2021-05-06

La digitalización y nuestra vida futura

Ha llegado a mis manos una nota de Flavia Costa, doctora en ciencias sociales, investigadora y docente de grado y posgrado en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA) y en la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), sobre el impacto en nuestras vidas que está produciendo la creciente digitalización, ya que casi todos tenemos algún celular o una PC en nuestras manos.

Recordemos que digitalizar significa convertir una magnitud física, un texto o una señal analógica (por ejemplo, un micrófono que capta sonidos y los convierte en a señales eléctricas, un termómetro que mide temperaturas o un escáner que “lee” imágenes) en una representación digital (como un programa de computadora o el contenido de un CD).

Comenta la autora que ya en 2017, el entonces presidente de Facebook, Mark Zuckerberg, admitía en una entrevista que la red social Facebook “explota una vulnerabilidad de la psicología humana al incentivar a los usuarios a clicar ‘me gusta’”, agregando “sólo Dios sabe qué le estaremos haciendo al cerebro de nuestros hijos”.

Afirma la autora de la nota que paralelamente con estas redes se están debilitando hábitos y valores que solíamos apreciar, como la solidaridad y la empatía, lo que fue analizado por el francés Eric Sadín en su libro ‘La irresistible expansión del liberalismo digital y la silicolonización del mundo’. Por dicho motivo, la Unión Europea, por abuso de empresas dominantes en el mercado, sancionó severamente a Google tres veces: 2.400 millones de euros en 2017; 4.300 millones en 2018 y 1.490 millones en 2019.

La revolución tecnológica, que está avanzando ya en terrenos que superan los electrodomésticos, la TV o la comunicación telefónica, también está invadiendo la política, las relaciones sociales, el arte, la economía, la ciencia, la salud, la escuela o las universidades, hasta nuestra relación con nuestro cuerpo o nuestra descendencia.

Incluso ya en 1995, el gurú del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Nicholas Negroponte anunciaba que llegaba a su fin el mundo analógico con el lema “el futuro ya llegó y sólo hay dos alternativas: ser digital o no ser”, resaltando los efectos negativos del desarrollo tecnológico sobre la propia concepción de lo humano.

Señala la doctora Costa que la clave de este proceso no es cuantitativa, o sea la cantidad de intercambios que hacemos, sino –cualitativamente– su digitalización, o sea el proceso de pasar estos contactos al lenguaje binario. Y considera y propone analizar tres grandes grupos de fenómenos que afectan nuestra vida.

Primero, surge la “vigilancia”, que se nos impone cada vez que aceptamos términos y condiciones de una red o cuando nos sacamos una selfie y la publicamos por Instagram. El volumen de información que circula por las redes e internet –dice Martín Hilbert, funcionario de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos– es creciente; en dos años, del 2012 al 2014, “creamos más información que la acumulada por la Humanidad desde la prehistoria hasta 2014”.

El segundo fenómeno es preguntarnos: ¿estas tecnologías que prometían democratizar el conocimiento, están cumpliendo sus promesas? Las empresas tecnológicas que buscan nuestras compras y nuestras votaciones, que usan algoritmos (conjunto de operaciones sistemáticas que permite hacer un cálculo y hallar la solución de algún tipo de problema) para segmentar poblaciones, abarcan una escala global, no de naciones o regiones sino de poblaciones-público, no tienen normas legales ni protocolos para ser controladas por el poder público.

Un tercer problema son las presiones que esta nueva vida digital impone a nuestra subjetividad. Qué resonancias desarrolla en nuestros modos de actuar y autocomprendernos como individuos y como sociedades. Esta tecnología genera acciones conscientes (como poner mute en nuestro celular para no escuchar llamadas o no contestar mensajes molestos), pero también otras acciones inconscientes que Costa señala y analiza.

Hasta acá es una introducción al informe de la doctora Flavia Costa, que ampliaré en una segunda nota.

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