2018-08-13
Fabrica y vende copos de azúcar porque su jubilación no le alcanza
Los copos de azúcar del Viejito Giménez, como cariñosamente se lo conoce
en la localidad de San Pedro, llega a todos los barrios, fiestas y es
furor a la salida de las escuelas.
Son producidos y comercializados por un jubilado de 72 años quien debe
recorrer las calles de la Capital de la Araucaria en busca de un rédito
económico que le permita -contando con los ingresos necesarios para
afrontar el impacto inflacionario- llegar a fin de mes.
Jesuvino Martín Giménez nació en San Pedro el 9 de enero de 1947. Si
bien por razones laborales recorrió varios departamentos de Misiones, su
domicilio siempre estuvo en este municipio.
Padre de diez hijos a los que brindó todo lo que estuvo a su alcance, desde muy joven trabajó como maquinista.
Llevar el sustento
El hombre -pese a su tan avanzada edad- les hace frente a las caminadas diarias para llevar el sustento a la casa.
“Algunas personas me critican porque dicen que soy jubilado y sigo
trabajando, eso no me afecta, para mí poder trabajar con tantos años es
grandioso. Quedarme sentado esperando solamente mi sueldo no me
conviene, todo está muy caro, si debo realizar alguna compra extra o
alguna emergencia, los copos de azúcar me salvan”, manifestó Giménez.
El jubilado empezó con la actividad hace seis años como vendedor cuando
dejó los trabajos de obraje que le exigían un gran esfuerzo físico.
Al notar que la venta era rentable, reunió el dinero necesario para
adquirir las máquinas que le permitiesen la fabricación propia del
dulce.
“Gran parte de mi familia vive en Buenos Aires y fue así que, al
comentar acerca de mi idea, con una sobrina, ella se ofreció a ayudarme a
concretar el proyecto, en aquel momento me salió 3.800 pesos y así
comencé”, contó el anciano.
En su vivienda, que recibió como herencia por parte de una hermana,
todos los días elabora entre 50 y 60 copos de azúcar, de diferentes
sabores.
Esta tarea le demanda unos 40 minutos aproximadamente y luego camina más
de 50 kilómetros por día para comercializarlos en diferentes puntos de
la ciudad, que los distribuye estratégicamente para tener éxito con la
venta.
Capacitación
Para la comercialización del dulce producto, Giménez realizó una curso
de formación en seguridad, higiene y manipulación de alimentos.
“Yo me capacité para conocer los maneras óptimas de manipular los
alimentos y las condiciones de higiene para ofrecer un producto de
excelente calidad a toda la gente que me compra y con ese curso obtuve
mi carné”, manifestó.
La mayoría de sus hijos se han independizado, pero tiene a su cargo aún a dos de ellos.
Los jóvenes asisten a la escuela secundaria, por lo que mediante la
venta obtiene los recursos para satisfacer sus necesidades y ayudarlos.
Si bien manifestó sentirse muy capaz de seguir con la fabricación y
venta de los copos, la realidad es que a este jubilado no le es
suficiente lo que percibe y eso lo entristece.
“Lo que cobro como jubilado no me alcanza, todo cuesta muy caro y este trabajo es rentable y económico”, reconoció.
El anciano desde muy pequeño tuvo una vida muy sacrificada y contó que
muchas veces caminó descalzo hasta un arroyo que estaba cerca de la
escuela para no ensuciar sus zapatos.
Allí se detenía, enjuagaba sus pies, calzaba los zapatos y se dirigía al aula.
Por ello, reflexionó acerca de la falta de interés en los jóvenes por formarse.
“Hoy en día si no tienen las mejores zapatillas no quieren ir a la
escuela, nosotros pisábamos centímetros de escarchas heladas en aquellas
épocas de puro monte, pero no faltábamos a la escuela. Es cuestión de
valores, mucha gente se queja que la situación es difícil, lo que es
verdad, pero siempre hay algo para hacer, lo feo es dejarse invadir por
la miseria”, resaltó Giménez, como ejemplo de trabajo y esfuerzo.
Lo más admirable es ver la alegría con la que recorre cuadras y cuadras ofreciendo sus copos.
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