Croacia, tesoro codiciado del Adriático

domingo 26 de enero de 2020 | 9:00hs.
Croacia, tesoro codiciado del Adriático
Croacia, tesoro codiciado del Adriático
Por Marcelo Rodríguez

Por Marcelo Rodríguez interior@elterritorio.com.ar

Un viaje no comienza cuando estás arriba del avión. Ni siquiera cuando comprás los pasajes. Un viaje comienza desde esos días de infancia cuando veías las fotos, los atlas geográficos, los documentales, las películas. Desde que oías historias o las leías en los libros. Son en esas situaciones en que se gesta la idea, el germen. Luego un día tomas la decisión y decís ‘ahora es cuando’… y acto seguido estás en Croacia, caminando por el centro de Zagreb en la llamada ciudad baja, mirando a ambos lados antes de cruzar la calle porque, además de los autos, pasan tranvías.
La capital se presta para recorrerla a pie o en bicicleta. Así caminando descubrís la característica lavanda croata, ya sea en las plazas o parques o en el mercado de flores. También, en locales que venden productos a partir de la popular planta y souvenires. 
Además del colorido mercado de flores, ahí cerquita nomás te encontrás con el mercado de artesanías y subiendo unos escalones estás en el mercado central. Carnes, fiambres, panificados, flores, miel, frutas, ajíes para la paprika, salchichas, hongos, todo para la cocina de la dama y el caballero o para saborear en el instante y recuperar energías para llegar a la catedral croata.
La iglesia es un edificio con dos torres inconfundiblemente góticas que pueden observarse desde casi toda la ciudad. Dentro el clima es sobrecogedor. La luz que penetra por los altos vitrales crea una atmósfera espiritual y mística. La luz teñida de colores invade algunos sectores del templo invitando a la expectación de lo sagrado. 
Pero la ciudad no sólo vive de la contemplación de lo divino, sino también de lo humano. Ver la vida pasar es un leitmotiv de los capitalinos; y cómo no hacerlo entonces como ellos desde las terrazas de las cafeterías y bares. 
La calle Radiceba era antiguamente un río que separaba dos pueblos. Ahora es una adoquinada vía llena de ofertas para la spica (el ritual de beber café mientras se observa a los que caminan). También hay tradicionales y antiguas cafeterías que conservan su añeja apariencia y uno siente que está en una película de época en esos ambientes cuando el esplendor del imperio austro húngaro estaba en su apogeo. Panaderías abundan, porque el café no se bebe solo, hay que acompañarlo con pastelería.
Trg Josipa Jalecica es el epicentro donde confluyen tranvías y personas todo el tiempo, con sus parques en forma de herradura rodeando el centro, su mercado Dolac, sus tiendas, bares y restaurantes.
En la parte alta no faltan tampoco los bares y terrazas, caminando por las laderas del cerro, ya sea subiendo o bajando escaleras, podes descubrir viñedos en plena ciudad. La iglesia San Marcos del siglo XIII con su colorido techo que tiene de un lado el escudo medieval de Croacia y del otro el emblema de Zagreb. 
Algunos museos, de los tantos que tiene la ciudad, también están aquí, como el de las relaciones rotas, atípico lugar donde es posible ver objetos que cuentan las historias de amor y su final. El museo de la ciudad reúne objetos que cuentan la historia de Zagreb desde la prehistoria.
El parque Maksimir es un predio encantador, lagos, arroyos, paseos, bosques, plantas, invitan al paseo, al running, al descanso y, como no podía ser de otra manera, también al disfrute ya sea de café y pastelería, de vino o piva desde lo alto de la terraza contemplando la llegada de visitantes por la calle flanqueada por bancos y farolas.

A orillas del Adriático 
Yo quería ir a Berlín, previa parada en Praga. Beber cerveza, comer salchichas, recorrer Bohemia. Pero Juan Pablo dijo ‘vamos a Croacia’. Bueno, ponele unos días en Zagreb y después retomamos el rumbo, pensé. JP redobló la apuesta: tenemos que ir a Split. No podemos no ir a Split. Después de unos días de enamoramiento de la Viena de los Balcanes, como algunos osan llamar a la capital croata por sus numerosos cafés y parques, partimos hacia la costa dálmata. 
Split es una ciudad turística. Siempre hay visitantes. El clima es benigno casi todo el año. En el verano europeo la temperatura se asemeja a nuestro verano, pero, con el agregado de miles de turistas apiñados recorriendo la histórica ciudad.
Playas, clima, el mar Adriático, sus aguas cristalinas, paisajes de ensueño, numerosas islas, historia son algunos de los elementos que hacen atractivo este lugar elegido por gente de todo el mundo para sus vacaciones.
La ciudad muestra rasgos urbanísticos modernos mezclados con el pasado reciente (edificios de la época comunista), y con un pasado de principio de la era cristiana como el Palacio de Diocleciano, cuyas ruinas están presentes en la urbe con alrededor de 200 edificios, aunque en su momento fueron miles.
Diocleciano fue un emperador romano del siglo IV que decidió edificar una residencia en el lugar de donde era oriundo para retirarse después de alejarse del trono, fue el primer gobernante que abdicó.
El palacio era una construcción más semejante a una fortaleza, con una parte destinada para el uso del emperador y otra para los militares. Alrededor de ese macizo se fue armando una urbe a lo largo de los siglos conformando Split. Este sector amurallado puede ser visitado libremente. 
Se ingresa por las puertas llamadas de Bronce, Hierro, Plata y Oro. Una por cada punto cardinal. Quizás la más concurrida sea la puerta de oro. Frente a ella esta se encuentra el parque Strossmayerov y la imponente estatua dedicada a Gregorio de Nin, un obispo croata que propicio el uso del idioma vernáculo en la liturgia católica allá por el siglo X. El dedo gordo del pie posee un brillo más acentuado que el resto de la escultura, es que la tradición indica que hay que frotarlo para volver a Split, por ello es que numerosos turistas de diferente procedencia hacen cola esperando su turno para cumplir el ritual y obviamente hacer la selfie del momento.
Una vez dentro del palacio es casi una obligación perderse por las calles angostas. Curiosear. Descubrir lugares. Los edificios dentro de las ruinas palaciegas están habitados. Uno inclusive puede alojarse allí. Hay bares, negocios, restaurantes, tiendas; y los infaltables cajeros automáticos. 

Un palacio lleno de vida
“¿Son de Posadas? ¿Del barrio Sarita o algo así?”, dice el propietario del bar cultural Marvlus, situado en la casa del poeta Marko Marulic, considerado el padre de la literatura en lengua croata. 
En ese espacio mágico lleno de libros, cuya carta tiene el formato de un texto con platos y tragos con nombres literarios, fragmentos y citas, es posible ser atendido por argentinos que brindan buena atención y calor latino. 
Aquí, es posible disfrutar de pintas de la cerveza negra irlandesa más famosa, como así también de licores de hierbas locales, leer o curiosear la biblioteca, mientras se oye excelente música que va desde el jazz más clásico a la vanguardia. 
Se trata de una visita obligada durante la noche. Porque el palacio cobra otra dimensión de acuerdo al momento en que se lo visita. 
Dentro de esas ruinas está el templo de Júpiter (allí se emplazó un batisterio) que convive con la catedral católica de San Domnio con su campanario. 
El Peristilo es una hermosa plaza donde se dice que el emperador recitaba sus discursos. Siempre está poblada de turistas y locales que van a disfrutar de aperitivos y espectáculos sentados en los escalones.
Entre las columnas del antiguo palacio, también suelen haber actores caracterizados como soldados romanos. 
El recorrido por esas callecitas donde otrora caminaban las cohortes reales y los habitantes, puede llevar a una bóveda abierta por arriba con una acústica excepcional donde vale la pena coincidir con la actuación de algún coro de voces.
Si hoy es visitada por ciudadanos de otros lares, también es cierto que la presencia extranjera no es nueva. Split tuvo presencias que dejaron sus marcas, por eso al salir del palacio romano por la puerta de Hierro se accede al sector veneciano: el ayuntamiento, la torre romana del reloj y el palacio Ciprianis. 
Si uno busca el mercado, sólo debe mirar hacia donde van las aves y dejarse llevar por el olor a pescado; los sentidos no han de engañarlo.

Postales por doquier 
Todo viajero busca las vistas generales. Sobre todo si el paisaje invita a los ojos y la contemplación de la belleza. Para ello el monte Marjan es esencial. Subir por las laderas es una tarea que requiere esfuerzo, tiempo y botellas de agua, además de un buen calzado para caminar, ropa cómoda y poco equipaje. 
Más allá de las vistas, el visitante se encuentra con un restaurant, el cementerio judío, una capilla, numerosos corredores y ciclistas. La cima esta coronada por un mirador y la bandera croata. 
El mar Adriático, las islas numerosas, el puerto, la ciudad, los barcos pueden contemplarse desde la altura.
La riva (el paseo marítimo) es una parada obligatoria. Ideal para tomar un aperitivo disfrutando de la brisa marítima en algunos de los numerosos bares y sus terrazas que se colocan en la pared sur del palacio Diocleciano.
El mar esta ahí nomas. Barcos, lanchas y botes amarrados. Puestos ofreciendo recorridos por las islas o deportes acuáticos. Nosotros optamos por viajar en uno de los barcos a la isla de Hvar. Uno puede optar por alojarse o ir en alguno de los ferrys y volver en el día. 
El pueblito es muy pintoresco, cerca del puerto se encuentra la catedral de San Esteban y muchos bares y restaurantes. Si uno va temprano es ideal para perderse por las callecitas y escalar el monte hasta la fortaleza española, una ruina que albergaba una guarnición desde la que se defendía la isla. 
Además de recorrer también hay un restaurante donde al momento de nuestra visita se festejaba un casamiento en el cual los invitados y familiares de los contrayentes entonaban canciones y se divertían mientras que los turistas paseábamos por el lugar. 
La riva (el paseo marítimo) es una parada obligatoria.
La calle Radiceba era antiguamente un río que separaba dos pueblos. Ahora es una adoquinada vía llena de ofertas para la “spica”.
El techo de la iglesia San Marcos tiene de un lado el escudo medieval de Croacia y del otro el emblema de Zagreb.
El parque Strossmayerov y la imponente estatua dedicada a Gregorio de Nin.
El Palacio de Diocleciano de noche toma otra dimensión.