La educación de Andresito

viernes 08 de marzo de 2019 | 5:00hs.
La educación de Andresito
La educación de Andresito
Por Alfredo Poenitz

Por Alfredo Poenitz Historiador

No existe mucha correspondencia de Andresito y la mayor parte de ella se encuentra en el Archivo General de la Provincia de Corrientes, repositorio documental ejemplar en la región con legajos del siglo XVII hasta el XX muy bien catalogados y organizados para facilitar la tarea de los investigadores.
En la mayoría de sus documentos Andresito firma con el apellido de su padrino (“mi padre” lo llamaba el propio Andrés en su última correspondencia), José Artigas. Por eso las firmas varían de Andrés Artigas o sólo Artigas y sólo en un par de documentos firma con su apellido indígena sumado al español: Andrés Guacurarí y Artigas. El apellido Guacurarí, según lo afirman Machón y Cantero, proviene de la antigua reducción jesuítica de San Francisco de Borja.
Uno de esos documentos, el famoso  Exhorto a todos los naturales de los Pueblos Orientales de Misiones, fue escrito en las propias puertas de San Borja, en septiembre de 1816. Fue el inicio de la lucha contra los luso-brasileños para recuperar las Misiones Orientales invadidas por el imperio portugués en 1801. Feroz lucha que duraría tres años con la lamentable consecuencia de la destrucción de las Misiones, sus pueblos incendiados y su población dispersa por todo el litoral rioplatense.
Lo realmente significativo de ese Exhorto... es la capacidad de escritura de Andresito, que seguramente contó con la ayuda del padre Domingo Acevedo, su leal compañero de todas las batallas, sacerdote que, cuando las circunstancias apremiaban, no dudaba en arremangarse la sotana para luchar a la par de los guerreros guaraní-misioneros.
En el Exhorto escribe Andresito a sus hermanos de sangre del otro lado del Uruguay con una convicción envidiable, apelando incluso a relatos bíblicos para fortalecer su discurso, a sabiendas de la profunda religiosidad de aquellos naturales que aún mantenían viva la llama de la religiosidad heredada de los tiempos jesuíticos.
Presentándose en el inicio del Exhorto como Comandante Militar de las Misiones, a continuación se presenta como el libertador del yugo portugués y español siguiendo los principios revolucionarios de Mayo de 1810. Indica allí:
“He puesto mi ejército delante de los portugueses, sin recelo alguno, fundado en primer lugar en que Dios favorecerá mis sanos pensamientos, y en las brillantes armas auxiliadoras y libertadoras, sólo con el fin de dejar  a los Pueblos en el pleno goce de sus derechos, esto es para que cada Pueblo se gobierne por sí, sin que ningún otro español, portugués o cualquier de otra provincia se atreva a gobernar, pues habrán ya experimentado los Pueblos los grandes atrasos, miserias y males en los gobiernos del español y portugués”
Y a continuación apela a los sentimientos libertarios garantizándose él mismo como depositario de esos principios, fundándose en su sangre indígena, para lo cual se dirige a aquellos como “hermanos míos”
“Ahora pues, amados hermanos míos, abrid los ojos y ved que se os acerca y alumbra ya la hermosa luz de la libertad, sacudid ese yugo que oprimía nuestros Pueblos, descansad en el seno de mis armas, seguros de mi protección, sin que ningún enemigo pueda entorpecer vuestra suspirada libertad; yo vengo a ampararos, vengo a buscaros porque sois mis semejantes y hermanos, vengo a romper las cadenas de la tiranía, vengo por fin a que logréis vuestros trabajos, y a daros los que los portugueses os han quitado en el año 1801 por causa de las intrigas españolas; no tengáis recelo en cosa alguna, sí, temed las fatales resultas que puedan originarse de vuestra dureza y obstinación”.
Y al finalizar su ardiente y convincente discurso de exhortación a que aquellos habitantes del otro lado del río Uruguay se sumen a su proyecto, culmina el Exhorto con una analogía mística comparando su misión libertadora a la del propio Moisés cuando liberó al pueblo judío de la esclavitud del faraón egipcio. Sin dudas aquí se ve la mano del padre Acevedo:
“Acordaos de aquel famoso pasaje de la Sagrada Escritura, en el que se dice que Moisés y Aarón libertaron al Pueblo de Israel  de la tiranía del faraón; así yo, siguiendo este apreciable ejemplo, he tomado mis medidas para el mismo fin…”.
Lo realmente interesante de este documento es la claridad conceptual y de redacción de Andresito, lo que lleva a preguntarnos acerca de su educación formal. Y en este sentido tenemos más incógnitas que certezas. Pudo haber sido educado en San Borja, donde no hacía muchos años habían sido expulsados los jesuitas que, sabemos, dieron a la educación de los niños una atención especial. Seguramente una década después, la escuela de San Borja aún mantendría parte de la excelencia de los tiempos de los padres jesuitas.
Sin embargo, la mayoría de los historiadores que han escrito sobre Andresito consideran que fue educado en Montevideo, adonde llegó siendo poco más que un adolescente, de la mano de José Artigas, a quien habría conocido en los campos orientales. El propio Andresito, en la última carta escrita desde Río de Janeiro, donde había sido apresado, indica que debía su educación a José Artigas en Montevideo. Pero aunque desconozcamos dónde fue educado y podamos llegar a tener alguna duda de cuánta participación pudo haber tenido el padre Acevedo en sus escritos oficiales, no caben dudas que los papeles firmados por este enorme caudillo guaraní nos hablan de una persona no sólo valiente y heroica, sino de una mente brillante y de una capacidad de liderazgo que se desprende en la fuerte convicción de sus discursos escritos.