Un actor de elite

domingo 13 de agosto de 2017 | 6:00hs.
Un actor de elite
Un actor de elite
Se lo conoció como el hijo del empresario Abraham Awada, como el que hacía del loquito Felipe en Verdad Consecuencia , se lo cita como el hermano de Juliana Awada, como el cuñado de Mauricio Macri, hay una generación que lo nombra como el padre de Naiara y una memoria reciente lo presenta en el medio como el Arquímedes Puccio de la TV. Detrás de todos ellos está Alejandro Awada, un hombre que hizo del reconocimiento ajeno su mejor carta de presentación. Nombre propio, estilo personal, máscara jugosa. Un actor distinto que desgarra sus herramientas sobre el escenario del teatro porteño Picadero en El pequeño Poni.

¿Estaba en tus planes hacer teatro para esta época?
No, para nada. Tenía en mente ir por el lado del cine, pero pude armar un buen esquema y lo cinematográfico va a ser en diciembre, pero no puedo contar nada por ahora. Cuando termina esto arranco con lo otro, calzó justo.

¿Te costó despegarte de Arquímedes para poder modelar luego otros personajes?
Yo me ocupo de que no se me quede instalado ninguno. Igual, hasta hace poco en la calle me seguían saludando por ese trabajo. Pero no sólo no me costó despegarme, sino que decidí correrme violentamente del personaje de Puccio.

No por desagradecido...
No, al contrario, sino por la necesidad enorme de poder seguir de mil maneras. No quería que me anulara y deseaba poder tener otra vez el abanico bien desplegado. Lo que pasa es que más allá del peso social de Arquímedes y del impacto que generó el programa, después llegaron las repeticiones y entonces había demasiado Puccio alrededor.

¿Sentiste que a partir de eso se hizo más fuerte el reconocimiento?

Sí, por supuesto, fui feliz con los premios -un Tato y un Martín Fierro por ese rol protagónico en el unitario de Sebastián Ortega-, con los piropos... Pero para que el reconocimiento fuera para el actor y no para el personaje es que sentía la necesidad imperiosa de seguir camino hacia otras direcciones. Encarar otro tipo de búsqueda.

Para el espectador ya descansa a un costado de la pantalla, pero para vos ¿en qué lugar quedó Puccio?
Ya está, ya fue. Me encantó hacerlo. Y entiendo que estuvo muy bien no haberlo juzgado, porque de haberlo hecho no salía. Aclaremos: le agradezco mucho al personaje televisivo, muchas gracias, pero chau. No habrá próxima.
Ahora su cara y su cuerpo están entregados a un tipo común con otra escala de valores. En El pequeño Poni “hago de un hombre enamorado de su mujer y de su hijo. Es taxista y se organizan como pueden para llevar el hogar adelante. Es un buen hombre, quizás un poco soberbio, pero con buenos sentimientos. Y tiene la dificultad inmensa de que su hijo, de 10 años, padece bullying en el colegio. A partir de allí ves cómo el actúa en relación a eso, cómo sale a defenderlo”.