2022-09-27

El pueblo fantástico

Por Alicia Reyes Gómez Docente jubilada, escritora,
investigadora de hechos históricos

¿Sabían ustedes de la existencia de un pueblo fantástico?

Sobre una colina cubierta de árboles autóctonos, donde el paisaje se confunde con la gama de todos los verdes y coloridas flores, en un marco de pronunciada sencillez, se levanta el otrora pueblo jesuítico de Concepción de la Sierra, fundado por el venerado San Roque González de Santa Cruz.

Poseedor de un universo cultural complejo y enraizado, se ha convertido con el pasar del tiempo, en un sitio misterioso por sus asombrados rincones y fabulosos tesoros.

Casos y cosas que van de boca en boca, relatan que en épocas del virreinato, después de la expulsión de los jesuitas, un sacerdote del lugar tenía un ayudante de mucha confianza. Un viejo cacique que extraía agua de una vertiente, que había en los fondos de la huerta, detrás de la casa de los padres, y que lo hacía con una canasta, producto de sus artesanías, donde quedaban “pepitas de oro”.

Estas escenas fueron observadas en reiteradas oportunidades, hasta que un indio traicionero hace la denuncia llegando a oídos del virrey, quien se alarma enviando un grupo de soldados, que aparecen repentinamente, tomando prisionero a los principales sospechosos, entre curas e indios.

Revisan todas las cosas buscando el ansiado tesoro, torturan a algunos, hasta que el denunciante cae en contradicciones, después de haber percibido un importante beneficio por los datos aportados.

Mientras esto sucedía, en un descuido de todos, conmovidos por la aparición de una bandada de palomas blancas, que por instantes parecían un concierto de ángeles, el denunciante desaparece, así por arte de magia, sin dar señales de vida.

Confundidos los soldados, regresan a destino, dando el caso por cerrado, sin haberse encontrado ninguna pepita de oro.

Desde entonces, un sinfín de versiones hablan de los tesoros del fantástico Concepción, habiendo siempre un hombre protagonista que lleva años buscando el botín de los jesuitas.

Hasta sueñan con enormes lingotes de oro, con inexplicables túneles debajo del pueblo, con símbolos mágicos grabados en piedras, y con espíritus tutelares que custodian secretos reservados a algunos elegidos.

Esos hombres existen, fueron precedidos por muchos y existirán siempre, pues la realidad de esas leyendas están presentes en alguna medida en el interior de cada uno de sus habitantes, aunque hay quienes consideran que son mera supersticiones.

Sin duda, en este predio herencia de nuestros ancestros “es posible” encontrar algún entierro, escuchar ecos invisibles en la espesura del monte, o quedarse atónitos ante la presencia de ciertos asombrados; como el viejecito de la barba blanquecina, envuelto en una túnica, que aparece sacando agua del pozo de la plaza legendaria, o cargando sus pesados baldes.

Dicen quienes tuvieron esa iluminada visión que embelesados por su imagen divina, tardaron horas y horas caminando por sus diagonales, en busca de la salida.

Pero el mundo fantástico que envuelve y apasiona a los concepcionenses es y será siempre “el buscador de tesoros”, sobre esto quedó registrado en los anales pasados, un nombre: el gobernador Don Bruno de Zabala, quien llegó a estos confines, cegado por los comentarios que se fueron transmitiendo, respecto a las riquezas acumuladas por los misioneros de la Compañía de Jesús.

De allí, en más y hasta nuestros días, “el buscador de tesoros” no ha dejado de actuar, llevando hasta el delirio y locura de muchos, existiendo un centenar que según “rumores” adquirieron valiosas fortunas y otros que siguen alucinando con vasijas repletas de oro y alhajas.

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