Bombilla de oro

domingo 16 de agosto de 2020 | 1:30hs.
Bombilla de oro
Bombilla de oro

Por Verónica Silva

Tenía cuatro años cuando por primera vez me dejaron a cargo de algo. Era la bombilla de oro. Papá y mamá habían estado tomando mate antes de empezar la cosecha de tung…

¿A quién te referís cuando decís papá?

A don Quinto, el abuelo. Él me crió, viste y yo pensaba que don Quinto era mi papá.

Se habían alejado bastante de mí y me dejaron con el mate y esa bombilla y demás cosas que habían llevado a la chacra. No tenía miedo de quedarme sola porque estaba bastante claro ya y además siempre hacía de cuenta que mi sombra era mi compañía, como los amigos imaginarios que se inventan los chicos, viste.

Mamá siempre me retaba porque hablaba con las sombras. Nunca me explicó por qué exactamente. Mis hermanos me asustaban diciéndome que un día me contestaría pero yo no les hacía caso. Era chiquita. Además ellos eran de asustarte. Beto era el más cabezudo de todos. Siempre estaba mintiendo, haciendo bromas y asustando a todos. En fin, me acuerdo que ese día de la bombilla, estaba hablando con mi sombra y le contaba cosas que sé yo. Cuando levanté la vista, ví un animal negro enorme sentado en un árbol. Me estaba mirando y yo grité como una loca.

¿Un perro decías cuando contabas?

No sé si era un perro, era inmenso y negro como carbón.

Era un gato capaz, un yaguareté…

No sé. La cuestión es que cuando papá y mamá vinieron por mis gritos, no encontramos más nada. Papá tenía la escopeta con él, y era capaz de dispararle a cualquier cosa.

Después que pasó todo y llegamos a la casa, vieron que la bombilla no estaba. Con el susto y la confusión, pensaron que se cayó ahí en esa sombrita donde me habían dejado. Después fueron a buscarla y no encontraron más.

Como treinta años después, la tía encontró la bombilla mientras preparaba la tierra para su huertita ahí en esa parte del piquete. Pero para eso, todos creían que yo había perdido la bombilla. Decían mi’mo: esa bombilla de oro del abuelo que perdió Inés.

Seguramente la bombilla se cayó y se perdió en la hojarasca, para colmo después del día que vi el perro, había llovido como dos semanas seguidas.

Siempre fuiste asustadiza vos. ¿Te acordás cuando dijiste que te seguía una vaca?

¡Me estaba siguiendo! Parecía que esas vacas a la orilla del camino estaban lejos de nosotras pero cuando me dí vuelta, una venía detrás nuestro, casi encima ya estaba.

¡Vos y tus ideas! Estaba del otro lado de la calle encima. Eran ideas tuyas nomás. Ni te pudimos detener ese día porque corriste como una condenada y nosotros atrás tuyo ja, ja.

Eso del perro fue todo un misterio. Mamá enseguida le culpó a lo del juego de las sombras, dijo que me imaginé. Nunca me creyó.

Hasta ahora el tío Rubén me carga con eso de la bombilla y el perro. Papá, en cambio dijo que ese perro era un guardián porque viste que esa bombilla no era de don Quinto. Y él creía en esas cosas que dicen sobre donde enterraban oro, que siempre dejaban guardianes y eso.

¿No? ¿ Y de dónde sacaron?

Y era del hombre ese medio sonso que vivía después del galpón de papá. ¿ Te acordás? Ese tipo decían que se quedó cuidando una noche para agarrar al ladrón de chanchos de los Núñez. Se escondió debajo de la camioneta y andá a saber qué vio esa noche que le dejó así callado y medio loco. Bueno, a ese hombre don Quinto le arregló el mango del machete y después éste le quiso pagar de alguna forma. Tenía cosas re antiguas en su casita. Cosas que encontraba por el monte, en las taperas o en la orilla de la ruta. Y el día que le trajo la bombilla a papá, cuenta mamá, tenía miedo de llegar a la casa porque estaba lleno de gente, entonces de lejos nomá le hizo señas a Don Quinto y le entregó esa bombilla.

Pero antes de eso ya el abuelo Casimiro tenía esa bombilla…

¿A dónde está ahora? ¿En casa de la tía será? ¿ Clementina?

No sé, se pelearon tanto después de que tía Clementina murió. Terminó llevando Teto. Le regalaron cuando se casó,¿te acordás?

Quedó loca la mujer de Teto, ¿Te conté?

Sí, me dijeron que tuvieron que llamar a un cura para bendecir la casa…

Tomaba muchas porquerías la gurisa ésta y terminó re-mal. Veía cosas…medio igual que vos nomás.

Ella llegó a contar que en la huerta de la tía, ahí donde vos viste el perro, veía gallinas negras y se acercaba y no había nada.

¡¿En serio?! Mirá si se llega a enterar que Teto piensa ir a vivir a la casa que era de tía Clementina, adonde está la huertita esa.

Pobrecita.

Verónica Silva es docente y reside en Posadas