golpecito en la pierna.
Sobre el final de la charla, finalmente obtuvo el dinero para supuestamente viajar a Puerto Libertad. “Tal vez me vaya con mi hermana a empezar de cero allá, en Buenos Aires, pero no sé, tampoco quiero dejar sola a mamá”, añadió. Con la plata en mano, se apuró en calzarse un par de alpargatas y salió caminando rumbo al barrio 60 Viviendas, el mismo que apenas un rato antes había marcado como punto de venta de drogas.
Su mamá miró, sin decir nada. “Te dije que voy a dejar”, disparó él mientras se alejaba, sabiendo lo que pensaba ella. “No sé qué hacer, es mi hijo más allá de todo. Confío en que va a poder salir”, sentenció. 

Cuatro policías en disponibilidad

Los uniformados que fueron filmados mientras azotaban con un cinto a Vera, para que supuestamente confiese el robo que estaban investigando, derivó en el pase a disponibilidad, además del inicio de una causa judicial paralela que se instruye en el Juzgado Penal de Iguazú. En la grabación, que data de octubre de 2016, se observa que un agente agarra un cinto y le empieza a pegar al hombre, mientras otros tres policías miran y se suman al hostigamiento con insultos, tirones de pelos y amenazas. La Comisión Provincial de Prevención de la Tortura intervino y promovió la causa penal, en tanto que un grupo de vecinos de Puerto Esperanza salieron en defensa de los uniformados, a quienes apoyaron mediante una serie de manifestaciones públicas por medio de las cuales solicitaron el reintegro de los cuatro en la dependencia, cosa que finalmente no ocurrió.


El consumo se mueve hacia otros pueblos de la zona Norte
La situación de adicción y consumo de pedra se replica en otras localidades cercanas a Iguazú, como Comandante Andresito, Wanda, Puerto Libertad y Esperanza, aunque hace pocos días se detectaron dosis de la misma droga en Eldorado, marcando que el negocio narco avanza hacia nuevos terrenos.
Uno de los últimos casos se detectó en Andresito, a fines del mes pasado. Por un robo de 100 mil pesos fue allanada la vivienda de una mujer de 27 años, en el barrio Malvinas. Cuando los uniformados requisaban una de las habitaciones, detectaron un colchón cortado en la parte media que tenía oculto un trozo de pasta base de cocaína (pedra) además de una suma de dinero en efectivo y elementos de corte.
En Wanda, en tanto, detectaron a dos jóvenes ofreciendo la sustancia en inmediaciones de la terminal de ómnibus. Alexis C. (20) y Jesús F. (28) fueron detenidos con 105 dosis.
“La jurisdicción de la Unidad Regional de Iguazú es amplia, y a la par de los delitos contra la propiedad, aparece el consumo de drogas. En ese sentido, la pedra, que hasta hace poco tiempo sólo había en Iguazú, llegó otras localidades cercanas, donde ya aparecen tanto los adictos como vendedores en el foco de los investigadores. Hace pocos días la detectaron en Eldorado”, confió una fuente policial.
Justamente, el miércoles de la semana que terminó, en Eldorado detectaron dosis de pedra en el barrio Antiguo Centro del kilómetro 2. Una pareja terminó detenida a pesar de que explicó que era para consumo propio, no para la venta.

Consumo unido a robos y hurtos

En un punto el consumo se une al delito, en adictos que no trabajan y tampoco reciben contención, por lo que en su limitada capacidad, salen a robar para poder drogarse. Así, el círculo se cierra y se vuelve a abrir. Fuentes policiales declararon que el 90 por ciento de los delitos en contra de la propiedad están relacionados directamente con el consumo de estupefacientes. Es decir que todo lo robado va a parar a manos de los dealers a cambio de pedra y en esa franja aparecen, sobre todo, los menores, dado su grado de inimputabilidad.