Algunos millennials y el olvido ignorante

lunes 11 de febrero de 2019 | 5:00hs.
Según una encuesta, más del 60 por ciento de los millennials estadounidenses no tienen la menor idea de lo que fue el Holocausto ni los demás genocidios del siglo XX.
No se sabe si es que el tema puntual no les interesa, o sus padres no se han ocupado de tratarlos en la intimidad de cada uno de los hogares o sus nuevas y renovadas pasiones les hacen olvidar un pasado que no es tan lejano.
No es azaroso que cierren librerías en el mundo, que desaparezcan históricas editoriales de libros. Que tan sólo se vendan libros de ciencia-ficción, novelas de amor, frivolidades y los vericuetos del cerebro y sus funciones.
Del resto de investigaciones y asuntos serios nadie publica, no porque sean malos sino porque no son buscados por el público o sus precios son elevados. En las universidades sólo funciona la fotocopiadora, no se ocupan de los textos originales.
¿Es un drama que no sepan los desastres ocurridos en los recientes 70 años? Por el hecho en sí, no lo es. Pero permite captar una fotografía donde el pasado ha sido sepultado, donde se niega la capacidad de la humanidad por destruir despaciosa y cruelmente.
¿Ha fallado la educación o no hicieron su trabajo los padres, forjando su ignorancia? Es mucho más probable que las escuelas se ocupen de otras cosas, algunas significativas a medias: juegos, computación, deportes, fiestas, viajes.
Los sociólogos afirman que es una generación a la deriva en materia de gustos y preferencias y los cambios se producen en un corto período de tiempo. Hay negocios especializados para satisfacerlos, éstos los usan y con el tiempo se cansan.
Todo indica, por el contrario, que el panorama en Europa es distinto. Es que los protagonistas del siglo XX, los combatientes, sus hijos y nietos, saben los desastres de las guerras, el miedo, las persecuciones, las luchas ideológicas denodadas donde se jugaron la vida en ellas, las matanzas indiscriminadas y azarosas.
El siglo XX no ha cesado en Europa. Fue el festival de la crueldad, donde en frecuentes momentos hubo dedicación a la masacre. Los defectos que caracterizaron ese momento siguen en pie, casi intactos. Antes y después de la crisis del 2006/2007 o de la emigración masiva.
Ha vuelto el fascismo en distintas vertientes que lo convierten en neofascistas. Los neonazis y los nazis están ocupando posiciones políticas de expectativa y comparten las decisiones de gobierno en Alemania y en Austria especialmente,donde cogobiernan con comodidad.
Los partidos nazis aparecieron en países donde nunca habían existido, como los nórdicos o bálticos del norte. El antisemitismo ha regresado y se aplica de mil maneras distintas en el mundo. Muchos ex comunistas se han transformado en nacionalistas xenófobos y prejuiciosos.
En eso que se llamó la Alemania Oriental, la que alguna vez fue considerada “zona comunista” durante 50 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, aparece la fractura social y la desconfianza de los políticos, los nazis otra vez y los alcaldes e instituciones populistas.
El origen de este trama es que la unificación alemana no terminó con los fantasmas del pasado. Los alemanes del Este fueron tratados como ciudadanos de segunda, las fábricas se cerraron, el desempleo permaneció varios años.
Sin embargo, en varias ciudades de esa Alemania Oriental ha mejorado en los últimos quince años. Berlín ha canalizado fondos en colegios, en mejor medicina , más farmacias, pese a que la inversión pública se quedó a mitad de camino.
Pese a todo la protesta sigue en pie. En Francia gritan, queman y dañan anárquicamente los chalecos amarillos, en Alemania Oriental, la ex comunista, se afilian al AfD, el partido neonazi.
Muchos de los genocidios los padecieron o los conocieron ciudadanos que ahora tienen 70 u 80 años. La sangre derramada se filtró a través de los noticieros televisivos en las habitaciones de los hoy abuelos y padres de los millennials. Lo mismo les pasó a los abuelos y a los padres de jóvenes argentinos.
El historiador Eric Hobsbawn escribió: “Cuando el decenio de 1980 dio paso al de 1990, quienes reflexionaban sobre el pasado y el futuro del siglo y los primeros del nuevo siglo, lo hacían desde una perspectiva sombría”.
El pronóstico, plagado de incertidumbre, se cumplió.
Las víctimas no fueron escasas. En la Primera Guerra Mundial murieron 10 millones de soldados y la gripe española que brotó en las mugrientas trincheras mató con su epidemia 20 o 30 millones de ciudadanos en el mundo (no hay estadísticas exactas).
La Segunda Guerra Mundial terminó con la vida de 50 millones de habitantes. Solamente la Unión Soviética perdió 25 millones de personas entre civiles y tropas de combate.
Hubo batallas cruciales como la del sitio alemán de Moscú o la de Stalingrado o la de Kursk. Cada una devoró un millón de soldados en cada combate.
Todavía sobreviven víctimas de los campos de concentración germanos y fusilamientos masivos que arrastraron con ayuda de ingenieros, arquitectos, médicos y gente colaboracionista, los que los crearon, 6 millones de judíos, un millón de gitanos e incontables Testigos de Jehová, patriotas polacos, soldados rusos prisioneros, homosexuales, enemigos políticos del sistema.
Se crearon dispositivos de alta precisión para poder hacer la aniquilación, empresas químicas con algunas subsidiarias que todavía existen y están en su esplendor, crearon el Zyklon B, un insecticida que se usaba para terminar con los que entraban en la cámaras de gas.
Hay grandes empresas que prestaron importantes servicios a los masacradores y a sus regimientos. Las automotrices y las petroleras, en primer lugar en el ranking. General Motors y Ford, como filiales europeas siguieron produciendo para el ejército alemán. Volkswagen y Mercedes Benz utilizaron mano de obra esclava.
Los dueños de Citroen y Peugeot fueron presos por los liberadores de Francia para investigarlos por las conocidas provisiones de elementos móviles para las tropas hitlerianas, junto con sus obreros.
La angloholandesa Shell proveyó petróleo a raudales a Alemania hasta la declaración de la Segunda Guerra Mundial. Dueños de las grandes productoras de Hollywood (en su mayoría de origen judío) se pusieron a disposición de las autoridades berlinesas para evitar toda referencia despectiva del hitlerismo con tal de no perder el importante mercado de espectadores alemán.
No se puede ignorar al Gulag. Después de 1945 hubo muchos que se tentaron con afiliarse al comunismo y al homenaje a Stalin, pero ignoraban el papel de los campos de concentración soviéticos contra los opositores a Moscú, en regiones inhóspitas.
En 1936 los gulags eran 16. Cinco años después, 528. Lo habitaban 2 millones de personas, aunque los historiadores afirman que pasaron por esos sitios 18 millones de ciudadanos rusos y de otras nacionalidades.
En la década del 30, Moscú y Stalin se ensañaron con Ucrania, región entonces y no país independiente, para que entregara el 42 por ciento de toda su producción cerealera. Aplicó el deshumanizado sistema de la revisación campo por campo, casa por casa, asesinando y saqueando. Fue el Holodomor: murieron de hambre 4 millones de personas.
En 1945, con las bombas atómicas sobre Hiroshima (250.000 muertos) y Nagasaki, la Guerra Fría comenzó a tomar forma e imperó a lo largo de 45 años. Junto con ello vinieron los conflictos de Corea y el de Vietnam. Sólo en Vietnam murieron cuatro millones de soldados y civiles locales, 50.000 militares estadounidenses junto con 250.000 heridos de su bando.
La locura del mundo siguió con la lucha de la liberación de los imperios, la fragmentación del África, los 4 millones de camboyanos muertos por el izquierdista Pol Pot -un asesinato premeditado y masivo- y la guerra en la desintegrada Yugoslavia tras el derrumbe del comunismo que se llevó centenares de miles y no pudo evitar la fragmentación que facilitó la perpetuación del odio y la intemperancia.
En la lista faltan otros genocidios donde se perdió la moral y el bien y apareció la maldad humana en toda su dimensión.

Por Daniel Muchnik
Para El Cronista 
Periodista, escritor, licenciado en Historia