Adrián Báez, el puntal detrás de cada victoria y cada derrota

domingo 16 de junio de 2019 | 6:00hs.
Nicolás y Ricardo entrenan ante los atentos ojos de papá Adrián.
Nicolás y Ricardo entrenan ante los atentos ojos de papá Adrián.
Agustina Rella

Por Agustina Rellasociedad@elterritorio.com.ar

“Es una responsabilidad”, considera Adrián Báez al ser consultado por la labor de ser papá. “No hay que mentir nunca, dar el ejemplo es parte de la formación”, agrega quien es papá biológico de tres destacados varones: Cristian, Ricardo y Nicolás, pero que oficia de mentor de otros tantos niños a quienes entrena en lucha olímpica. “Son como mis hijos”, dice sobre sus pupilos a quienes prepara para los Juegos Olímpicos de la Juventud en Senegal, África 2022.
Adrián es el puntal de esta disciplina en la provincia y la pasión que destila en cada palabra, hizo que sus hijos también se convirtieran en referentes deportivos. Con 20 años Nicolás ya se destacó en torneos sudamericanos y panamericanos, mientras que Ricardo (23) hizo un camino similar y hoy es el elegido para representar a Argentina en los Juegos Olímpicos Tokio 2020, entre otros.
“Vivir esto juntos es magnífico y quiero que nunca se termine”, grafica Adrián, que comparte el entrenamiento diario con sus chicos y, orgulloso, se emociona al verlos crecer deportivamente y en la vida.
Como principal eje, lo que más le inculca Báez a sus herederos es la humildad. El diálogo constante es que a la suerte hay que atraerla con buenas acciones, con fe, haciendo lo correcto y no cayendo en faltas de humildad.
En este sentido, Adrián cree en la energía del contexto ayuda a que el entrenamiento sea efectivo. Así, hoy está feliz de que Ricardo haya vuelto a Misiones después de un largo ejercicio en Rusia, Bulgaria y Irán y Buenos Aires. “Son países fríos, él lo sufría mucho y ahora volvió, está entrenando en su provincia y es feliz. Hasta el entrenador que vino de Cuba, Erick León me dice que lo ve con buen augurio para Perú (Juegos Panamericanos de Lima, en julio) porque esto es un deporte muy mental, muy energético y cuando la energía es buena, las cosas salen”, resalta.
Del mismo modo, plantea que el hecho de que todos sus hijos tengan una conexión con la lucha (Cristian, de 34 la practicó hasta los 24) es algo que se dio naturalmente. A pesar de ello, está convencido de que es parte de su destino, de su genética. “En otra vida debo haber sido un indio guerrero”, postula.
En la lucha, como en otros deportes, pocos minutos definen un resultado aunque se haya entrenado una vida para ello y los sentimientos, las emociones, la energía, como entiende Adrián también son relevantes. Por eso, a pesar de que la familia tiene muchas ganas de acompañar a Ricardo en Perú, reflexiona: “ Él va a estar luchando y yo en la tribuna. No quiero ser un peso. Tengo miedo de que mi presencia surta ese efecto y no quiero que sea así”.
Si bien acompaña a sus hijos en cada paso, como la construcción de una casa que Ricardo está llevando a cabo después de ganar un cuantioso premio, cauteloso, Adrián está atento para cuidar los detalles detrás de cada victoria o cada derrota. “Va pasando el tiempo, pero creo que mañana puedo ser mejor papá que hoy”, alienta.