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Quieren derribar al gobierno

sábado 12 de septiembre de 2020 | 5:00hs.
Quieren derribar al gobierno
En julio de 2009 escribí una nota que ponía de relieve el carácter destituyente de la derecha argentina, que hoy vuelve a atacar en idénticos términos al gobierno democrático de Alberto Fernández. En esencia, ayer y hoy, la derecha no es democrática. Si ganan elecciones despliegan el poder de manera avasallante y autocrática. Si pierden las elecciones, apuntan a desestabilizar y erosionar de manera brutal a los gobiernos electos por el pueblo. Y cuando les parece insuficiente su accionar deslegitimante, impulsan y participan activamente en la irrupción de dictaduras militares que, obviamente, son cívico-militares.

En los últimos días de agosto reapareció públicamente Ernesto Sanz, dirigente de la UCR y uno de los referentes principales de Juntos por el Cambio, la coalición conservadora liderada por Mauricio Macri, Patricia Bullrich y Elisa Carrió. Suelto de lengua, el ex senador Sanz adelantó su deseo, en forma de pregunta, diciendo sobre la situación del país: “¿Cuánto tiempo más demora esto en explotar?”. Y con jactancia provocadora, remató: “A sólo ocho meses de haber asumido, ya le estamos soplando en la nuca al peronismo”. Todo un símil de guapo, que representa el estilo de la derecha antidemocrática y violenta.

Sanz es el mismo personaje de la Unión Cívica Radical que en el 2015 afirmó que “la AUH (Asignación Universal por Hijo) se iba a ir por la canaleta del juego y de la droga”, evidenciando -miserablemente- la valoración que portaba (y que seguramente seguirá portando) acerca de los sectores más postergados de la sociedad. Desde esa época puso al servicio irrestricto de Mauricio Macri y de la Alianza Cambiemos al legendario partido, imitando -con lamentable éxito- a Marcelo Torcuato de Alvear, en la

línea de abandonar frontalmente los intereses del campo nacional y popular. Por obvias razones, nadie podría asegurar al desagüe de qué canaleta cloacal lo mandaría don Hipólito Yrigoyen, si viviera, a este sujeto antipopular.

El componente de odio y violencia que caracteriza a los sectores reaccionarios se vio también reflejado, en estos días, en las amenazas de muerte que profirió Eduardo Miguel Prestofelippo hacia la ex presidenta de la Nación y actual vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Este militante cordobés, que fue candidato a legislador por el Partido Libertario integrante de la alianza que lidera el economista liberal José Luis Espert, vomitó en las redes: “Vos no vas a salir viva de este estallido social. Vas a ser la primera -junto con tus crías políticas- en pagar todo el daño que causaron. Te queda poco tiempo”.

Al respecto, resulta lamentablemente pertinente destacar lo expresado por Adama Dieng, asesor de las Naciones Unidas sobre Prevención del Genocidio. Advirtió el senegalés que “todos debemos recordar que los discursos de odio anteceden a los crímenes de odio. Recordemos que las palabras matan; las palabras matan tanto como las balas”.

Algunos amenazan de muerte, otros vaticinan la explosión social y el fin del gobierno recientemente elegido, mientras otros intentan paralizar el funcionamiento del Congreso Nacional con excusas inconsistentes. Estos sectores y sus respectivos referentes, en estrecha combinación con los medios hegemónicos de comunicación, están objetivamente coaligados en una práctica destituyente y antidemocrática.

Norberto Alayón

Están matando la vocación de servir

Cuántas veces escuchamos en discursos de campaña, a los políticos, llenarse la boca hablando de las prioridades en educación, salud y seguridad pública. Pero contrario a estas falsas preocupaciones, la realidad muestra otras cosas a medida que pasan los años y las distintas gestiones de gobierno de cualquier color político. Mágicamente, las prioridades pasan a ser la creación de nuevos ministerios, nuevos planes sociales, acomodar a los amigos y así aumentar exageradamente el gasto público. Y digo gasto público de manera literal, porque no se trata de una inversión a corto, mediano y largo plazo. Esto se trata de trasladar las verdaderas urgencias que demanda la población para el beneficio propio del gobierno de turno.

Desde hace mucho tiempo en nuestro país, el bien común quedó de lado y fue reemplazado por el bien propio de quien dirige los intereses de Argentina, con el único objetivo de ganar elecciones para tener o mantener el poder y conservar fueros para zafar de la Justicia, entre otros.

Lo que pasó estos días con la Policía de la Provincia de Buenos Aires no era un hecho aislado que se le ocurrió a un trasnochado. Es un problema que sufren los maestros, los empleados de la salud y las Fuerzas Armadas. Este es un país que se da el gusto de matar la vocación de servicio de las personas que eligen ser profesionales de lo que sienten. Muchas veces escuche la frase “acá nadie entró por plata” y es totalmente cierto, pero la persona que decidió seguir su vocación lo hizo con la idea de que sea su forma y medio de vida.

Cómo se puede esperar que reaccionen las instituciones que vienen siendo castigadas durante tantos años, con mentiras de campaña y usadas con fines políticos por algún oportunista. Cómo se puede esperar que reaccione, en este caso visible, la Policía bonaerense, cuando las del 70% de lo que le llega al bolsillo es en negro. Cómo se puede esperar que reaccione la Policía de la Provincia de Buenos Aires cuando la obra social está prácticamente vaciada e inoperativa.

Es el mismo Estado quien debería velar y crear las condiciones necesarias para que no exista el trabajo en negro, quien le paga de esta forma a sus efectivos y a quienes todos les exigimos por la seguridad de nuestras vidas.

No estoy de acuerdo con la sindicalización de las Fuerzas de Seguridad y de las Fuerzas Armadas, porque esta tarea le corresponde a quienes dirigen esas prestigiosas instituciones. Ellos son los encargados de velar por el bienestar de sus subordinados y de la familia de sus subordinados, pero el problema de este sistema está en la elección de éstos. Los amigos del poder también existen en estas fuerzas y entonces la prioridad pasa a ser la lealtad al político que lo nombró en el cargo.

Ojalá alguna vez el Estado le dé la importancia que se merece a lo importante: salud, educación, seguridad.

Federico Pecile
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